Rusia: radiactividad superó 16 veces nivel tras explosión
13 de agosto de 2019
El nivel de radiactividad tras la explosión ocurrida el 8 de agosto en una base de pruebas de misiles en Rusia excedió en más de 16 veces el habitual, indicó este la Agencia rusa de Meteorología.
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El 8 de agosto de 2019, a las 12h00 locales (09h00 GMT), inmediatamente después de la explosión, "seis de los ocho sensores de Severodvinsk registraron que los niveles de radiación eran entre cuatro y dieciséis veces superiores a lo habitual", informó Rosguidromet en un comunicado.
En particular, uno de los sensores registró una tasa de radioactividad de 1,78 microsieverts/hora, en tanto el límite reglamentario en Rusia es de 0,6, y la radiactividad natural media en Severodvinsk es de 0,11. Rosguidromet precisa que estos niveles de radiactividad se redujeron rápidamente y por la tarde volvieron a la normalidad y que considera que "no implica ningún peligro para la salud".
Severodvinsk está a 30 km de base en donde ocurrió explosión
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, considera que el riesgo de cáncer puede aumentar a partir de 50.000 microsieverts recibidos y el Instituto de radioprotección y seguridad nuclear (IRSN) francés recomienda a las poblaciones refugiarse a partir de 10.000 microsieverts. La ciudad de Severodvinsk está ubicada a unos 30 km de la base de Nionoska, donde ocurrió la explosión.
Cinco empleados de la agencia nuclear rusa Rosatom murieron a causa de esta explosión. Según ésta, se encontraban trabajando en pruebas de "nuevas armas", brindando asistencia de ingeniería y técnica sobre la "fuente de energía nuclear" de un motor-cohete para misiles, que estaban desarrollando.
¿Fallido ensayo de misil intercontinental?
Según expertos estadounidenses, el accidente probablemente esté vinculado a las pruebas de un misil de crucero, que Rusia busca desarrollar, el 9M730 "Burevestnik". En un tuit, el presidente Donald Trump afirmó el lunes que se informó mucho "sobre la explosión de un misil defectuoso ruso", añadiendo que Estados Unidos cuenta con "una tecnología similar, pero más avanzada".
Este martes, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, se negó a confirmar que se tratase del "Burevestnik", pero sostuvo que el nivel ruso en cuanto a misiles con motores nucleares "excede significativamente el alcanzado por otros países y es bastante excepcional".
jov (afp, Spiegel)
32 años después: los últimos habitantes de Chernóbil
Después de más 30 años del desastre nuclear de Chernóbil, 30 kilómetros a su alrededor están considerados como "inhabitables". Algunos regresaron a sus pueblos. La fotógrafa Alina Rudya nos muestra cómo viven.
Imagen: DW/A. Rudya
El optimismo contagioso de Baba Gania
Baba Gania (izqda.) tiene 86 años. Ella sobrevivió, pero su esposo murió hace una década. Durante 25 años ha estado cuidando de su hermana Sonya (drcha.), discapacitada mental. "No le tengo miedo a la radioactividad. Hiervo los champiñones hasta que la radioactividad haya desaparecido", dice con orgullo. La fotógrafa Alina Rudya opina que Baba "es la persona más cariñosa y amable" que conoce.
Imagen: DW/A. Rudya
Casas abandonadas con rapidez
Gania y su hermana viven en Kupuvate, un pueblo en una zona de exclusión a 30 kilómetros de la planta nuclear de Chernóbil. Tras el accidente en abril de 1986, cientos de miles de residentes en el área fueron evacuados rápidamente. La mayoría de las casas de Kupuvate están abandonadas. Gania está usando una casa de la vecindad para guardar el ataúd de su hermana y el suyo.
Imagen: DW/A. Rudya
La muerte regresa
"El cementerio de Kupuvate se parece a cualquier otro cementerio de los pueblos en Ucrania", informa la fotógrafa Alina Rudya. "Mucha gente que fue enterrada aquí fue evacuada y pasó su vida fuera de la zona radioactiva, pero regresa después de su muerte".
Imagen: DW/A. Rudya
El último deseo de Baba Marusia
Los que regresan buscan los restos de su familia, como Baba Marusia, quien llegó para limpiar la tumba de su madre. Vive en Kyiv con su hija y comparte un apartamento de una habitación con su yerno y dos nietos. "Estoy feliz de haberme quedado. Es mi patria. Es aquí donde quiero ser enterrada" y añade: "Pero cerca de mi madre y no de mi esposo".
Imagen: DW/A. Rudya
Los que regresaron para quedarse
Galyna Ivanivna es otra de las pocas habitantes de la zona, conocidas como "samosely", colonos, en ucraniano. "Mi vida pasó en un abrir y cerrar de ojos. Tengo 82 años y es como si nunca hubiera vivido. Cuando era más joven, quería viajar por el mundo. Recuerdo soñando con tener un billete gratis para todo el mundo. Pero nunca pude ir más lejos de Kyiv".
Imagen: DW/A. Rudya
La vida en un mundo pequeño
Ivan Ivanovych y su mujer decidieron, como otros pocos, en los años 80 regresar a la zona nuclear contaminada. Ivan se ha convertido, de alguna manera, en una estrella entre los turistas que visitan la zona. Su esposa murió hace algunos años, "cada vez que lo visito, me dice que sucedió el año pasado", dice la fotógrafa. Tiene muchas historias que contar, son "historias llenas de fantasía".
Imagen: DW/A. Rudya
Testigos del pasado
La fotógrafa ucraniana Alina Rudya también visitó el pueblo de Opachichi, una semana antes del 32 aniversario del desastre de Chernóbil. Según ella, una señora mayor vive aún ahí, mientras que el resto de los colonos ya ha fallecido. Casas abiertas con viejas fotos, cartas y muebles son los testigos silenciosos del pueblo.
Imagen: DW/A. Rudya
Diciendo adiós lentamente
Marusia está mirando a su esposo Ivan, quien hace poco tuvo un ictus y es demente. "A veces se levanta por la noche y va a buscar su tractor. Trabajó 42 años con uno". Ella es consciente de que está muriendo lentamente: "No quiero ser un estorbo para mis hijos y nietos".
Imagen: DW/A. Rudya
Preparándose para cuando venga la muerte
Antes de que Ivan cayera enfermo, contruyó dos ataúdes porque quería estar preparado para la muerte de su esposa y la suya. Están en una cabaña al lado de su casa. "El de abajo es para mí y el de arriba, para mi viejo marido", explica Marusia.
Imagen: DW/A. Rudya
Los últimos colonos
Solo unas pocas personas viven en la zona de exclusión. La fotógrafa nació cerca de Chernóbil, ha regresado varias veces y planea publicar sus imágenes en un libro. "Visitar los pueblos abandonados es cada vez más triste. Cada vez que vengo, alguien fallece y es que casi la mayoría de los colonos tienen más de 70 años de edad".
Imagen: DW/A. Rudya
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