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Serbia vota a Aleksandar Vucic, el político omnipresente

Norbert Mappes-Niediek
22 de junio de 2020

Los serbios parecen haber elegido la estabilidad, pero, a pesar de que Vucic obtuvo el 63 por ciento de los votos y ha derrotado a toda la oposición, esa estabilidad es engañosa, opina Norbert Mappes-Niediek.

Aleksandar Vucic votando en Belgrado.
Aleksandar Vucic votando en Belgrado.Imagen: Reuters/M. Djurica

Aunque el mundo parezca estar volviéndose loco, justamente en el corazón de los Balcanes reinan la paz y el contento. Durante décadas se dijo que los Estados de esta agitada región solo serían capaces de alcanzar la paz a través de un un rumbo decididamente europeo, democrático y en el que prevalezca el estado de derecho. Pero es evidente que esa idea es equivocada.

Con el autoritario Aleksandar Vucic, Serbia parece haberse encontrado a sí misma. En lugar de balancearse como un remolque tras el serpenteante tanque de la Unión Europea, el presidente Vucic lleva el timón del país con pulso firme sobre aguas turbulentas, y mostrando a todos cómo se llega seguro a la nueva orilla: Vucic quiere viajar a la Casa Blanca, en Washington, el sábado (27.6.2020) y celebrar allí la "reconciliación" con Kosovo, o al menos "abrir un nuevo capítulo". Ni Europa ni Angela Merkel garantizan ahora la seguridad y el orden, sino más bien Aleksandar Vucic y, aunque sea difícil de creer, Donald Trump. 

Estructura de poder del SNS

Incluso el fabuloso resultado electoral se malinterpreta como un voto de confianza hacia el presidente. Su "Partido Progresista Serbio" (SNS) no es una fuerza dentro de un sistema pluralista, donde los partidos competirían con ideas y argumentos por el voto. No es "un” partido, sino "el” partido: una estructura de poder como lo fue en su día el Partido Comunista (KP).

Norbert Mappes-Niediek, corresponsal en el sur de Europa.Imagen: L. Spuma

Quien quiera trabajar, ya sea solo o como empresario, quien necesite fondos fiscales para su comunidad como político local, debe arreglárselas con el poder omnipresente. Con sus 730.000 miembros, el SNS es el partido más grande de toda Europa, y es el mayor partido en un país con apenas más habitantes que la región alemana de Hesse. Cualquiera que le deba su trabajo o posición al partido -y eso es ahora el caso de casi todo los habitantes en Serbia- haría bien en votar al SNS, porque si este pierde su poder, también desaparecerán los empleos. Es un sistema cerrado, y se impermeabiliza aún más durante las campañas electorales. Los activistas llaman a todos los miembros y simpatizantes que le deben algo al partido y les preguntan por sus preferencias en las urnas. ¿Quién no expresaría feliz su devoción por el SNS?

Este partido ha aumentado su poder con pequeños subsidios, donaciones a cadenas de radio locales, favores a alcaldes y contratos generosos. Con el imperceptible aumento del poder, desaparecieron muchos rivales pasando a gobiernos provinciales. Hace solo unos años, el expupilo de Milosevic llegó al poder como vice primer ministro, y hoy solo ¡el sobresale, porque ya no hay oposición. Los socialistas son el segundo partido más fuerte, con casi el once por ciento de los votos.

Sistema estable como el comunismo

El sistema es estable; tan estable como lo era el comunista. Solo puede funcionar si hay algo para perdonar y distribuir. Y ese sigue siendo el caso, gracias a tácticas inteligentes: las subvenciones de la UE y las inversiones de China le dieron a Serbia el mayor crecimiento en la región junto con Rumania hasta la crisis del coronavirus, y según las previsiones, el desplome después de la pandemia será menor que en otros lugares. Los inversores aprecian el país: el partido todopoderoso ha establecido una "ventanilla única", donde no hay problemas para obtener licencias y tampoco se ofrece resistencia.

Serbia ha actuado con más dureza que cualquier otro país en Europa contra la COVID-19: con un toque de queda desde las 5 de la tarde hasta las 5 de la mañana, con sanciones draconianas y un confinamiento de 24 horas para todos los mayores de 65 años. Pero a diferencia de las personas, el virus no se siente intimidado por el fuerte Estado y se alimenta de condiciones sociales desoladoras. Después de los primeros éxitos cosechados, el número de infecciones aumenta nuevamente, sobre todo en las residencias estudiantiles, donde los jóvenes conviven con casi tanta cercanía como los trabajadores en los mataderos de Westfalia. Este tema permaneció encubierto hasta el día de las elecciones. La fecha, al parecer, fue elegida a la perfección.

Dos dueños de casa

Vucic conduce al país hacia una estabilidad parecida a la de la pandemia en Serbia. El problema es que ahora ya no queda nadie para contradecirlo, y como tiene corta incluso a la Iglesia Ortodoxa, el presidente también es libre de resolver, a su manera, finalmente, la fastidiosa cuestión sobre Kosovo.

Vucic y su alter ego albanés, Hashim Thaci, han estado luchando por intercambiar áreas entre Serbia y Kosovo durante dos años. No trataron de establecer una reconciliación real, de analizar el pasado, de que exista tranquilidad en la vida cotidiana ni de que se produzcan encuentros entre ambas sociedades. Todo lo contrario: la solución favorita de ambos líderes es ser el dueño de casa, con lo cual ya no sería necesario tomar en cuenta los derechos de las molestas minorías. El hecho de que Trump se convierta en el pacificador, encaja bien: la política a seguir entre estos hombres fuertes es reemplazar las reglas internacionales por "acuerdos" bilaterales”. Si la maniobra también sirve para molestar a los europeos, mucho mejor.

Vucic obtuvo un resultado fantástico, del 62 al 63 por ciento de los votos. Pero en Europa, como se dice, con la estabilidad nunca se sabe. El escritor ruso-estadounidense Alexei Yurtschak resumió con exactitud la experiencia de toda una generación en una sola frase: "Everything was forever, until it was no more" o "Todo era para siempre, hasta que ya no fue más".

(rmr/cp)

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