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La lucha por la reinserción en el "Pulgarcito" de América

8 de enero de 2020

El Salvador lleva décadas experimentando el éxodo de personas que migran de forma irregular hacia Estados Unidos. Si bien el énfasis está puesto oficialmente en su reintegración, los programas no parecen ser eficaces.

Foto de la entrada a la Dirección de Atención al Migrante de El Salvador.
Imagen: Dirección de atención al migrante de El Salvador

El retorno de miles de personas deportadas a El Salvador no es nuevo, pero en los discursos oficiales parece haber un mayor énfasis en su reintegración para evitar que reincidan en sus viajes clandestinos. El reto asumido por las autoridades es tratar que la gente se quede, pero las intenciones no siempre se concretan.

En febrero de 2017, bajo el mando del expresidente Salvador Sánchez Cerén, el Ministerio de Relaciones Exteriores informaba sobre el Programa Integral de Reinserción a Personas Retornadas que, en 12 meses, había beneficiado con empleos a 2.200 personas. Sin embargo, cifras oficiales apuntaban a que, en el año cubierto, hubo un total de 52.560 deportados, con lo que se dejó fuera de tales ayudas a unas 50.360 personas.

Imagen: picture-alliance/dpa/I. Monroy

Ese mismo año, en octubre de 2017, la Cancillería lanzó el programa El Salvador es tu casa, que brinda "iniciativas que contribuyen a la reinserción de los connacionales”. Además, en abril de 2018, el Gobierno recibió el apoyo del denominado Programa Conjunto de las Naciones Unidas: paz para la generación post conflicto (PBF, por sus siglas en inglés), que -con un presupuesto de tres millones de dólares- buscó, entre otras cosas, apoyar a migrantes retornados para su reintegración a través de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

El portal El Salvador es tu casa registra 355 migrantes retornados que lograron el apoyo para la creación de micro negocios, ya sea a través de la Comisión Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (CONAMYPE) o del Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (FISDL). Además, en 2018, la OIM y la Cancillería apoyaron a 70 migrantes retornados para actividades similares y, en 2019 -ya durante la administración de Nayib Bukele- a otras 76 personas para sus emprendimientos, o para acceder a empleos.

Sin embargo, en 2017, año de creación de El Salvador es tu casa, hubo 26.811 personas retornadas. En 2018, el país registró 26.479 deportaciones y entre enero y noviembre de 2019 la nación centroamericana recibió otras 35.100 personas. Es decir que, en tres años, hubo 87.889 deportados que no recibieron apoyo de estos programas.

Las voces de quienes regresaron

Glenda Urías es una mujer salvadoreña de 42 años de edad que vivió en California desde que sus padres la llevaron, de forma irregular, cuando ella tenía tres. Ahora, en El Salvador, trabaja en un Call Center recibiendo llamadas en inglés.

"El Salvador tiene lugares muy bonitos; lo feo es no tener dinero para poder disfrutarlos”, dijo Glenda Urías.Imagen: DW/Alba Amaya

La migrante asegura que lo que más le impactó a su llegada era la poca capacidad adquisitiva de quienes le rodeaban. "Yo viví con mi tía, que tenía una tiendita en su casa, y ahí llegaba la gente a comprar dos huevos, un pedazo de queso, un pedazo de pan. Y yo me preguntaba ´¿por qué la gente no compra el cartón de huevos completo?´ Cuando uno empieza a trabajar, y ve cómo es la vida aquí, va entendiendo por qué alguna gente no tiene dinero para poder comprar un cartón de huevos o un galón de leche. El Salvador es muy bonito...tiene lugares muy bonitos; lo feo es no tener dinero para poder disfrutarlos”, explica a DW.

Urías dice que "no hubo chequeos después de arribar para ver si me he adaptado, o si necesito ayuda. Aquí, uno está solo, viendo cómo enfrenta la vida en un país que no conoce. Nadie va a revisar dónde vives, si estás cometiendo crímenes o si estás siendo una persona productiva”. Ella afirma que "todos los días” piensa en regresar a Estados Unidos, pero la falta de cartílago en una de sus rodillas se lo impide ya que para ella la única forma de regresar junto a su familia es de manera irregular.

Por su parte, Salvador González, de 42 años, no quiere regresar. Él es un migrante retornado a El Salvador que vivió en Los Ángeles desde que tenía seis años de vida. "No quiero regresar a Estados Unidos. Yo ya tengo familia aquí, tengo a mi esposa, a mi hijo, tengo trabajo, y aquí estoy más estable”, declara sonriente a DW. 

"No quiero regresar a Estados Unidos", aseguró González.Imagen: DW/Alba Amaya

González describe que trabajaba en un negocio de limpieza en seco de prendas de vestir que le daba buenos ingresos, pero no los compara con lo que recibe de su trabajo en un Call Center porque, dice, "aquí se puede comer con un dólar, en Los Ángeles no”.

El hombre enfatiza que tampoco recibió ayuda gubernamental: "A mí, me ayudó un amigo de mi papá. Él me recomendó en una empresa. No vi a nadie del gobierno que me hablara de programas”.

González subraya que "hay un montón de áreas en las que uno puede sobresalir aquí en El Salvador” y razona que en Estados Unidos el alquiler mensual de "un apartamento no vale menos de 800 dólares. Cuando yo estaba allá, el salario mínimo era 5.35 dólares la hora. Teniendo un salario, no se puede pagar el alquiler. En El Salvador, un apartamento se puede encontrar en 120 dólares. El salario mínimo que se puede ganar en un Call Center llega de 450 a 600 dólares al mes. Con eso se sobrevive”.

En tanto, Miguel pide que usemos un nombre ficticio por su seguridad. Él es un salvadoreño que fue deportado de Estados Unidos y que, a sus 52 años, quiere volver, aún después de haber pasado preso un mes por haber migrado de forma irregular. "Yo he viajado tres veces; la última vez fue en 2015, para Carolina del Norte”, cuenta a DW.

"En El Salvador es difícil que una persona de 50 años consiga trabajo", asegura Miguel.Imagen: DW/Alba Amaya

El hombre -que en El Salvador se dedica a trabajar de fontanero, electricista o motorista- explica que lo que le ha impulsado siempre es "la necesidad de trabajo, para tener mejor a mis hijos”, y no los problemas de seguridad. Miguel no puede hablar inglés y, en los años en los que estuvo en Estados Unidos, se dedicó a trabajar en la construcción y en la limpieza de casas. Así, dice, "logré tener hasta cuatro carros, cosa que aquí es muy difícil”.

El migrante se lamenta que en El Salvador "es difícil que una persona de 50 años consiga trabajo. En cambio, en Estados Unidos, conocí personas de 60 a 70 años que ahí andan trabajando porque les dan la oportunidad”.

Miguel dice que tampoco recibió ayuda para su reintegración luego de arribar al país: "Solo llegué en el autobús de México, nos dejaron en Santa Tecla, porque allá estaban las oficinas de migración, nos tomaron los datos, nos dieron dos pupusas [especialidad de tortillas salvadoreñas], un café, y eso fue todo. ¿De programas? nunca me di cuenta si había algo para los migrantes retornados”.

(cp)

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