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Reconocimiento facial digital: todos somos sospechosos

Martin Muno
25 de agosto de 2017

En una estación de trenes de Berlín, se escanearán los rostros de los usuarios con cámaras durante meses. Es el comienzo del fin de la democracia, a juicio de Martin Muno.

Imagen: Reuters/H. Hanschke

El ministro de Interior, Thomas de Maizière (CDU), está entusiasmado. Ve un "aumento increíble de la seguridad” en el proyecto piloto de la estación berlinesa de tren Südkreuz. Si el ministro viese su rol como protector de los derechos fundamentales en lugar de como ministro de Interior, difícilmente podría expresarse así. Entonces le daría la razón al presidente de la Asociación Alemana de Abogados, Ulrich Schellenberg, quien dice: "nos estamos convirtiendo en un Estado que vigila y que cada vez nos da menos espacio”.

Desde principios de agosto, se prueban los sistemas de reconocimiento facial de tres fabricantes en la estación de trenes Südkreuz. 300 voluntarios participan en la fase de prueba de seis meses. La idea es comprobar cuán bien pueden los sistemas reconocer a los participantes cuando estos pasan frente a las cámaras. El objetivo del experimento es que se active una alarma tan pronto las cámaras capten un rostro en particular, por el ejemplo el de un sospechoso de terrorismo.

Ayer utopía, ¿hoy normal?

En 2007 se hizo una prueba de este tipo en la estación central de trenes de Maguncia. El intento fracasó porque la tecnología no estaba todavía suficientemente desarrollada. Hoy hay avances: en algunos supermercados y oficinas de correo ya se analizan los rostros de los clientes para así presentarles piezas publicitarias adecuadas a ellos. Además, redes sociales como Facebook o motores de búsqueda como Google introducen el reconocimiento facial cada vez más en nuestra vida cotidiana.

La prueba en una concurrida estación de trenes de la capital es sin embargo de otra calidad. Se puede evitar que las tiendas usen esta tecnología. Uno puede tener cuidado con la divulgación de datos personales en redes sociales. Pero, ¿debería uno tener cuidado de ir a ciertos lugares porque hay cámaras? Con esto, extensas áreas de los centros de las ciudades alemanas y casi la completa red de transporte público se convertirían en áreas prohibidas para personas sensibles a la divulgación de sus datos privados.

Imagen: picture-alliance/dpa/P. Zinken

Inefectivo, pero universal

Lo fatal del reconocimiento facial en zonas urbanas es que, por un lado, no cumple lo que promete; y por otro, interviene en nuestra esfera privada mucho más de lo que muchos piensan. Es inefectivo: ninguno de los recientes actos terroristas hubiesen sido impedidos a través del reconocimiento facial. En cambio, es universal: la ley de identificación personal vigente permite que las autoridades de seguridad obtengan la foto biométrica de nuestros documentos de identificación automáticamente desde las bases de datos de las autoridades encargadas de los pasaportes. De esta manera se puede identificar a cada titular de un pasaporte y cada ciudadano se convierte en un potencial sospechoso.

El espacio público es de especial importancia en todas las democracias, comenzando por la ágora de la antigua Atenas hasta la actualidad. Es el lugar para los encuentros sociales, las manifestaciones públicas y la resolución de conflictos. Es el lugar donde el individuo se encuentra con la masa social. La Constitución reconoce esto en su artículo 8, el cual garantiza la libertad de reunión. Un peligroso desequilibrio surge cuando el poder público puede controlar en todo momento los lugares y patrones de movimiento del individuo a través de cámaras y reconocimiento facial.

¿Podemos garantizar que con tales medios no solo se busquen terroristas o criminales peligrosos sino también en cualquier momento evasores de impuestos o microtraficantes y, más adelante, también a adúlteros o personas políticamente incómodas?

El espacio público está amenazado actualmente desde dos lados: los terroristas que ponen bombas y ahora usan cada vez más frecuentemente vehículos o cuchillos como armas; y las autoridades de seguridad que en su delirio de omnipotencia no tienen ninguna consideración de nuestro derecho a la privacidad. Estas últimas son por lo menos accesibles a través del discurso político. Deberíamos aprovechar esta oportunidad.

 

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