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Descifran asesinato de sacerdote que sacudió Londres en 1337

17 de junio de 2025

En las bulliciosas calles del Londres medieval, una noble y un sacerdote tejieron una historia de pasión, traición y sangre que ha permanecido oculta durante siglos.

El proyecto "Medieval Murder Maps" de la Universidad de Cambridge reconstruyó meticulosamente el crimen medieval que conmocionó a la Inglaterra del siglo XIV. (Imagen de referencia)
El proyecto "Medieval Murder Maps" de la Universidad de Cambridge reconstruyó meticulosamente el crimen medieval que conmocionó a la Inglaterra del siglo XIV. (Imagen de referencia)Imagen: akg-images/picture alliance

El 3 de mayo de 1337, en plena Cheapside –una de las arterias más bulliciosas del Londres medieval– y cerca de la majestuosa catedral de San Pablo, un sacerdote fue brutalmente degollado y apuñalado. El ataque, perpetrado por un grupo de sicarios ante decenas de testigos horrorizados, no fue un crimen impulsivo, sino una ejecución meticulosamente orquestada a plena luz del día. La víctima: John Forde.

Casi siete siglos después, meticulosas investigaciones han desvelado que aquel crimen fue obra de una de las mujeres más audaces y peligrosas de su tiempo: Ela Fitzpayne, una noble de extraordinario temple que desafió al mismísimo arzobispo de Canterbury y ejecutó su venganza contra el hombre que una vez fue su amante.

El caso, reconstruido con sorprendente detalle por el criminólogo Manuel Eisner como parte del proyecto Medieval Murder Maps de la Universidad de Cambridge, y publicado en la revista científica Criminal Law Forum, rivaliza en intriga con cualquier ficción contemporánea. 

Como un oscuro relato extraído de "Juego de Tronos", pero anclado en la realidad histórica, esta crónica medieval entreteje elementos fundamentales de la condición humana: poder absoluto, pasión prohibida, traición imperdonable y una venganza calculada que aguardó pacientemente su momento durante años.

Ela Fitzpayne: la noble que desafió al arzobispo de Canterbury

Forde, lejos de ser un clérigo inocente, desempeñó un papel fundamental en esta sombría tragedia medieval. El origen del conflicto se remonta a cinco años antes del asesinato. En 1332, una contundente misiva del arzobispo de Canterbury, Simon Mepham, expuso públicamente a la noble Ela Fitzpayne. En ella, se le acusaba de mantener relaciones prohibidas con "caballeros y otras personas, solteros y casados, e incluso con clérigos en las órdenes sagradas", señalando explícitamente entre sus amantes al propio sacerdote Forde.

Como consecuencia de este escándalo, Fitzpayne fue sentenciada a una degradante penitencia pública: la noble debía recorrer, cada otoño, las frías losas de la catedral de Salisbury, caminando descalza mientras sostenía una pesada vela de cera, expuesta a las miradas acusadoras de toda la comunidad.

Fitzpayne no cumplió. Según otra carta del arzobispo, se refugió en Rotherhithe, a orillas del Támesis, y fue excomulgada. El único amante nombrado en los documentos era precisamente Forde, por entonces rector en una parroquia situada en tierras de los Fitzpayne. Todo sugiere que el propio Forde la había delatado, quizá presionado por la Iglesia. La relación, que en algún momento fue cercana, se rompió con escándalo.

La catedral de San Pablo, cerca de donde el sacerdote John Forde fue asesinado en 1337, dominaba el paisaje urbano del Londres medieval, según esta ilustración de como se habría visto la ciudad en 1540.Imagen: The Print Collector/Heritage Images/picture alliance

Crimen y poder en la Inglaterra del siglo XIV

Pero la conexión entre ambos no se limitaba al escarceo amoroso. Una década antes del asesinato, en 1322, Fitzpayne, su marido Robert y el propio Forde fueron señalados por una Comisión Real como partícipes en un violento asalto a un priorato benedictino, según detalla el artículo de la Universidad de Cambridge. 

