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Reforestación en Guatemala

8 de noviembre de 2011

La selva tropical del norte de Guatemala es uno de los ecosistemas del planeta con mayor riqueza de especies y, al mismo tiempo, uno de los más amenazados. La tala ilegal es una práctica generalizada. Eso debe cambiar.

La selva tropical de Guatemala se encuentra amenazada.Imagen: CC/NeonMan

En el Parque Nacional Sierra del Lacandón, la masa forestal disminuye con rapidez. Cada vez más veredas atraviesan la todavía intacta selva tropical del norte de Guatemala. Alrededor de la mitad de los árboles hoy existentes podrían desaparecer en los próximos 25 años y, con ellos, el principal sustento de la población autóctona. Una población que, sin embargo, es también en gran parte responsable de esta situación. La ganadería y el cultivo del maíz, así como los asentamientos ilegales y la tala incontrolada, hacen retroceder al bosque poco a poco.

La tala ilegal ha destruido ya miles de hectáreas de selva.Imagen: CC/thirstyboots07

Para combatirlo, la Fundación para la Conservación de Bosques Tropicales OroVerde trabaja sobre el terreno con un nuevo enfoque: proteger la selva con la ayuda de los campesinos. La conservación de los árboles es el objetivo primordial que se ha marcado la organización. La tala debe dar paso a la plantación de nuevos ejemplares. Para ello, los lugareños perciben ayudas económicas y se les forma para que sean capaces de garantizar su sustento por otras vías. Apostar por la agricultura sostenible es una opción con la que los campesinos pueden ganar dinero con el que mantenerse sin tener que talar árboles.

Para la implementación del proyecto, OroVerde cuenta con la ayuda de entidades locales. La implicación activa de la población autóctona es lo más importante, explica Max Vöhringer, responsable del proyecto: "Incorporar a los indígenas al desarrollo y la gestión de las iniciativas de protección de los bosques y hacerlos partícipes de los posibles efectos positivos no supone solamente una importante obligación moral, sino que también es algo esencial para el éxito del proyecto a largo plazo".

Los campesinos participan también en proyectos de reforestación.Imagen: CC/jsbarrie

El enfoque REDD+, una necesidad urgente para Guatemala

El nombre de Guatemala deriva de la palabra "Quauhtemalan", que en la lengua indígena Náhuatl significa "País de los árboles". Una denominación que, sin embargo, cada vez se corresponde menos con la realidad. Según los datos de OroVerde, apenas queda en pie una tercera parte de la masa forestal original.

El conocido como enfoque REDD+ podría ser la solución para el país centroamericano. El objetivo del concepto del programa de Naciones Unidas es generar incentivos para la conservación de los bosques como importantes almacenes de dióxido de carbono. Y es que alrededor de una quinta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global se originan a partir de la tala de los bosques. El Proyecto Lacandón de OroVerde debe convertirse en un paradigma del concepto REDD+ para Guatemala.

Sin embargo, en Guatemala, como en muchos otros países en vías de desarrollo, siguen faltando las condiciones adecuadas. Pese a no haber recibido aún dinero alguno del Programa REDD+, el gobierno guatemalteco ha puesto en marcha otros dos proyectos piloto de protección de bosques: en la región de Lachuá, en el oeste del país, y en la Reserva de la Biosfera Maya, en el departamento de Petén, en el norte. En ambos casos, con la ayuda de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por las siglas en inglés), así como con el apoyo de la población. La IUCN trabaja desde hace ya doce años en un programa de supervisión de la protección forestal en la región, como explica Mario Escobeda: "eso nos facilita la búsqueda de alternativas económicas para poder financiar la conservación de los bosques y la mejora de la calidad de vida de la población".

Cuestiones pendientes, sobre todo a nivel gubernamental

La situación es especialmente difícil en Guatemala debido a la falta de claridad existente respecto al régimen de propiedad. Según una ley del año 2005, las tierras en poder de las comunidades locales son propiedad colectiva de la población indígena. Sin embargo, sigue sin estar claro a quién pertenecen los derechos de emisión de certificados para la reducción de gases de efecto invernadero. Así lo afirma la organización Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques (FCPF, por las siglas en inglés), que ayuda a los países en vías de desarrollo en la elaboración de programas REDD+. En el mismo sentido se expresa también la organización OroVerde. Antes de poner en marcha cualquier proyecto, es imprescindible clarificar cuestiones como la propiedad legal de las tierras o los derechos de explotación. "Sólo así puede garantizarse la defensa de los derechos existentes y limitar el riesgo de conflictos que puedan poner en peligro la conservación del bosque y, con ello, del propio objetivo del proyecto", se afirma desde OroVerde.

El hábitat del Quetzal, animal emblemático de Guatemala.Imagen: CC/ShutterSparks

El gobierno guatemalteco tiene ante sí un largo camino antes de que el programa REDD+ pueda dar frutos en el país. Así lo consideran desde el Fondo FCPF. Aunque el ejecutivo ha anunciado medidas y un estudio a nivel legal, además de una aportación económica, no parece que haya una voluntad real de alcanzar los objetivos. La cooperación entre las diversas áreas gubernamentales implicadas y las organizaciones ecologistas no funciona. Tampoco se han dado pasos para que dichas organizaciones implementen los nuevos conceptos de gestión forestal. Por lo menos, en la Sierra del Lacandón y en la región de Lachuá se ha avanzado algo en la implicación de la población indígena en la protección de la selva tropical.

Autor: Alexa Meyer
Redacción: Emili Vinagre

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