“Racial profiling”: resaca de la Nochevieja en Colonia
7 de enero de 2017Por segundo año consecutivo, las incidencias de la Nochevieja al pie de la Catedral de Colonia han vuelto a atizar un intenso debate en Alemania y a acaparar titulares en la prensa mundial. Tanto en 2016 como en 2017, los detonadores de la controversia han sido los informes oficiales sobre las medidas de seguridad implementadas en los alrededores de ese templo católico. En las primeras horas del año pasado, la Policía local publicó un comunicado titulado "Ambiente festivo, celebración predominantemente pacífica”, corregido al día siguiente con la primera alusión a agresiones perpetradas el 31 de diciembre de 2015 contra un gran número de mujeres. Las denuncias señalaron a centenares de malhechores de "apariencia norafricana”.
La imprecisión e incongruencia de los reportes sobre lo sucedido llevó a que tanto los gendarmes, como la prensa y la élite política del país fueran acusados de pretender encubrir la identidad de los presuntos atacantes para no contribuir al desprestigio de la política de asilo de la canciller Angela Merkel, que en 2015 había permitido la entrada de cientos de miles de refugiados a Alemania, provenientes del Cercano y Medio Oriente. Doce meses más tarde, el 1 de enero de 2017, guardándose las espaldas contra ese tipo de reproches, la Policía de Colonia se apresuró a comunicar vía Twitter: "En la estación central de trenes están siendo cacheados varios centenares de nafris”. Casi enseguida se encendió una discusión en torno a la deontología policial.
Un desliz idiomático y ético
Al contrario de lo que algunos piensan, "nafri” no es una palabra usada coloquialmente en Alemania para referirse sin juicio de valor a una persona de origen magrebí; "nafri” no es la inocente abreviación de "norafricano”. Según un documento confidencial al que tuvo acceso el diario Bild, "nafri” es el acrónimo con que la Policía de Colonia designa a delincuentes juveniles probados de nacionalidad marroquí, argelina, tunecina, libia o egipcia. Un portavoz del Ministerio del Interior negó que "nafri” perteneciera a la jerga oficial de sus subalternos y Jürgen Mathies, presidente de la Policía, admitió que fue un error usar ese término en Twitter porque, de facto, tachaba de criminales a todos los cacheados. Pero lo que está en juego va más allá de la semántica.
Puesto a circular en varios idiomas, el tuit de la Policía de Colonia confirmó la impresión de testigos presenciales de que la piel oscura y otros rasgos físicos supuestamente propios de la población magrebí habían sido los criterios decisivos a la hora de inspeccionar los papeles de un millar de hombres. La co-presidenta de Los Verdes, Simone Peter, elogió los resultados de la operación de seguridad, pero preguntó en voz alta si no se había incurrido en la práctica ilegal del racial profiling: la asunción del fenotipo de las personas como única base de sospechas para la prevención de delitos. Aunque Mathies negó que así fuera, subrayando que se había cacheado también a ciudadanos alemanes –no aclaró si de tez clara u oscura–, Alemania tiene un viejo y complejo problema del que poco se habla.
El problema no es nuevo
El grupo Iniciativa Gente Negra en Alemania (ISD) denuncia desde hace un cuarto de siglo el racismo estructural y cotidiano al que se ven expuestas las personas de piel oscura en el país; no sólo las extranjeras sino también aquellas que nacieron en Alemania y cuyos ancestros viven allí desde hace generaciones. La ISD ve en el racial profiling una práctica institucionalizada. El Ministerio alemán del Interior ha recordado que el cacheo policial es discriminatorio y está reñido con convenciones nacionales e internacionales cuando su razón se basa exclusiva o principalmente en el origen o la nacionalidad de las personas controladas. Pero, en la práctica, existen evidencias de que, en el pasado, los perfiles étnicos manejados por los garantes del orden han determinado quién es controlado y quién no.
Alexander Bosch, de Amnistía Internacional, desestima por completo la coartada argumentativa que trivializa la gravedad del racial profiling al comparar esa práctica con el control policial sistemático de otros grupos visualmente identificables, como el de los ultras en los estadios de fútbol. "Yo decido ser hincha de un club de balompié u otro. Yo decido ser un hooligan violento o no. Yo no puedo decidir ser blanco o negro, norafricano o europeo”, explica Bosch, enfatizando que es precisamente por eso que las convenciones sobre los derechos humanos prestan especial atención a la discriminación basada en los atributos inalterables de las personas. Ese planteamiento de Amnistía Internacional parece caer en oídos sordos en la gendarmería.
Sospecha generalizada
Según Jörg Radek, vicepresidente a escala federal del Sindicato de la Policía, la prevención de delitos funcionó en la Nochevieja de 2016 precisamente porque se impidió que grupos similares a los que inundaron los predios de la Catedral de Colonia en 2015 tuvieran acceso a esa área. Radek repite así las declaraciones que hizo Jürgen Mathies, presidente de la Policía, cuando el operativo de seguridad estaba en marcha, con la diferencia de que Mathies resaltó el papel fundamental que jugó la observación previa de la conducta de los cacheados: "Queremos saber qué buscan aquí porque su aspecto y su comportamiento son parecidos” a los de quienes se concentraron en las inmediaciones de la catedral en la última noche de 2015.
Para Bosch, de Amnistía Internacional, la masiva presencia policial en el corazón de Colonia habría bastado para desalentar la comisión de actos delictivos. No falta quien considere que el debate sobre este tema es superfluo o que "armar un escándalo” al respecto es un gesto de ingratitud hacia la Policía; pero, para quienes ya eran objeto recurrente de vigilancia y actitudes prejuiciadas, mucho antes de la pasada Nochevieja, la discusión del tópico racial profiling siempre es oportuna. En su último discurso de Navidad, el presidente federal de Alemania, Joachim Gauck, fue tajante al decir que la seguridad ciudadana debía ser garantizada sin poner bajo sospecha generalizada a grupos enteros. Está por verse si sus palabras tienen eco a partir de 2017.
Autores: Jeannette Cwienk / Evan Romero