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¿Quién está detrás del Nobel?

Alexander Budde/ eu10 de diciembre de 2008

Aunque Noruega es una pequeña y joven nación que no pertenece a la Unión Europea, no por ello le falta influencia en la política mundial, no en vano en Oslo se otorga cada año el Premio Nobel de la Paz.

El premio está dotado de un millón de euros y de una medalla con la que se recuerda al fundador, Alfed Nobel.


La joven nación escandinava es ejemplar en muchos sentidos para el resto de los países europeos. Sus soldados participan en misiones en Irak y Afganistán. Sus hábiles diplomáticos son buscados como intermediarios en conflictos y cada año el mundo mira hacia Oslo, en donde se otorga el Premio Nobel de la Paz. Así lo quiso su fundador, el industrial Alfred Nobel, como se recoge en su testamento escrito en 1895. El máximo galardón a las figuras que se comprometen a favor de la paz, es para los noruegos un orgullo y para el resto del mundo es un ejemplo de conciencia moral.

Bill Clinton entre Isaac Rabin y Yasser Arafat, durante la firma de los acuerdos de Oslo que les valió a Rabin, Arafat y a Shimon Peres, el Nobel de la Paz 1994.Imagen: AP

Jimmy Carter, Shirin Ebadi, Kofi Annan, Wangari Maathai, son algunos de los galardonados con el Premio Nobel de la Paz, que se otorga cada año desde 1901. Han sido honrados por su visión, su empeño por una causa y también por el éxito que han alcanzado. Una exposición hace un recorrido por la historia del galardón. Montada en una vieja estación de ferrocarriles en el antiguo aserradero Aker Brygge, tuvo un costo de 22 millones de euros que financiaron el Estado noruego e inversionistas privados. A unos cuantos pasos se encuentra el espectacular edificio de la Alcaldía en donde se otorga cada año el codiciado premio.

¿Por qué Noruega?

El historiador Oyvind Stenersen explica por qué Noruega es un país ideal para transmitir el mensaje de paz. “Como pequeña nación que estuvo oprimida durante siglos por sus vecinos, siempre tuvimos el anhelo de tener una identidad nacional vinculada con la promoción de la paz. No tenemos ningún pasado imperial ni tradición de potencia, precondiciones que se han transformado en un afán misionero. Adicionalmente tenemos los recursos para apoyar a las organizaciones pacifistas en el mundo entero”, afirma Stenersen.

No muy lejos del Castillo Real en el que vivió el dramaturgo Henrik Ibsen, se encuentra la sede del Comité Nobel, un edificio soberbio de clásica fachada. Sentado en su escritorio a la sombra de un amplio librero que se extiende por toda la pared, el maestro de Ceremonias, Geir Lundestad, supervisa la entrega del Premio dotado con un millón de euros. Como director del Instituto Nobel, el historiador se encarga de equilibrar las decisiones de cinco diputados parlamentarios que eligen a uno u otro candidato de entre una avalancha de nominaciones.

Neblina de madrugada sobre Oslo.Imagen: dpa

“Un millar de entidades pueden realizar postulaciones, por ejemplo, el miembro de un parlamento o un profesor universitario que sabe de historia, política, leyes o teología. Cada año son propuestos alrededor de 200 candidatos. Algunas candidaturas se repiten cada año. Particularmente activos son los miembros del parlamento alemán, el Bundestag”, afirma Lundestad.

Desde hace 18 años Lundestad tiene que soportar las críticas de envidiosos que le recriminan haber malinterpretado el testamento de Nobel, hacer la corte a importantes instituciones o someterse a los dictados de las superpotencias. Aunque Mahatma Ghandi nunca recibió el premio, el experto rechaza la acusación de oportunismo.

Siempre habrá controversia

“La crítica es absurda. Le dimos el premio a Carl von Ossietzky, lo que enfureció a Hitler. Galardonamos a Andrei Sacharov y a Lech Walesa y los viejos hombres del Kremlin se pusieron fuera de sí. También premiamos al Dalai Lama. No se puede temer la controversia cuando se trata de principios fundamentales”, afirma Lundestad.

Ceremonia en la alcaldía de Oslo, con la que se entrega cada año el premio.Imagen: AP

Con la premiación del finlandés Martti Athisaari, este año, se honra a un experimentado diplomático. Hasta criticos como el publicista sueco Jakob von Uexkull, que fundó los premios alternativos Right Livelihood Award como protesta a la entrega de premios realizada por el Comité, considera que los noruegos van por buen camino.

“Está claro que el Premio Nobel de la Paz es un premio político", dice. "Se han cometido graves errores pero también se han tomado muy buenas decisiones. En lo que no todos los investigadores sobre la paz estuvieron de acuerdo fue en que de pronto se premiara a expertos en el medio ambiente, pues ello significa menos posibilidades de obtener el premio a los verdaderos promotores de la paz. Los galardones otorgados a Al Gore, Wangari Maathai y Muhammad Yunus no estuvieron exentos de controversia. Al respecto, dicen los críticos, habría que interpretar la voluntad de Alfred Nobel con un amplio criterio”, asegura Uexkull.

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