¿Es el "Trump de Brasil" o un discípulo del filipino Rodrigo Duterte? Un diputado ultraderechista de segunda fila podría convertirse en el próximo presidente de Brasil en octubre.
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Cientos de simpatizantes esperan en el área de llegadas del aeropuerto. La mayoría, hombres jóvenes y de mediana edad. Su bandera nunca será roja y Brasil jamás se convertirá en una segunda Cuba o Venezuela, gritan. "Mito, mito", aclaman a su héroe mítico. Lo cargan en hombros por el aeropuerto, con sus gafas de sol plásticas, negras, y una banda presidencial verde-amarilla con una inscripción: "Bolsonaro 2018". Sonríe maliciosamente. Golpea con gusto muñecos que representan al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT). O extiende sus dedos como un revólver: pum, pum, derriba al archienemigo de izquierda.
Estas escenas se repiten en la campaña presidencial de Jair Messias Bolsonaro. Durante mucho tiempo, el establishment político brasileño despreció al exparacaidista de 63 años, tildándolo de payaso. Sentado en el Parlamento desde inicios de la década de 1990, es el típico diputado de segunda fila. Nunca ha llamado la atención por aportar discursos constructivos o iniciativas legislativas. Sí por desagradables ataques verbales. Sobre una legisladora del PT, opinó en una entrevista que era "tan fea", que ni siquiera "merecía" ser violada. Ha tenido que responder ante la Justicia más de una vez, pero no se frena por eso. Ataca también con gusto a homosexuales: preferiría tener un hijo muerto que homosexual, ha dicho. No es buen orador, pero sí muy ofensivo.
Su voto por la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff (PT), brutalmente torturada durante la dictadura (1964-85), lo dedicó, en abril de 2016, al torturador Carlos Alberto Brilhante Ustra. El hombre que torturó hasta la muerte a unos 40 opositores durante la dictadura militar es un gran modelo para el militar reservista Bolsonaro. También sus simpatizantes celebran la dictadura: ¿qué significan un par de cientos de opositores muertos frente al caos de la época actual, con más de 60.000 asesinados anualmente, argumentan.
Todo es culpa del PT
La culpa de la actual miseria y de la rampante corrupción es, por supuesto, del PT, opinan. Durante mucho tiempo, el llamado al arresto de Lula fue el más fuerte argumento de Bolsonaro. Desde abril, Lula está tras las rejas por corrupción y lavado de dinero. Así que, aunque lidera en las encuestas, es muy probable que no pueda someterse a las urnas por motivos legales. Mientras tanto, Bolsonaro encabeza la pugna efectiva por la presidencia, con alrededor del 20 por ciento de intención de voto. Sin competencia de derecha, por el momento. Pues también la derecha brasileña está sumida en el pantano de la corrupción, del que Bolsonaro ha escapado como insignificante diputado de segunda fila.
No aporta soluciones concretas para resolver los gigantescos problemas brasileños. De economía no tiene ni idea, dice, y sugiere que le pregunten al economista liberal Paulo Guede. Este seguidor de la "Escuela de Chicago" debe convertirse en su ministro de Economía. Bolsonaro quiere subordinar las escuelas públicas a los militares. Enfrentar la violencia, armando a los "buenos ciudadanos". Y premiar a los policías por cada delincuente ultimado. Está casado en terceras nupcias, pero defiende los valores tradicionales de la familia. Sus tres hijos son, como él, políticos de carrera. Juntos, han acumulado millones de dólares gracias a sus salarios como diputados. Pero Bolsonaro promete acabar con el establishment político corrupto.
Sus seguidores ni siquiera se inmutan con semejantes contradicciones. Algo que recuerda rápidamente a su modelo, el presidente estadounidense Donald Trump. Pero Bolsonaro no es un político alfa como el multimillonario Trump, el ruso Vladimir Putin, o el filipino Rodrigo Duterte. Cuando se le pregunta por sus declaraciones racistas, homofóbicas o misóginas, se retracta. Todo no ha sido más que una "broma", un malentendido, matiza entonces, como un colegial atrapado.
