Rutte: un año al timón de la OTAN en tiempos turbulentos
29 de septiembre de 2025
Al asumir el cargo de la alianza transatlántica, el 1º de octubre de 2024, tras la década de Jens Stoltenberg al frente de la OTAN, el ex primer ministro neerlandés Mark Rutte sabía que no habría un aterrizaje suave en su nuevo puesto. Rutte había sido el candidato obvio para el liderazgo porque los aliados europeos creían que, si Donald Trump resultaba reelegido como presidente de Estados Unidos poco más de un mes después, él era el mejor preparado para manejar lo que pronto sería una relación extremadamente frágil entre la OTAN y Estados Unidos.
Durante la campaña, Trump había ofrecido abiertamente al presidente ruso Vladimir Putin, hacer "lo que se te dé la maldita gana" con los países que no hubieran cumplido su promesa de 2014 de gastar al menos el 2 % de su producto interno bruto (PIB) en defensa. En su primer mandato, incluso había reflexionado sobre retirar a Estados Unidos de la alianza.
La OTAN tenía tres metas, acuñadas por su primer secretario general, Lord Ismay: las más importantes de ellas eran "mantener a los estadounidenses dentro" y "a los rusos fuera". La tercera, "mantener a los alemanes abajo”, acabaría revirtiéndose cuando Berlín fue presionada para aumentar su presupuesto de defensa y su preparación militar.
"Hacer un trato”
Una vez que Trump fue efectivamente reelegido, Rutte asumió con entusiasmo -aunque no necesariamente con total transparencia- la tarea de renovar el compromiso estadounidense con la OTAN. Antes incluso de la investidura de Trump, viajó a Mar-a-Lago, en Florida, EE. UU., para reunirse con el presidente electo, en un viaje que intentó, sin éxito, mantener en secreto.
En una reunión posterior, en marzo, ya con Trump en funciones, Rutte fue criticado por permanecer casi en silencio mientras el presidente prometía adquirir Groenlandia, la isla más grande del mundo, y una provincia semiautónoma de Dinamarca, miembro de la OTAN.
Jim Townsend, exsubsecretario adjunto de Defensa de EE. UU. para política europea y de la OTAN, dijo que el espectro de Trump junto al vicepresidente estadounidense, JD Vance, reprendiendo públicamente al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski , en la Casa Blanca, pudo haber disuadido a Rutte de discutir en ese momento sobre Groenlandia. "Uno no hace eso a menos que haya vidas en juego”, sugirió. "Creo que, en realidad, si Rutte hubiera intervenido en ese momento e intentado decir algo sobre eso, no habría salido bien, y habría empeorado la situación”, indicó a DW.
Townsend, ahora investigador principal del Center for a New American Security, dijo que Rutte pudo haberse excedido "con los halagos” hacia Trump. "Ciertamente no es bueno complacer tanto a un solo aliado”, señaló. "No se puede tener favoritos. Pero en este caso, siendo Estados Unidos un aliado poderoso, es importante que Rutte haga lo que sea necesario para mantener a Trump al lado, y no le lance piedras desde afuera”.
El camino a La Haya: pavimentado con buenas intenciones
Después, funcionarios estadounidenses advirtieron que Trump quizás ni siquiera asistiría a la cumbre de la OTAN en junio en La Haya, ciudad natal de Rutte, si la alianza no elevaba la meta de gasto en defensa del 2 % al 5 % del PIB. Rutte presionó a los miembros, jugó con fórmulas creativas y logró que los números cerraran: finalmente, el Air Force One aterrizó en Europa.
"Su capacidad para manejar eficazmente tensiones internas y fisuras políticas está probada”, dijo Rem Korteweg, jefe del programa de EE. UU. en el Instituto Clingendael, con sede en La Haya. "Los aliados europeos necesitan asumir más responsabilidad sobre su propia seguridad. Eso ya está claro. Se comprometieron a más gasto en defensa, y Estados Unidos, a cambio, ha renovado su compromiso con la defensa de la alianza. Esto son buenas noticias. El problema es que no sabemos cuánto durará. Puede que se trate de éxitos a corto plazo. Dadas las presiones que enfrenta la alianza, otros temas importantes, aunque quizás menos urgentes, están quedando relegados”, señaló a DW.
La respuesta de Trump a la cumbre fue una que pocos miembros habrían imaginado. "Vine aquí porque era algo que se supone debía hacer”, dijo Trump al partir de La Haya, "pero me voy de aquí con otra impresión. Me voy diciendo que estos [líderes de la OTAN] realmente aman a sus países. No es un robo, y estamos aquí para ayudarlos a proteger su país”.
El presidente estadounidense quizá no llegó a esta conclusión únicamente por obra de Rutte. Otros líderes de la OTAN también trabajaron duro en la recomposición transatlántica, pero así como la presión había recaído sobre él, también se le ha otorgado ese mérito.
En resumen, no ha sido un mal primer año, según observadores internacionales. Su segundo año, por supuesto, le traerá aún más desafíos.
(md/cp)