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Reconstruida sinagoga en Múnich, ¿también la memoria histórica?

José Ospina Valencia9 de noviembre de 2006

Este 9 de noviembre, 68 años tras la apocalíptica “Noche de los Cristales rotos”, se reinauguró en Múnich la sinagoga principal de la ciudad. Pero además de una sinagoga la ciudad necesita una conciencia histórica.

Columnas interiores de la Sinagoga principal de Munich reinaugurada el 9 de noviembre de 2006.Imagen: AP

La mera reapertura de una sinagoga en Múnich no sorprende, la pregunta que surge es ¿por qué hasta ahora? Las grandes ciudades alemanas destruidas en la Segunda Guerra Mundial cuentan con sinagogas desde hace tiempo: Colonia, Fráncfort y Berlín, por ejemplo.

Múnich, en cambio, que no sufrió los severos bombardeos de otras urbes apenas logra restablecer algo de su vida judía habiendo pasado más de medio siglo de terminada la Guerra. Pero es que la historia de los judíos en Múnich no es comparable con la de las demás ciudades alemanas.

Munich: tradición antisemita

Según el historiador Michael Brenner, en entrevista a la revista Der Spiegel, “mientras que de Fráncfort la comunidad judía fue deportada de la ciudad ‘apenas’ en la época de Hitler, de Múnich ya había sido expulsada en 1442”. Mientras la víspera a la 1a Guerra Mundial en Múnich vivían 11.000 hebreos, en Berlín la comunidad llegaba a los 170.000 y en Francfort a los 30.000.

Aunque pequeña, la comunidad judía en Múnich siempre había contribuido al desarrollo de la ciudad – y lo que hoy se tiene por característico de la vida bávara. Bajo el principado de Luitpoldo, entre 1886 y 1912, la contribución judía a la cultura, la política y la ciencia fue importante. Para citar sólo unos pocos ejemplos: la emblemática cervecería Löwenbräu fue fundada por la familia Schülein. Tampoco debería extrañar que Wallach, la mayor firma de trajes bávaros, fuera una empresa judía.

Es más, en 1932, un año antes de que Adolf Hitler llegara al poder en Berlín, el victorioso FC Bayern Múnich se coronó como campeón alemán bajo la presidencia del ciudadano judío Kurt Landauer y el entrenador Richard Dombi, también judío.

Lion Feuchtwanger sin dinero en la taberna

La vida cotidiana como judío en Múnich a comienzos del siglo XX se desarrollaba en los medios académicos, literarios y empresariales. Pero también entre las tradiciones hebreas, cristianas y bávaras. El escritor Lion Feuchtwanger, autor de la "La judía de Toledo", por ejemplo, salía los sábados con su familia y amigos de la celebración religiosa del sabbat directamente a la cervecería Hofbräuhaus.Y como según la ortodoxia judía, durante ese día no se debe portar dinero, era normal que Feuchtwanger recibiera un crédito hasta el domingo.

Aún así, fue en Múnich que Adolf Hitler pudo prender la mecha del antisemitismo en Alemania que después prendiera desde Berlín. “Ya antes la ciudad tenía profundas raíces antisemitas”, dice Brenner. “Algunas asociaciones estudiantiles, las llamadas Burschenschaften y los clubes de gimnasia vetaban la entrada a judíos”, agrega el historiador. El caldo que alimentó el antisemitismo del siglo XX en Múnich fue la participación de algunos hebreos en la revolución de 1918/19, así hubiera más judíos activos en los otros partidos políticos.

A la caza de malos laureles

“Múnich siempre quiso destacarse como capital del antisemitismo”, dice Brenner. Tanto que la sinagoga principal reinaugurada este 9 de noviembre de 2006 ya había sido destruida antes de la fatal Noche de los Cristales Rotos. En junio de1938 Adolf Hiltler dio personalmente la orden de derribarla. Probablemente un ensayo para la posterior persecución, destrucción y eliminación de tantas vidas y obras.

Actualmente Múnich sigue siendo una ciudad dura para aquellos que quieren mantener viva la memoria del Holocausto. Múnich es la única gran ciudad alemana que se rehúsa a marcar con adoquines de metal los andenes de las casas de las que fueron sacados miles de ciudadanos inocentes, judíos y no judíos, para asesinarlos en campos de concentración.

Un adoquín, un humano asesinado por los nazis y sus ayudantes

Los adoquines de metal del escultor coloniense Gunter Demnig o “Stolpersteine”, empotrados en el piso, recuerdan con nombre propio a las víctimas y el día que fueron despojados de su hogar para deportarlos.

Sesenta y ocho años después de su destrucción, la sinagoga principal de Múnich, revive. ¿Cuántos años más necesitarán la administración municipal y sus ciudadanos para permitir que se recuerde con un solo adoquín a sus conciudadanos asesinados por el odio?

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