Con B de "buey", "bala" y "biblia"
Muchos de sus críticos lo toman por tonto, un tonto que ha adquirido sus conocimientos leyendo historietas. El comercio de esclavos no fue manejado por los portugueses, sino por los propios africanos, aseguró recientemente. Con su vice, el general reservista Antonio Hamilton Martins Mourão, de 64 años, comparte ese estilo. Mourão amenazó abiertamente con un golpe militar en 2017. Y, según él, los brasileños heredaron "la indolencia de la cultura indígena" y "el engaño de los africanos". Mientras los activistas de derechos humanos protestan, los seguidores de Bolsonaro celebran en las redes sociales. La batalla contra la "corrección política" tiene éxito. La crítica al establishment es el último grito de la moda.
A los brasileños no les gustan los radicales, Bolsonaro no podrá ganar, intentan tranquilizarse los expertos. Sin financiamiento ni tiempo para su campaña en TV, tendrá que plegarse a los grandes partidos, profetizan. Pero la industria ya simpatiza con los planes de privatización y reducción del Estado de Paulo Guedes.
No hay que subestimar a Bolsonaro, ni suponer que, en el peor de los casos, el Congreso podría frenar su radicalismo. Pues también allí han prendido sus ideas. Los representantes de la industria agrícola, el lobby de las armas y las fuerzas ultrarreligiosas también lo apoyan. La poderosa fracción BBB, con B de "buey", "bala" y "biblia", fue ya decisiva en la destitución de Dilma Rousseff. En Brasil, es casi imposible gobernar contra ella. Con ella, sin embargo, hasta un diputado de segunda fila como Bolsonaro puede hacer realidad sus sueños.
Autor: Thomas Milz (rml, ers)
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La trayectoria política de Lula
Natural de Caetés, Pernambuco, Luiz Inácio Lula da Silva fue el primero en llegar a la Presidencia de la República desde la clase obrera. Recordamos los principales momentos de su carrera política.
Imagen: Reuters/D. Vara
Lula y las huelgas del ABC
En 1975, Lula fue elegido presidente del Sindicato Metalúrgico de São Bernardo do Campo y Diadema y ganó proyección nacional al liderar una serie de huelgas a finales de la década. En 1980, fue arrestado y procesado por la Ley de Seguridad Nacional tras comandar una paralización que duró 41 días. Lula pasó 31 días en la cárcel del Dops (Departamento Estadual de Orden Político y Social).
Imagen: Instituto Lula
Fundación del PT
El 10 de febrero de 1980, poco antes de ser arrestado, Lula ayudó a fundar el Partido de los Trabajadores (PT) con el apoyo de intelectuales y sindicalistas. En mayo de ese año, al salir de la cárcel, fue elegido como primer presidente del partido. El pernambucano, entonces, se dedicó a la política: en 1982, concurrió al gobierno de São Paulo y, en 1986, fue elegido diputado constituyente.
Imagen: Getty Images/AFP/C. Petroli
Campaña de 1989
El PT lanzó la candidatura de Lula en las primeras elecciones presidenciales directas tras el fin del régimen militar. Con una imagen de obrero y un discurso de izquierda, Lula provocó temor en varios sectores de la economía, que se alinearon a favor del candidato Fernando Collor. El 'petista' fue derrotado en la segunda vuelta. Hubo acusaciones de manipulación de la prensa en favor de Collor.
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Gostoli
Campaña de 1994
Con las primeras denuncias de irregularidades en el gobierno de Collor, Lula lanzó en 1991 el movimiento "Fuera Collor" en apoyo al 'impeachment'. En 1994, concurrió nuevamente a la presidencia, con Aloizio Mercadante como segundo, pero fueron derrotados en la primera vuelta por Fernando Henrique Cardoso (PSDB). El PT, por otro lado, conseguía sus primeros gobernadores.
Imagen: Getty Images/AFP/A. Scorza
Campaña de 1998
En 1998, Lula sufrió una de sus peores derrotas electorales. Entonces tuvo como candidato a vicepresidente al exgobernador Leonel Brizola (PDT), uno de sus rivales en la elección de 1989 y con quien disputaba la hegemonía de la izquierda. La fórmula no funcionó. Lula obtuvo sólo el 31% de los votos y no llegó a la segunda vuelta: el presidente Fernando Henrique Cardoso fue reelegido con el 53%.
Imagen: picture alliance/AP Photo/R. Gostoli
La toma de posesión de Lula
El eterno candidato del PT finalmente asumió la presidencia en enero de 2003, tras ocho años de gobierno del PSDB. Lula fue elegido con el 61% de los votos válidos en la segunda vuelta. La victoria llegó tras una intensa campaña, que vendió una imagen más moderada, simbolizada en el lema "Lulinha paz y amor", con el objetivo de calmar los mercados y ampliar el espectro electoral del partido.