El grupo –que actuaba como una especie de mafia señorial– robó ganado, taló árboles y exigió rescates. Todo ocurrió en un momento de tensión creciente entre Inglaterra y Francia, lo que los investigadores creen que sirvió como excusa conveniente para la incursión.

Este pasado compartido hace más plausible la hipótesis de una traición: Forde, cercano a la familia Fitzpayne y posiblemente protegido por ella, terminó siendo su delator. Para el arzobispo Mepham, decidido a imponer disciplina moral entre la élite, el escándalo ofrecía la oportunidad perfecta de reafirmar el poder de la Iglesia. Pero para Ela Fitzpayne, la humillación pública habría sido una afrenta imperdonable.

La venganza tardó en llegar, pero fue despiadada. Cinco años después de la humillación pública y cuatro años después de la muerte del arzobispo Mepham, Ela Fitzpayne, con frialdad calculada, encargó el asesinato de Forde. 

Según relata la Universidad de Cambridge, un conocido clérigo llamado Hasculph Neville, amigo del sacerdote, distrajo a Forde mientras cuatro hombres, entre ellos Hugh Lovell, hermano de Ela, emboscaron y asesinaron al sacerdote ante numerosos testigos. Uno de ellos le cortó el cuello con una daga de unos 30 centímetros, mientras otros dos lo apuñalaban en el estómago.

Según Criminal Law Forum, al menos tres de los atacantes estaban directamente vinculados a Ela Fitzpayne: además de su hermano, habrían participado antiguos sirvientes. La localización del crimen, en plena Westcheap –una zona conocida por sus mercados, tabernas y también como epicentro de homicidios medievales–, parece haber sido elegida a propósito. Para Eisner, se trató de una exhibición de poder: un asesinato ritual, con un mensaje claro dirigido al clero.

"Westcheap era un lugar de exhibiciones de justicia cívica", explica Eisner. "Como escenario de rituales públicos de castigo, esto parece haber incluido asesinatos extrajudiciales", agrega.

Justicia selectiva en la Inglaterra medieval

Más allá del crimen, el caso Forde-Fitzpayne revela las profundas desigualdades en la aplicación de la justicia medieval. A pesar de que el jurado del caso –compuesto por 33 hombres, uno de los más numerosos registrados– identificó claramente a los asesinos, incluyendo al hermano de Ela, la mayoría nunca enfrentó consecuencias.

"A pesar de nombrar a los asesinos y de conocer claramente al instigador, a la hora de perseguir a los autores el jurado hace la vista gorda", afirma Eisner. "Una casa de la más alta nobleza y, al parecer, nadie sabe dónde están para llevarlos a juicio. Alegan que el hermano de Ela no tiene pertenencias que confiscar. Todo inverosímil. Típico de la justicia clasista de la época".

La zona de Cheapside o Westcheap, epicentro de homicidios medievales, aparece representada en este mapa de 1814 que reconstruye cómo se veía en 1585, próximo al lugar donde Ela Fitzpayne orquestó el brutal asesinato del sacerdote John Forde en 1337.Imagen: Heritage Images/picture-alliance

Solo Hugh Colne, uno de los antiguos sirvientes de los Fitzpayne, fue finalmente condenado por el crimen, y esto ocurrió cinco años después, en 1342.

En cuanto a Ela Fitzpayne, a pesar de su implicación en el sangriento asesinato, continuó su vida con sorprendente impunidad. Permaneció casada con Sir Robert Fitzpayne hasta la muerte de este en 1354, momento en que heredó íntegramente su considerable fortuna. Falleció años después, acaudalada, respetada por la sociedad de su tiempo y sin haber enfrentado jamás cargo alguno por sus acciones.

Su extraordinaria figura, que desafía radicalmente la imagen de la mujer sumisa del siglo XIV, emerge ahora como la de una conspiradora audaz. Una mujer "excepcional" para su época, capaz de desafiar abiertamente a la Iglesia, liderar incursiones y saqueos y –según revela la reciente y exhaustiva investigación– orquestar con precisión implacable un asesinato que resonaría a través de los siglos.

Editado por Felipe Espinosa Wang con información de la Universidad de Cambridge y Criminal Law Forum.

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