La salida de Raúl Castro de la cúpula del partido único sella el fin de la “era Castro”, no del “castrismo” en Cuba. Y es apenas un trámite, no el centro de la agenda de su urgente congreso en pandemia, opina Rosa Muñoz.
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Para este fin de semana, se anuncia –otra vez– el fin de la "era Castro" en La Habana. En medio del peor brote de COVID-19 de toda la pandemia, cientos de delegados del Partido Comunista de Cuba (PCC) deben reunirse a puertas cerradas en el Palacio de las Convenciones. Está previsto que Raúl Castro, de casi 90 años, se retire y ceda al actual presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, de 60, su último cargo de importancia, al frente del único partido legal en la isla.
Pero Cuba vive hoy su peor crisis económica de las últimas décadas. Con un serio desabastecimiento de productos de primera necesidad, agravado por el recrudecimiento del embargo estadounidense, y la caída del turismo y la actividad económica privada en un año de pandemia de coronavirus. Así como por la inoportuna puesta en marcha de una profunda reforma monetaria, de salarios y pensiones, en medio de tan crítico panorama.
De modo que una buena parte de la población está mucho más preocupada por su supervivencia diaria, o por planes de emigración hartamente improbables en pandemia. Pues la “era Castro”, además, ya ha acabado muchas veces. Y cada capítulo de la saga sorprende o esperanza menos.
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El factor sorpresa
La primera vez, el 31 de julio de 2006, una grave enfermedad obligó –sorpresivamente– al hoy difunto Fidel Castro a ensayar el traspaso de los principales hilos del poder, concentrados en sus manos por más de cinco décadas, a su hermano y entonces General de Ejército, Raúl.
Ese día, mientras escuchaba la noticia en televisión, y en los siguientes, en las calles o en el transporte público habanero, me pareció que la capital de la isla se había quedado muda. Y recordé al amigo que me había asegurado absurdamente un año antes, sin cumplir sus 30, que no quería vivir la muerte de Fidel, ya casi octogenario.
Ese amigo, que no había vivido ni un día de su vida sin Fidel Castro en el poder, probablemente imaginaba que sin él sobrevendría el apocalipsis o, simplemente, no podía imaginar nada. Y su temor, su desasosiego, me pareció aparentemente multiplicado por la ciudad, quizás por el país entero, en los días siguientes.
La conexión a internet era escasa en la isla entonces, pero alcanzaba para saber que, dentro y fuera, había también gente que celebraba la posibilidad de que una transición democrática, brusca o paulatina, tuviese oportunidad de comenzar. En la isla offline, mientras tanto, las fuerzas armadas y decenas de miles de reservistas eran movilizados para prevenir, oficialmente, una posible agresión militar de Estados Unidos y, extraoficialmente, cualquier manifestación opositora intramuros. Con éxito.
El fin de la era Castro ha tenido luego varios capítulos, en otros años, meses y días “cero”. En 2008, cuando Raúl Castro asumió oficialmente como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno. En 2011, cuando se convirtió también oficialmente en Primer Secretario del Comité Central del partido único. El 25 de noviembre de 2016, cuando finalmente murió Fidel. O el 19 de abril de 2018, cuando Raúl entregó la conducción del Estado y el Gobierno del país al actual presidente Miguel Díaz-Canel, sin apellido Castro ni historia guerrillera.
Pero ninguno de estos hitos ha producido ya especial sorpresa o expectativas de grandes cambios políticos en la isla. Ni siquiera el histórico cambio generacional en la presidencia. Y mucho menos ahora su reflejo en el partido. O la incógnita en torno a cuántos veteranos militares de la llamada “generación histórica”, responsable de la revolución de 1959, se retirarán de la política junto con Raúl Castro o no.
La continuidad, internet y las redes sociales
Cada uno de estos cambios ha sido largamente preparado y anunciado “desde arriba”, sin cabida para el más mínimo giro en el guión “desde abajo”. Y el lema de la nueva generación que ha ido accediendo al poder está más que claro: #SomosContinuidad es la etiqueta preferida del nuevo presidente y su equipo de Gobierno, ahora también presente en Twitter, como muchos de sus simpatizantes “fidelistas” y detractores “anticastristas”.
