¡Que viene la izquierda!
31 de enero de 2015 De entrada Europa debería alegrarse de que, en tiempos de abstención creciente, surjan formaciones capaces de movilizar al electorado. Formaciones como Syriza, en Grecia, o Podemos, en España. Impulsadas no por antisistema descerebrados, sino por líderes jóvenes, bien preparados, que llaman al ciudadano a hacer uso del puntal por excelencia de una democracia: el voto. Líderes como el griego Alexis Tsipras, brillante ingeniero y líder de carismática sonrisa; o como el español Pablo Iglesias, docente universitario.
El problema es que ambos líderes representan a una nueva izquierda europea, capitalizadora del voto de la desesperación, tras una crisis que se ha cebado en las economías periféricas de la zona euro. Como Grecia y España. Líderes sin complejos y ansiosos por demostrar que no serán conciliadores con lo que denominan el establishment o “la casta”, en terminología de Podemos.
El primero de ellos está ya en el poder desde el domingo 25 de enero, tras derrotar en las urnas al conservador Antonis Samaras. Iglesias aspira a derribar al también conservador Mariano Rajoy en las generales previstas para finales de este 2015.
Tsipras dio el primer susto al formar gobierno, menos de veinticuatro horas después de su victoria, con los conservadores nacionalistas de Griegos Independientes y, además, no incluir una sola mujer en su gabinete. Luego demostró que su desafío, a Bruselas y a Berlín, va en serio, al proclamar que no reconoce como interlocutor a la “troika” formada por el Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Comisión Europea.
A Iglesias, otro líder sin complejos, no parece afectarle haber participado en programas como “Fort Apache”, del canal en español iraní HispanTV. “La política es así (…) a ellos les interesa que se difunda en América Latina y España un discurso de izquierdas que afecta a sus adversarios”, argumentó. Por ello carga con la etiqueta de haberse puesto al servicio del régimen iraní, como la de pretender llevar a España el modelo chavista de Venezuela.
La “generación perdida”
El calificativo de populista y falto de contenidos cae incesantemente sobre Podemos, no solo desde el conjunto del espectro parlamentario español, sino también de los medios de comunicación. Tanto los identificables como conservadores como los llamados grandes diarios de referencia españoles. Hasta ahora, ni el cerco político ni el mediático han hecho mella en Podemos. Al contrario. Los seguidores de Iglesias abarrotaron este sábado 31 de enero la Puerta del Sol, el mismo lugar donde en 2011 cristalizó el movimiento de los “indignados” y su monumental acampada en el corazón de Madrid. Son su base electoral, en su gran mayoría jóvenes preparados, académicos, en un país con un índice de desempleo juvenil que les castiga al término de “generación perdida”.
Los intentos por desacreditar a Podemos se estrellan frente a una generación de seguidores que hace rato dejaron de creer en esos medios, sean los de la derecha o los dichos de referencia, a los que consideran vendidos a los poderes económicos que los sustentan. Encima, algunos intentos por “desenmascararlos” derivan en lo grotesco, como los esfuerzos por hurgar en los currículos académicos de la cúpula de Podemos. En un país donde hay cientos de procesos abiertos por corrupción contra políticos de todos los partidos que están o estuvieron en el poder, a escala nacional, en sus autonomías o municipios, tratar de convertir esas revelaciones en portada de los periódicos es práctica, cuando menos, cuestionable.
¿Debe Europa asustarse ante el ímpetu de esa nueva izquierda? Syriza y sus propuestas radicales no habrían alcanzado el poder en las urnas en circunstancias normales. Su fuerza no reside en la sonrisa de Tsipras, sino en los estragos causados en la ciudadanía por los recortes de la “troika”. Samaras, como Rajoy, representaron para esos ciudadanos la obediencia al “Diktat”.
Tras la victoria de Syriza, el espectro parlamentario español, del gobierno a la oposición, repetía como un mantra, en distintas variantes, la frase “España no es Grecia”. Algo que refleja el espanto generalizado ante Podemos, pero que también es rigurosamente cierto. La recuperación de la macroeconomía española, plasmada en un crecimiento del PIB del 1,4 por ciento en 2014, no alcanzó por el momento a la realidad del ciudadano. Pero España no quedó atrapada en un rescate impagable, como Grecia.
La “Marcha del Cambio” hasta la Puerta del Sol fue una gran demostración de fuerza. Pero el impacto entre el electorado de Podemos pasará varios exámenes hasta las elecciones generales. Hay comicios regionales y municipales en marzo, mayo y septiembre. El mayor enemigo en estos meses para Podemos puede ser el curso que adopte Tsipras frente a Europa. Una confrontación radical, a extremos que cuestionen la pervivencia de Grecia en la zona euro, tendría efectos disuasorios entre el electorado más moderado que se sumó a la ola de Podemos. Tal vez entonces acabe Iglesias repitiendo el mantra de “España no es Grecia”. Y su primera víctima no habrá sido el Partido Popular de Rajoy, sino la izquierda clásica o hasta los socialistas españoles, engullidos por el ímpetu de Podemos, como le ocurrió al PASOK griego.