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¿Rebrote de antisemitismo en Alemania?

ers.4 de junio de 2002

Actualmente se desarrolla en el país un debate, protagonizado por los vicepresidentes del Partido Liberal y del Consejo Central de los Judíos en Alemania, sobre resentimientos anti-judíos y la ruptura de un tabú.

El liberal Jürgen W. Möllemann, en el centro de la controversia.Imagen: AP

Criticar la política israelí es legítimo. No así recurrir, de refilón, a clichés antisemitas. Ahí está lo medular de la actual controversia, desatada desde el seno del partido liberal.

Las declaraciones de un político regional, que intentó afiliarse a esta colectividad, desencadenaron la avalancha. Decir que el gobierno israelí emplea métodos nazis, va demasiado lejos.

También el jefe de los liberales de Renania del Norte Westfalia y vicepresidente del partido a nivel federal, Jürgen Mölleman, provocó polémica al señalar que un alto representante del Consejo Central de los Judíos de Alemania, Michael Friedman, azuza el antisemitismo en el país.

Tabúes consensuados

Los reproches no se hicieron esperar. Surgieron en todo el espectro político del país, incluyendo el propio ámbito liberal. La contundente presión llevó a Möllemann a retractarse, pero la pugna no se ha zanjado. La organización judía espera una disculpa formal.

El episodio, con apariencia de querella personal, tiene una indudable carga explosiva en un país marcado por el lastre de su historia relativamente reciente.

Menos de 60 años han pasado desde el holocausto y hay tabúes que nadie quiere romper. Con justa razón se ha asumido en la esfera política alemana una responsabilidad especial frente a Israel. Y dicha posición forma parte del consenso básico de las últimas décadas.

¿Tentación populista?

Inquieta ahora la posibilidad de que se intente abrir las compuertas, con fines predominantemente populistas; es decir, con la intención de pescar votos en el río revuelto de los resentidos, ya sean estos antisemitas, xenófobos o simplemente ultraderechistas.

El ejemplo de lo ocurrido en los países vecinos, donde Le Pen o el asesinado Pim Fortuyn lograron victorias notables, podría resultar tentador para algunos políticos. Y, en Berlín, suenan entonces las campanas de alerta.

Quizá la efervescencia de la discusión resulte exagerada. Los liberales germanos no caen bajo la sospecha de recurrir a tal tipo de demagogia. Sus figuras más señeras, como el durante largos años ministro de Relaciones Exteriores alemán, Hans Dietrich Genscher, son garantía de que estos deslices no harán escuela.

Ni siquiera el autor de las conflictivas declaraciones puede ser acusado de antisemita. En cambio, se le puede reprochar una ambición y un afán de protagonismo desmedido, que le lleva a tantear los límites. En este caso, se topó con ellos rápidamente: Alemania no ha perdido sensibilidad frente al tema judío. Y eso no tiene nada que ver con respaldar la política del gobierno de turno en Israel.