Sin libertad de expresión, asociación o prensa, sin elecciones libres o encuestas independientes, es difícil saberlo con certeza estadística. Pero probablemente una parte no despreciable de la población de la isla siga, como en el ya lejano 2006, sin poder imaginar una Cuba más plural. Sin embargo, la expansión del acceso a internet y las redes sociales en teléfonos móviles y zonas wifi ha abierto para los cubanos un desconocido acceso a la información. Así como nuevas plataformas de opinión, coordinación y divulgación de activismos políticos, antes reservadas a los medios e instituciones estatales.
Las muestras públicas de disenso de ciudadanos críticos, artistas, periodistas, intelectuales, animalistas, feministas, antirracistas, activistas LGTBIQ+, han ido creciendo en la red y en nuevos medios independientes del Estado. Y han conseguido pasar, ya varias veces, a las calles.
Son estas nuevas aunque aún mínimas revoluciones nativas digitales las que parecen generar hoy las escasas sorpresas y expectativas de cambios políticos de los cubanos. Díaz-Canel, su equipo de Gobierno y su Partido lo saben. Por eso, la Seguridad del Estado acosa, interroga, detiene arbitrariamente, sugiere emigrar, difama e intimida en los medios estatales a quienes las protagonizan. Y por eso no es la sucesión, y ni siquiera la crisis económica la que parece centrar la agenda de este urgente congreso en pandemia, sino el ya anunciado y en curso “combate a la subversión político-ideológica” en internet y las redes sociales.
El fin de la era Castro en Cuba
Casi nadie en Cuba puede recordar una vida sin los Castro. Desde el 19 de abril de 2018, ya no habrá un Castro al frente del Estado. Durante casi 60 años, los hermanos Fidel y Raúl gobernaron el país con mano de hierro.
Imagen: Reuters
1959 - La revolución triunfa
Los rebeldes liderados por Fidel Castro llegan al poder tras huir el dictador Fulgencio Batista en enero. EE.UU. reconoce al nuevo gobierno. Pronto "leyes revolucionarias" (como la reforma agraria) afectan a empresas estadounidenses. En diciembre, el presidente republicano Dwight D. Eisenhower aprueba un plan de la CIA para derrocar a Castro en un año y sustituirlo por "una junta amiga de EE. UU."
Imagen: AP
1960 − Nacionalizaciones y acercamiento a la Unión Soviética
Eisenhower prohíbe la exportación a Cuba (salvo alimentos y medicinas) y suspende la importación de azúcar. Cuba responde nacionalizando bienes y empresas estadounidenses, y estableciendo relaciones diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética. En el funeral de las víctimas de la explosión del vapor "La Coubre" (foto), que Cuba achacó a la CIA, Castro lanza su consigna "¡Patria o Muerte!"
Imagen: AP
1961 − Ruptura e invasión
EE. UU. rompe relaciones diplomáticas con Cuba y cierra su embajada el 3 de enero. Tras una serie de bombardeos a aeropuertos e incendios en tiendas de los que Cuba acusa a EE. UU., Fidel Castro proclama el carácter socialista de la revolución el 16 de abril. Del 17 al 19, cubanos entrenados por EE. UU. intentan infructuosamente invadir la Isla por Playa Girón y Playa Larga, en Bahía de Cochinos.
Imagen: AP
1962 - La crisis de los misiles
En 1960, Kruschev dijo: “No sé si Fidel es comunista, pero yo soy fidelista”. Moscú reanudó las relaciones diplomáticas con La Habana e incrementó el apoyo. La Unión Soviética instaló bases de misiles nucleares en Cuba. Eso desencadenó la “crisis de los misiles”. Moscú cedió a la presión de Kennedy a cambio de que EE.UU. no invadiría a Cuba y desmantelaría sus bases nucleares en Turquía.