Imagen: O. Kissner/AFP/Getty Images
Economía al alza
Tras las turbulencias finales de la era Cardoso, la economía brasileña volvió a crecer con Lula, sobre todo por el boom de las materias primas. Fue una época de grandes inversiones en obras de infraestructura. Y del descubrimiento del yacimiento del Presal. El crecimiento medio del PIB en el segundo mandato alcanzó el 4,6% anual. Esto catapultó la popularidad de Lula, que llegó al 87% en 2010.
Imagen: AP
Caída de la desigualdad
Los programas sociales lanzados por Lula, como Mi Casa, Mi Vida y ProUni, también contribuyeron a la popularidad del presidente. La Bolsa Familia, creada en 2004 a partir de la unificación de otros programas de transferencias de renta, se convertiría en su motor principal. Casi 28 millones de brasileños salieron de la pobreza en los ocho años del gobierno de Lula, según un balance de 2010.
Imagen: Vanderlei Almeida/AFP/Getty Images
El escándalo del mensajero
En 2005, el gobierno Lula fue alcanzado de lleno por el escándalo de compra de votos de diputados, el 'mensalão'. A pesar del desgaste, Lula sobrevivió a la crisis. Otros, como el ministro José Dirceu, una de las figuras fuertes de su gobierno, sucumbieron. Lula afirmó inicialmente que sus asesores lo habían "apuñalado", pero luego dijo que el caso era una invención de la oposición y la prensa.
Imagen: picture alliance / dpa / picture-alliance
La elección de Dilma
Tras ser reelegido en 2007 con más del 60% de los votos, Lula comenzó a preparar el terreno para su sucesión. Para ello eligió a su entonces ministra jefe de la Casa Civil, Dilma Rousseff, una tecnócrata sin experiencia electoral. En los tres años siguientes, Lula promovió la imagen de Dilma junto a los brasileños. La estrategia funcionó y salió elegida en 2010.
Imagen: Fabio Rodrigues Pozzebom/EBC
Lucha contra el cáncer
En octubre de 2011, a Lula le fue diagnosticado un cáncer de laringe. Se sometió a un agresivo tratamiento. Por primera vez desde 1979 se le vio sin barba. Los exámenes apuntaron a la remisión completa del tumor unos cinco meses después y Lula volvió a involucrarse en las campañas del PT. Una de las grandes victorias electorales de 2012 fue la de Fernando Haddad en el Ayuntamiento de São Paulo.
Imagen: AFP/Getty Images
Lula y el caso 'Lava Jato'
En marzo de 2016, Lula se vio involucrado en la 'Operación Lava Jato', que investiga el escándalo de corrupción en Petrobras. El expresidente fue llamado a declarar sobre un sitio en Atibaia, un triplex en el Guarujá y sus relaciones con contratistas investigados por corrupción. El mismo día, la Policía Federal hizo registros en residencias del petista y de su familia, además del Instituto Lula.
Imagen: Reuters/P. Whitaker
Demandado en varios procesos
En los meses siguientes, Lula fue denunciado de delitos como corrupción pasiva, lavado de dinero, obstrucción de la justicia y tráfico de influencias, viéndose acusado en cinco procesos diferentes, incluido el de 'Lava Jato'. Él siempre desmintió las acusaciones, negó cualquier delito y dijo ser víctima de una persecución política. También niega ser propietario de los inmuebles investigados.
Imagen: picture-alliance/abaca
Declaración ante Moro
En mayo de 2017, Lula declaró por primera vez como acusado ante el juez Sergio Moro. En un testimonio prestado en Curitiba, volvió a negar las acusaciones y alegó estar siendo perseguido políticamente. Y exigió la presentación de pruebas de que sea dueño de los inmuebles en Guarujá y Atibaia. El interrogatorio fue el último paso antes de la sentencia dentro de la Operación 'Lava Jato'.
Imagen: Abr
Lula, condenado
Lula fue condenado por primera vez el 12 de julio de 2017. La sentencia del juez Sergio Moro impone 9 años y 6 meses de prisión por los delitos de lavado de dinero y corrupción pasiva. El petista se habría beneficiado de una oferta pagada por la empresa OAS en la compra y reforma de un triplex en el Guarujá. Es la primera vez que un expresidente es condenado por corrupción en Brasil.