Serbia, el socio incómodo
14 de diciembre de 2006A algunos les parecen lejanos los días de la masacre en Srebrenica, de los campos de concentración para bosnios musulmanes, y de la llamada "depuración étnica" promovida como campaña de terror por el antiguo líder serbio, Radovan Karadzic.
Otros, en cambio, piensan que el peligro por la violencia étnica en los Balcanes no desaparecerá del todo mientras Karadzic y su jefe militar, Ratko Mladic, permanezcan como prófugos de la Justicia, presuntamente al amparo de grupos ultranacionalistas serbios.
Cambio sin resultados
Ambas partes tienen algo de razón. El solo hecho de que la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) haya admitido a Serbia -así sea como mero "asociado"- es una demostración de cuánto ha cambiado el panorama político de la zona.
También es incontrovertible el hecho de que, al menos en lo que respecta al destino de Karadzic y Mladic, todos los esfuerzos del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY) -creado ex profeso para juzgar y sentenciar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el largo conflicto balcánico- han resultado infructuosos.
Una figura menor
La figura más célebre, entre los detenidos por la violencia étnica de la dirigencia serbia, es Slobodan Milosevic. Pero este líder, recientemente fallecido, nunca reconoció cabalmente haber cometido crímenes de guerra. El tribunal tampoco avanzó mucho en la comprobación jurídica de aquellos actos.
Además, y aunque pocos los recuerden, el ex presidente serbio fue durante la guerra en los Balcanes un personaje que se mantuvo en segundo plano. Su sentencia no era más que un premio de consolación ante la imposibilidad de arrestar a los dos responsables directos de los crímenes de guerra cometidos en la zona. Pero Milosevic murió antes, y dejó al tribunal totalmente huérfano de victorias. Volvió entonces al tapete la pregunta: ¿dónde están Karadzic y Mladic?
El enigma flota en el aire, aun cuando Serbia festeje oficialmente la nueva colaboración con la OTAN. El acuerdo, inscrito dentro de la llamada "Asociación para la paz", no es una membresía de hecho. Pero el gobierno serbio espera que dentro de poco pueda concretarse el ingreso total a la alianza que precisamente hace siete años sellaba con bombardeos el fin de la crisis balcánica.
Paradoja para la OTAN
La ceremonia de este jueves no es menos paradójica para la OTAN, cuyo secretario general, Jaap de Hoop Scheffer, se vio en la necesidad de aclarar lo siguiente: "La aprobación de esta asociación no significa en ningún modo que se han olvidado las condiciones del Tribunal Internacional para juzgar los crímenes en la antigua Yugoslavia".
La titular de dicho organismo jurisdiccional, Carla Del Ponte, dejó clara su molestia. Dijo que "es absolutamente indispensable la total colaboración de Serbia y Bosnia Herzegovina" (país que también ingresó al programa de colaboración con la OTAN). Apenas hace una semana, Del Ponte acusó a ambos gobiernos de realizar esfuerzos "insuficientes" para la captura de Karadzic y Mladic.
Las críticas se extienden a nivel europeo. En mayo pasado, la Unión Europea congeló un acuerdo bilateral por la poca cooperación de ese país hacia el Tribunal Internacional. El gobierno de Alemania se opone a la reanudación de cualquier negociación. Pero Serbia tiene aliados como Italia, Austria y, sobre todo, Rusia. Esta última podría dar al gobierno de Belgrado un margen necesario para mantener su táctica dilatoria. Y, finalmente, para que Karadzic y Mladic puedan sentirse seguros en su exilio inviolable.