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Reino Unido: Liz Truss, tras la huella de Margaret Thatcher

Barbara Wesel
1 de septiembre de 2022

Considera a Margaret Thatcher un ejemplo, y fue fiel a Boris Johnson hasta el fin. Ahora, quiere ser primera ministra británica a toda costa y es la favorita del ala derecha del partido conservador.

Liz Truss, candidata a suceder a Boris Johnson, como primera ministra del Reino Unido.
Liz Truss, candidata a suceder a Boris Johnson, como primera ministra del Reino Unido.Imagen: Geoff Caddick/AFP

Liz Truss no ahorra en apariciones llamativas. Hablo en el Congreso Tory de 2014, en representación del Departamento de Agricultura, sobre la calidad de la comida británica. Elogió el trigo británico y la venta de té de Yorkshire a China. Pero luego, de repente, gritó que Gran Bretaña importa dos tercios de su queso del extranjero: "¡Es una pena!" A los delegados se les atascó el bocadillo en la garganta.

Y luego está la cita de su época en el Departamento de Justicia, cuando en la Cámara de los Comunes le preguntaron acerca de las medidas contra los drones que se utilizan en las cárceles para transportar drogas. Liz Truss explicó que ahora había unos perros guardianes especiales, unos que, en ese caso, ladrarían. En las redes sociales circularon esta y otras declaraciones igualmente extrañas, y sus oponentes cuestionan su idoneidad y cordura.

Ascenso constante

Liz Truss demostró ser una artista de la supervivencia durante los Gobiernos conservadores de los últimos años. Siempre fue considerada leal y trabajadora. Sus éxitos nunca fueron evaluados con precisión, pero ha trabajado sin descanso en su imagen pública.

Desde que entró al Ministerio de Exteriores del Reino Unido, se mostró incansable en Instagram y Twitter, ya  fuera con una gorra de piel en la Plaza Roja de Moscú, o visitando tropas, en tanques y con indumentaria militar, y siempre acompañada de fotógrafos.

Cuando los opositores cuestionaron su competencia, por ejemplo, cuando confundió el mar Báltico con el mar Negro, Truss respondió con fotos de su visita a Ucrania, y juró que se enfrentaría a Putin. En el Partido Conservador británico, eso vale más que cualquier metida de pata ocasional en la retórica y en el contenido.

Veleta en el viento

Sin embargo, su carrera en las filas conservadoras británicas no ha sido fácil. Durante su última aparición de campaña, en el estadio londinense de Wembley, cuando Liz Truss y su contrincante, Rishi Sunak, se presentaron como candidatos ante varios miles de miembros del partido, admitió que "no posee un trasfondo conservador tradicional".

Su padre era profesor de Matemáticas, su madre, enfermera, y la orientación política de la familia era más bien hacia la izquierda. Los padres llevaron a la pequeña Liz a protestas antinucleares, pero ella hace tiempo que rompió con ese pasado. Y eso también vale para sus comienzos en la política, ya que, como estudiante, primero formó parte del Partido Liberal, algo que hace tiempo que califica como "pecado de juventud".

También se refiere con esa ligereza a su paso de ser proeuropea, antes del referéndum sobre el "brexit", en 2016, a convertirse en una de las más firmes defensoras de la doctrina conservadora más pura. Eso agrada a los miembros del partido en los círculos tradicionales tories, en el sur de Inglaterra.

Programa poco claro

En el estadio de Wembley, Liz Truss volvió a dejar en claro una vez más lo que no quiere, es decir, aumentos en los impuestos. Y otra vez frustró a todos los que trataban de sonsacarle cómo pretende luchar contra la crisis múltiple, que combina los aumentos de las tarifas energéticas con una inflación galopante. Mientras en el país se escucha que el próximo invierno los británicos tendrían que elegir "entre calefaccionar o comer", Truss solo dice al respecto que no está de acuerdo con "regalos" del Estado, y que el remedio probado son las reducciones impositivas, para impulsar el crecimiento económico.

Liz Truss y el ministro británico de Finanzas, Rishi Sunak.Imagen: picture alliance/PA Wire

Liz Truss se ve a sí misma como la sucesora de Margret Thatcher, quien, en los años 80, llevó a la economía hacia el rumbo del crecimiento, a través de una cura drástica, basada en privatizaciones y desregulación.

A pesar de que los economistas del Banco de Inglaterra contradicen y temen esas rebajas fiscales, ya que podrían incrementar la espiral inflacionaria, Truss quiere usarlas para reducir la inflación. Tampoco habló sobre cómo quiere ayudar a las familias que no podrán pagar sus servicios energéticos: el próximo ministro de Finanzas deberá ocuparse de ello, señaló.

Pero obtener esos miles de millones solo será posible si Gran Bretaña se endeuda. Ya durante la crisis de la pandemia, la deuda estatal británica ascendió vertiginosamente. Si ahora se necesitan amplios programas de ayuda, con los intereses, también crece la carga de la deuda del país.

¿Silencio de hierro en lugar de "dama de hierro"?

Al respecto, Liz Truss no revela detalles. Presentará su plan de presupuesto cuando esté en el cargo, dijo lapidariamente. Según ella, reducir la carga impositiva hará que la gente "tenga más dinero en el bolsill". Pero eso no beneficia en nada a la masa de británicos de bajos ingresos que ya pagan miles de libras por el aumento de precio del gas y la electricidad.

Como solución, Truss dice que debe haber más oferta en el mercado energético, y planea otorgar decenas de nuevas concesiones de fomento para el gas y el petróleo en el mar del Norte. Para ella, los problemas medioambientales no juegan ningún papel en ello. Y deja también sin respuesta la pregunta de si quiere reformar el mercado energético poniendo límites a los precios, o con el desacople del precio de la electricidad y del gas.

Lo particular de su situación es, después de todo, que no tiene que convencer a una mayoría de británicos de sus planes, sino solo a cerca de 160.000 miembros del Partido Conservador, que representan a un 1,5 por ciento de la población británica. No habrá elecciones regulares sino hasta dentro de dos años, aunque muchos dudan de que un Gobierno con Liz Truss al mando pueda durar tanto.

La mayoría de los diputados conservadores hubieran preferido a su rival, el ministro de Finanzas Rishi Sunak. Todavía está por verse si esos parlamentarios seguirán a Truss, y por cuánto tiempo. Ya demostraron con Theresa May y, recientemente, con Boris Johnson, cómo tratan a los primeros ministros que fracasan.

El próximo invierno en Gran Bretaña, en el que, según los titulares, habrá hambre y pobreza, el fracasado sistema de salud y la ola de huelgas anunciada serán una prueba de fuego para una jefa de Gobierno inexperta. Se verá si Liz Truss tira por la borda su ideología conservadora en caso de emergencia, tan rápidamente como tiró sus convicciones anteriores. En cualquier caso, el choque entre la dura realidad y sus convicciones sobre la economía de mercado ofrecerán un espectáculo interesante.

(cp/rml)

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