Mientras las naves del Kremlin son parte de un tablero geopolítico que los trasciende, la dura cotidianidad acapara todas las energías de los cubanos, comenta Yoani Sánchez, desde La Habana.
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Imagen: Arial Ley/AP/picture alliance
Bajo la lluvia de este sábado, con porte rígido y mirada perdida, un militar ruso aguantaba el aguacero sobre la cubierta del submarino Kazan en la bahía de La Habana. Los interesados pudieron, durante esa jornada, visitar el casco de la fragata Gorshkov, un barco de 135 metros de eslora que era parte de la flota que el Kremlin envió a Cuba. La llegada de las naves ha reavivado el fantasma de la Guerra Fría y su partida nos deja una estela diplomática y política muy negativa.
En medio de la grave crisis económica y energética que atraviesa la isla, Moscú es visto por las autoridades cubanas como un asidero para evitar el quiebre total de un Estado que ya apenas puede garantizar lo mínimo. Al tener a sus espaldas el oso ruso, el castrismo parece más fuerte y sólido, menos abatible. Pero el mensaje no va solo dirigido a Washington, archienemigo del Partido Comunista de Cuba, sino que también tiene lecturas muy directas para una ciudadanía harta de los largos cortes eléctricos, el desabastecimiento y la ineficiencia productiva.
La mañana gris de este lunes, las embarcaciones partieron del puerto habanero bajo la atenta mirada de las pocas agencias de prensa extranjeras que quedan en la Isla, agotadas de esperar por la caída de un régimen que lleva décadas convertido en un fósil viviente del siglo XX. A los espectadores de esa partida se les sumaron unos pocos pescadores que le arrancaban a las aguas contaminadas de la bahía algo que poner en el plato, los curiosos que no se querían perder el "regreso de los soviéticos convertidos en rusos" y algunos empleados de Moscú residentes en la capital cubana.
La llegada y la partida de la flota militar rusa fue observada por curiosos y empleados de Moscú en La Habana.Imagen: Arial Ley/AP/picture alliance
Más allá de esos ocasionales observadores, la salida de las naves de guerra y de la oscura silueta del submarino de propulsión nuclear fueron apenas motivo de atención en una ciudad volcada hacia otras urgencias. Las largas colas para comprar comida, los cortes eléctricos, la basura que se amontona en las esquinas y una situación epidemiológica preocupante atraían más la atención que los buques enviados por Vladimir Putin. Mientras las naves del Kremlin son parte de un tablero geopolítico que nos trasciende, la dura cotidianidad acapara todas nuestras energías.
Como en aquellos días de la Crisis de los Misiles de 1962, en esta ocasión también hubo quien, al interior del país, ni siquiera se enteró del pulso que se desarrollaba en nuestras aguas territoriales. Mientras estaba el submarino ruso en La Habana, el estadounidense USS Helena llegaba a la Bahía de Guantánamo. Ambas máquinas de guerra estaban apenas separadas por unos cientos de kilómetros. Un incidente menor en nuestras costas, casi como el aleteo accidental de una mariposa, hubiera podido generar una gran conmoción en otras partes del mundo.
Este 17 de junio, finalmente los buques rusos han zarpado, pero con ellos no se ha ido ni la tensión ni el peligro. Su visita a La Habana deja claro que las migajas económicas que Moscú ha ofrecido a la Isla tienen un costo claro en lealtades y en servir a Putin como puerta de entrada política y diplomática a América Latina. El Kremlin siempre quiere más, así que habrá que esperar nuevas incursiones. Esta vez fue una flotilla de naves de guerra, en el futuro la presencia puede ir un paso más adelante, unas cuadrículas más adentro en el tablero geopolítico y un tono más agresivo que el mostrado esta semana. El régimen cubano lo ha dejado claro: somos el nuevo traspatio de Rusia en esta parte del mundo.
Octubre de 1962: Cuba, en el epicentro de la crisis de los misiles
La crisis de los misiles puso al mundo al borde de una guerra atómica. Un vistazo a esos aciagos días de octubre de 1962.
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Misiles soviéticos en Cuba
El 14 de octubre de 1962, aviones del servicio de inteligencia estadounidense confirmaron la presencia de lanzaderas y misiles de medio alcance en la región occidental de Cuba y documentaron su hallazgo con fotografías aéreas. Estallaba así la "crisis de los misiles", que llevó a Estados Unidos y la Unión Soviética al borde de una confrotación nuclear.
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Aliados en la Guerra Fría
Fidel Castro y el líder soviético, Nikita Kruschev, llegaron a un acuerdo secreto en julio de 1962 para instalar misiles nucleares en Cuba, con el fin de disuadir a Estados Unidos de invadir la isla. Moscú quería también equilibrar fuerzas con Estados Unidos, que previamente había emplazado en Turquía misiles capaces de hacer blanco en territorio soviético.
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Invasión frustrada
Más de un año antes, en abril 1961, tropas paramilitares de cubanos exiliados habían desembarcado en Bahía de Cochinos, en un intento por derrocar al gobierno de Castro, con el respaldo de Estados Unidos. Tras el fracaso de ese episodio, que también se conoció como invasión de Playa Girón, se temían nuevos esfuerzos estadounidenses por invadir la isla.
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Kennedy impone una "cuarentena"
El presidente estadounidense, John F. Kennedy, reaccionó a la evidencia de la presencia de misiles soviéticos en Cuba anunciando, en un discurso televisado, el 22 de octubre, una "cuarentena" naval en torno a la isla, y conminando a Moscú a retirar dicho armamento.
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Movilización cubana
En esos momentos de extrema tensión, en que el mundo se hallaba al borde de una guerra entre las superpotencias, también Cuba se preparaba para una posible invasión. Fidel Castro, que en la foto inspecciona armas pesadas, advirtió del peligro a la ciudadanía y se ordenó la movilización de aproximadamente 300.000 hombres armados.
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El bloqueo naval
El 24 de octure se hizo efectivo el bloqueo naval. Mientras Washington y Moscú negociaban tras bambalinas, febrilmente, en busca de una salida, buques estadounidenses patrullaron la zona, dejando pasar solo naves tras comprobar que no llevaban armamento a bordo. (En la foto, el destructor estadounidense Barry navega junto al buque soviético Ansonov, el 10 de noviembre de 1962).
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El caso ante la ONU
Estados Unidos presentó imágenes de las armas soviéticas ante el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se produjo un acalorado debate y el representante de Moscú negó la veracidad de las acusaciones.
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La retirada
Tras días de intensas negociaciones, se llegó a un acuerdo en virtud del cual Estados Unidos se comprometió a no invadir Cuba, a cambio del desmantelamiento y retirada de los misiles soviéticos de la isla. El 28 de octubre, Kruschev anunció que las armas en cuestión serían retiradas en las semanas siguientes. (En la foto, el buque Kasimov deja Cuba con aviones soviéticos a bordo, en diciembre).
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El triunfo de la diplomacia
Aunque no se reconociera abiertamente, Washington aseguró también a Moscú que, en un tiempo, retiraría sus misiles de Turquía. La conciencia de que un enfrentamiento llevaría a un holocausto nuclear indujo a Nikita Kruschev y John F. Kenndey (en la foto, en un encuentro en Viena en 1961) a utilizar a fondo la diplomacia para superar lo que se considera la crisis más peligrosa de la Guerra Fría.