En febrero de 1917 terminó la monarquía zarista de los Romanov en Rusia. Fue el preludio de la Revolución de Octubre. Los acontecimientos de febrero son hoy desconocidos para la mayoría de los rusos.
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La fecha no puede ser ignorada: el 23 de febrero, según el calendario juliano (el 8 de marzo, según el gregoriano). Pero a los rusos no les gusta recordar dicha fecha. La defensa del Estado de la amenazante anarquía siempre ha sido un factor de la historia rusa, dice Nikolaus Katzer, director del Instituto Histórico Alemán en Moscú, quien llama la atención sobre el silencio en torno a este aniversario. Tal vez obedezca a que Rusia después de 1917 quedó sumida en la anarquía.
Difícil memoria
En la Rusia de Putin se percibe el propio Estado de hace 100 años como débil. Un Estado que derrocó a su monarca, Nicolás II. Rusia solo volvió a ser poderosa con los bolcheviques. ¿Para qué recordar un momento de debilidad?
Las revoluciones que ponen en peligro la continuidad del Estado son malas. Esto es lo que hoy muchos piensan, desde Kaliningrado hasta Vladivostok. La mayoría de los rusos no sabe nada de estos hechos que antecedieron a la gran Revolución de Octubre, dice Yuri Pivovarov, historiador de la Universidad Lomonosov de Moscú.
Las causas directas del levantamiento popular de febrero de 2017 fueron la Primera Guerra Mundial, el hambre y la miseria económica. La moral andaba por el suelo: en 1916 cerca de un millón y medio de soldados rusos habían desertado y la población estaba aguantando hambre y frío.
La inflación era galopante: a finales de 1916 los precios de la mano de obra y las mercancías habían aumentado en un 400%. El 85 por ciento de Rusia vivía aún de la agricultura, y en los pocos centros industriales aumentaban la radicalización y las huelgas. Especialmente en Petrogrado, conocida luego como Leningrado y hoy como San Petersburgo.
"¡Dennos pan que nos morimos de hambre!"
Mucho antes del decisivo 23 de de febrero, en las grandes fábricas de municiones se habían encendido conflictos laborales. Miles coreaban "Pan, pan!". Pero el zar prefirió enviar tropas. Parte del ejército apoyó sin embargo la revuelta. Muchos siguieron en Moscú el ejemplo. Después de que el zar demandara disolver el Parlamento, los parlamentarios asumieron el control. Algo similar a lo que sucedió en 1789 en París: ese fue el verdadero acto subversivo. La revuelta callejera condujo a una verdadera revolución. El resultado: la victoria de los bolcheviques.
La actitud de los generales, que aceptaron la sitiación en silencio, fue clave para el cambio de poder. El interés de los militares era claro: las ideas liberales no eran lo suyo. Lo que buscaban era mantener el poder de defensa del Estado y la continuación de la guerra.
La batalla política real y decisiva no se dio hasta medio año después en la Revolución de Octubre, en la que los bolcheviques tomaron el poder. Sólo en 1922, se pudo constituir un nuevo Estado multinacional, la URSS.
Por su tamaño y potencia, los rusos prefieren recordar aquella fecha y no tanto la revolución de febrero.
La encantadora San Petersburgo
La "capital al norte de Rusia" es como un tesoro, ya que tiene mucho que contar sobre la cultura, la historia y el presente de Rusia. La periodista de DW Svetlana Savchenko quedó impresionada con la ciudad.
Imagen: DW/S. Savchenko
Bailar en el casco antiguo
La noche en San Petersburgo es movida y, aunque haya frío, la gente sale a la calle. Hay muchos lugares donde se puede bailar a cielo abierto. La mayoría de las veces, un profesor de baile muestra cómo se hace y luego ya puede comenzar la fiesta.
Imagen: DW/S. Savchenko
En el río Neva
La periferia de la capital en el norte de Rusia, como se conoce a San Petersburgo, tiene su encanto. Huele a agua y el viento cortante no cesa de soplar, pero la gente ya no lo siente más. Al otro lado del río Neva se divisa la Iglesia de la Resurrección de Cristo, una de las más hermosas del país.
Imagen: DW/S. Savchenko
Iglesia de la Resurrección de Cristo
En este lugar, el Zar Alejandro II sufrió un atentado en 1881. Su hijo, Alexander III mandó erigir una iglesia para rezar por su padre. La iglesia se ha utilizado además como teatro y sala de conciertos. Tras 27 años de continuas reformas se ha convertido en un museo desde 1997.
Imagen: DW/S. Savchenko
Tras las huellas de los escritores
Las calles de San Petersburgo están llenas de recuerdos literarios para los rusos. En esta ciudad vivieron los héroes de los famosos escritores como Dostojewski, Tolstoi y Pushkin A veces detallaban las rutas de sus héroes de manera tan minuciosa que hoy podemos seguir sus huellas y sus destinos.
Imagen: DW/S. Savchenko
Viajar como en la época de los zares
Como en otras grandes ciudades europeas, en San Petersburgo también se puede viajar de forma tranquila. En el centro sobre todo puede encontrar con facilidad carruajes para ver los rincones de la ciudad.
Imagen: DW/S. Savchenko
Una ventana a Europa
En Rusia se dice que Pedro I de Rusia abrió una ventana a Europa con la fundación de San Petersburgo. Su residencia en Peterhof también estaba orientada hacia Europa. En el Golfo de Finlandia, los barcos podían navegar por el canal hasta el palacio para honrar al zar.
Imagen: DW/S. Savchenko
Palacio de Peterhof
La gran caía de agua ante el palacio consta de 64 cascadas y 255 esculturas. Cada escultura es una alegoría. La escultura del centro, por ejemplo, muestra a Sansón luchando contra un léon, y simboliza el triunfo contra Suecia en 1709, ya que el león se halla en el escudo sueco.
Imagen: DW/S. Savchenko
El teatro Mariinski
Los visitantes de la ciudad no pueden perderse el centro de ballet y ópera. Este edificio construido en 1860 (izquierda) se amplió en 2013 (derecha). En el teatro Mariinski se han estrenado muchos ballets y óperas rusos, como "Cascanueces" de Tschaikowski.
El parque forma parte de los cinco paisajes ajardinados y se halla a 30 km al sur del centro de la ciudad. Su diseño al estilo inglés fue expreso deseo de Catarina II, llamada la Grande.
Imagen: DW/S. Savchenko
El Palacio de Catalina
En el centro del parque se halla la indiscreta dacha del zar. Desde 1717 se reformó varias veces, ampliada por Catalina II y se convirtió en la sede del kaiser ruso.
Imagen: DW/S. Savchenko
Interiores dorados
Probablemente no se pueda ver tanto oro en el mundo como en los palacios rusos. Bartolomeo Francesco Rastrelli fue el responsable del diseño de la magnífica arquitectura del Palacio Peterhof y del Palacio de Invierno en San Petersburgo.
Imagen: DW/S. Savchenko
Catedral de Nuestra Señora de Kazan
Una de las iglesias más llamativas en San Petersburgo se construyó a principios del siglo XIX tomando como modelo la Basílica de San Pedro en Roma. Aquí se enterró al general Mijaíl Kutusow, un héroe de guerra quien luchó contra Napoleón.
Imagen: DW/S. Savchenko
Museo de Hermitage
Es uno de los museos de arte más grandes e importantes del mundo. Junto con el Palacio de Invierno, este museo forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO del centro de San Petersburgo. Si desea ver toda las exposiciones, tendría que caminar unos 25 km.