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República Checa, monumento al antifútbol

Diego Zúñiga (ERS)13 de junio de 2016

El triunfo de 1-0 de España en su debut en la Eurocopa fue, más que un resultado justo por lo visto en cancha, un castigo a la mezquindad ofrendada por el equipo de Pavel Vrba.

Imagen: Reuters/S. Perez

Cuando un espectador compra una entrada para ver un partido de fútbol, espera encontrarse con un espectáculo donde dos equipos buscan, con esmero y a veces con desesperación, vencer el arco rival. Más allá de la superioridad de uno de los dos planteles, el objetivo común es marcar más goles que el otro, quedarse con los tres puntos, disfrutar por al menos un momento de las mieles de la victoria. Lo visto este lunes 13 de junio en el Stade de Toulouse por el Grupo D de la Eurocopa dista mucho de acercarse a esa imagen idealizada del fútbol.

En la cancha hubo un solo equipo con hambre de gol: España. El equipo de Vicente del Bosque fue víctima de su propia incapacidad para transformar en festejos las constantes arremetidas lanzadas, bajo la extraordinaria batuta de Andrés Iniesta, sobre el pórtico de Petr Cech. Uno tras otro los atacantes españoles fallaban o eran atorados por la bien parada defensa checa. Álvaro Morata fue, de entre todos los delanteros, el más destacado y el más incisivo.

El dominio pleno de España en el primer tiempo se vio repetido, casi con calco, en el segundo. El portero David de Gea, cuya titularidad estuvo en duda hasta último minuto, fue casi un espectador más durante todo el partido, salvo un par de intervenciones en las escasas y escuálidas incursiones checas, un equipo que –a todas luces– entró a la cancha con un solo objetivo: esperar que los 90 minutos terminaran luego.

Piqué, el héroe

Sin ambición, sin un plan de ataque, es difícil apostar por un triunfo. República Checa quiso hacer un negocio redondo encerrándose en su área y aguantando el chaparrón español. Una y otra vez los centros se dejaron caer sobre su territorio, donde hasta 10 hombres esperaban para despejar la pelota sin un objetivo deportivo, sin vergüenza, sin respeto por el espectáculo. El planteamiento táctico, si podemos llamarlo así, de Pavel Vrba, se limitó a la instalación de piernas para evitar el gol español, cediendo de antemano a la evidencia de la clara superioridad de los actuales campeones de la Eurocopa.

El domingo, Ucrania se plantó ante Alemania de una forma similar, pero cuando se atrevió a cruzar la mitad del campo, estuvo muy cerca de aguarles la fiesta a los campeones del mundo, obligando a salvadas de antología de Manuel Neuer. Quizás si República Checa hubiera intentado eso, llegar hasta donde De Gea para intentar algo más que esperar desesperadamente el pitazo final, habría dejado una impresión más amable.

Una prueba de lo insulso que es presentarse como un equipo meramente defensivo es que tanto Ucrania como República Checa cayeron, pese a los resguardos. Y si los checos hubieran intentado algo más, como intentó ya con el 1-0 de Gerard Piqué brillando en el marcador del estadio de Toulouse, quizás se habría llevado un premio a casa. Como muestra, una opción: la opción más clara de los checos ocurrió en el minuto 92, cuando Darida empalmó un tiro que fue rechazado por De Gea con los puños. Un gol en esas circunstancias habría sido un premio excesivo, injusto e ilógico para lo visto en la cancha.

El cabezazo de Piqué.Imagen: Reuters/V. Kessler

Pero antes, el gol de Piqué en el minuto 86, un clásico de la escuela española: centro calculado de Iniesta y cabezazo en el área chica, quizás el único descuido de los defensas checos. Piqué, siempre cuestionado en la selección española por sus declaraciones y su origen catalán, dio vía libre a la energía acumulada por los hinchas rojos, que veían con desesperación que el partido se iba y, pese al abrumador dominio, los puntos se repartían con la mezquina República Checa.


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