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Represa Belo Monte: el "monstruo" del Xingú

Thomas Milz gg/er
15 de mayo de 2019

La gigantesca represa hidroeléctrica Belo Monte, en el Amazonas, debería estar lista a finales de año. Pero buscadores de oro y agricultores ya invaden las áreas indígenas.

Brasilien Staudamm-Projekt Belo Monte
Imagen: DW/T. Milz

La lancha está pasando por tierra. Al menos eso es lo que dice el mapa en el teléfono móvil. El río Xingú llega justo hasta las puertas de la ciudad de Altamira. Donde antes había casas, hoy hay agua. Miles de residentes han sido reasentados. Tras nueve años de construcción, el proyecto de Belo Monte debería estar terminado a finales de año. Con una potencia máxima de 11.233 megavatios, será la central hidroeléctrica más grande del mundo.

El obispo emérito de la diócesis de Xingú, Erwin Kräutler, llama a la represa "bello monstruo". Visitó al entonces presidente Lula da Silva dos veces antes de que se iniciara la construcción en 2010 para expresar sus preocupaciones. "Lula me prometió en ese entonces: nunca impondremos este proyecto por la fuerza. Belo Monte solo se llevará a cabo si todo el mundo está de acuerdo".

Confiaba en Lula. "En ese momento pensé que no teníamos que tener miedo, no iba ser tan malo como muchos temían. Pero unos meses después vi que estaba equivocado". Hoy en día, mucha gente en Altamira le da razón. En lugar de un auge económico, solo estallaron la violencia y los problemas sociales. Solo unos pocos encuentran trabajo ahora que la construcción está casi terminada.

"Tierra protegida": la placa del gobierno parece importar poco en la región.Imagen: DW/T. Milz

Muchas promesas no cumplidas

La ciudad está llena de antiguos trabajadores del proyecto y residentes que han sido reasentados aquí desde los alrededores. Muchos todavía están esperando los beneficios sociales prometidos por el Gobierno y el operador "Norte Energía", concretamente sus nuevas casas. El operador no quiere decir nada al respecto; actualmente están ocupados completando la represa, según la oficina de prensa.

El operador y el Gobierno quieren eludir sus responsabilidades, dice la activista Antônia Melo, de la organización no gubernamental "Xingú Vivo". Mucho se ha prometido, pero la realidad es siempre la misma con estos proyectos. "Estos proyectos son francamente dictatoriales", dice, resumiendo sus diez años de lucha. Todos estos años ha habido una presión masiva de las autoridades sobre la sociedad civil, afirma, "Y hasta el día de hoy, las obras están vigiladas por las Fuerzas Armadas".

El ejército nacional siempre es enviado por el Gobierno a los lugares donde los conflictos amenazan. Algunos soldados también están estacionados en las afueras del territorio indígena de Apyterewa, junto con funcionarios de la Autoridad Indígena Funai, que ha sido privada de poder por el nuevo presidente, Jair Messias Bolsonaro. Los funcionarios tienen que quedarse con los brazos cruzados y observar cómo más y más buscadores de oro invaden la región.

De hecho, la vida en Apyterewa, habitada por los indios Parakanã, debería haber mejorado con Belo Monte. El territorio, reconocido como suyo en 2007, se encuentra a unos 300 kilómetros de la represa. Motocicletas, lanchas, un pequeño puesto de salud y generadores eléctricos fueron proporcionados por "Norte Energía" como compensación por la represa de Xingú.

Los buscadores de oro siguen activos en los ríos que bordean la tierra Apyterewa.Imagen: DW/T. Milz

Pero la promesa más importante no se ha cumplido. Todo el territorio debía quedar en manos de los indígenas. Las imágenes de satélite muestran, sin embargo, cómo las granjas avanzan cada vez más desde el este. Y los buscadores de oro están activos en los ríos del alrededor, excavando en las orillas y aspirando el fondo del río con tuberías unidas a balsas.

Heridas abiertas

"Nuestra situación no es muy buena, porque hay muchos intrusos aquí y contaminan nuestro río", dice el guía Kaworé Parakanã. Los Parakanã no han podido durante mucho tiempo tomar agua del río o pescar debido al alto contenido de mercurio. "Nos mintieron cuando prometieron expulsar a los intrusos. Y siguen mintiendo", añade el guía.

Los conflictos por la tierra son parte de la vida cotidiana aquí en la frontera agrícola, dice Andreia Macedo Barreto, fiscal del estado de Pará. Al igual que el obispo Kräutler, está bajo protección policial después de haber recibido amenazas de muerte. Poderosos grandes terratenientes con influencia política, versus pequeños propietarios y pueblos indígenas en su mayoría impotentes: este es el guion en la región.

"Belo Monte no ha aportado a la población ninguna mejora social tangible. Y las demandas sociales aún abiertas no han podido ser satisfechas. Creo que pasará mucho tiempo antes de que las heridas abiertas por Belo Monte se hayan curado", dice Macedo Barreto.

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