Imagen: imago/UIG
1971 – Fidel Castro en Chile
El episodio de Bahía Cochinos aceleró la proclamación del carácter socialista, marxista-leninista, de la revolución. Cuba terminó siendo expulsada de la Organización de Estados Americanos. Castro quedó aislado en el continente, pero no indefinidamente. Castro fue recibido en Chile por el presidente Salvador Allende (foto), que fue derrocado por Augusto Pinochet en 1973.
Imagen: AFP/Getty Images
1989 – La hora de la Perestroika
La llegada al poder de Mijail Gorbachov en Moscú marcó el inicio de la era del Glasnost y Perestroika. La Cortina de Hierro comenzó a caer en pedazos y el imperio soviético terminó derrumbándose. Cuba perdió a su principal base de sustento exterior, sumiéndose en una aguda crisis. Miles de cubanos intentaron huir a Miami en precarias embarcaciones. Muchos vaticinaban el fin del régimen castrista.
Imagen: picture-alliance/dpa
1998 – Primera visita papal
Un decreto de Pío XII prohibía a los católicos el apoyo a los regímenes comunistas. En virtud del mismo, el Vaticano había excomulgado a Fidel Castro en enero de 1962. Pero las décadas pasaron y, luego del término de la Guerra Fría, llegó el momento del acercamiento: en 1996, Castro visitó al Papa Juan Pablo II y éste retribuyó la visita dos años más tarde, en un gesto considerado histórico.
Imagen: picture-alliance/AP/Michel Gangne
2002 - Fidel Castro y Jimmy Carter juegan béisbol
Desde que Estados Unidos impuso su embargo comercial, económico y financiero en 1962, hubo pocos momentos de distensión entre Washington y La Habana. Uno de los pocos signos en esa dirección fue el viaje del expresidente estadounidense Jimmy Carter en 2002, motivado por la intención de encontrar puntos de acercamiento. Tampoco sus buenos oficios provocaron cambios sustanciales en Cuba.
Imagen: Adalberto Roque/AFP/Getty Images
2006 - Fidel y Hugo
Desde los años 90, Cuba dejó de ser vista como un peligroso exportador de revoluciones. Con el estrepitoso derrumbe del bloque del Este, las ideologías de izquierda naufragaban. Pero en Venezuela llegó al poder un nuevo dirigente dispuesto a propagar la “Revolución Bolivariana”. Hugo Chávez, declarado admirador de Fidel Castro, le dio a La Habana un efectivo respaldo, también en lo económico.
Imagen: picture-alliance/dpa/dpaweb
2006 - La entrega del poder
La enfermedad forzó a Fidel Castro a abandonar el poder. En 2006, lo dejó en manos de su hermano Raúl, garante de que no habría vuelco radical en un sistema que, pese a los avances en educación y salud, cobró un alto precio: falta de libertad y represión. Mientras afloraban los primeros cambios, Castro se fue despidiendo de a poco, defendiendo hasta el final su visión desde las páginas del Granma
En diciembre de 2014, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el de Cuba, Raúl Castro, anunciaron que retomarían las relaciones diplomáticas. Obama visitó Cuba en marzo de 2016. Habían pasado 88 años desde la última vez que un presidente estadounidense viajara a la isla. EE. UU. retiró a Cuba de la lista de terrorismo y el deshielo comenzó a afianzarse.
Tantas veces anunciada y denegada, pocos creyeron la noticia de su fallecimiento en un primer momento. No obstante, el 25 de noviembre de 2016, los bares empezaron a cerrar y las reuniones callejeras se dispersaron cuando corrió el rumor de su deceso. Durante años, Castro desmintió a quienes lo daban por muerto publicando fotografías o artículos de opinión de innegable actualidad.
Imagen: Getty Images
2018 – La sucesión
Después de 10 años, Raúl Castro se retira del poder. El 19 de abril, el Parlamento cubano elige a un sucesor que por primera vez en casi 60 años no lleva el nombre de Castro. Sin embargo, los analistas sostienen que es poco probable que el curso político en Cuba cambie tan pronto.