Si deforestar la Amazonía sale barato, se seguirá haciendo
Luis García Casas
Opinión
14 de diciembre de 2019
¿Dónde está el punto de no retorno hasta el que se puede explotar la Amazonía sin dañarla irremediablemente? ¿Merece la pena acercarse a él cada año un poco más?
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La Amazonía encierra una riqueza biológica, mineral y petrolera incalculable. Por otro lado, el consenso entre los científicos sobre su importancia para regular el clima y el régimen de lluvias en todo el continente no deja lugar a dudas. Así que los países que albergan esas riquezas no pueden explotarlas sin perjudicar a todos sus vecinos y, en general, a todo el planeta.
Una opción es buscar maneras de extraer y explotar esas riquezas naturales sin dañar irremediablemente el ecosistema. Pero hasta que se inventen una agricultura y ganadería intensivas que no requieran deforestar y hasta que se inventen unas técnicas extractivas que no perjudiquen ni contaminen el medio ambiente, la única forma de preservar la Amazonía es limitando su explotación económica. Y es lo que se intenta hacer.
Colaboración internacional
Si es todo el planeta el que se beneficia de que los países con selva amazónica no la exploten, también todos los países deberían cooperar en su conservación. ¿Por qué iban si no a renunciar a los tesoros que encierra el Amazonas países como Perú, Bolivia, Venezuela o Brasil, cuyas economías además no se encuentran en su mejor momento? ¿Dónde está el punto de no retorno hasta el que se puede explotar la Amazonía sin dañarla irremediablemente? ¿Merece la pena acercarse a él cada año un poco más?
Para que no merezca la pena deforestar la Amazonía tiene que haber incentivos económicos para no hacerlo. Más allá de que esos incentivos puedan ser utilizados como moneda de cambio en otras negociaciones políticas, su necesidad es obvia: tiene que ser rentable preservar la selva amazónica en el corto plazo, no fiar su protección al miedo a que su deforestación produzca cambios irreversibles en el clima del continente a largo plazo.
Una proclamación fuera, otras prácticas dentro
El Gobierno de Perú defiende en los foros internacionales una postura de "deforestación cero". Hay otras opciones, por supuesto: el Gobierno de Brasil, por ejemplo, ve la Amazonía como "una gran parcela" esperando "ser explotada" económicamente. Es una decisión política. Se puede elegir no explotar esos territorios o sí hacerlo y cómo, poniendo el acento en la preservación o en el beneficio inmediato.
Lo que no parece muy lógico es defender internacionalmente la "deforestación cero" y, luego, seguir unas políticas que propicien la deforestación. O, al menos, no implementar unos controles que la impidan.
Uchunya: la lucha por la tierra y el medio ambiente
04:00
Un caso de libro
En el caso que ha llegado al Tribunal Constitucional de Perú entre una plantación de palma aceitera y la comunidad de Santa Clara de Uchunya se cruzan también los derechos indígenas. Pero en lo que a pura gestión económica se refiere, es un caso de manual en el que el empresario ha calculado que el beneficio es mayor que el coste. "La norma penal será eficaz en la prevención de este tipo de conductas delictivas [contra el medio ambiente] siempre que se cumpla que la sanción multiplicada por la probabilidad de que se produzca sea mayor que el beneficio". El extracto está sacado del 'Curso básico de Hacienda Pública' que se usa como manual en la universidad española.
Amazonía Uchunya: un especial multimedia de DW
El cálculo que hizo el empresario en este caso, un millonario checo-estadounidense proveniente de la banca de inversión reconvertido en inversor de agricultura extensiva, está claro: la probabilidad de que fuera sancionado era muy baja. Quizá porque no había precedentes, quizá porque confiaba en poder influir en unas administraciones corruptas. El caso va a sentar un precedente, que servirá también a otros posibles inversores para hacer su cálculo de probabilidad. Si deforestar la Amazonía sale barato, lo seguirán haciendo.
Y los indígenas advierten: no quedan más grandes extensiones de terreno, como las que la agricultura extensiva requiere, fuera de los territorios ancestrales indígenas. Las autoridades deben decidir qué es lo que quieren preservar. Y hacerlo rápido. Porque hay mucho en juego. No solo para ellos.
(chp)
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Santa Clara de Uchunya, un pueblo en lucha en la Amazonía peruana
Los uchunya, una comunidad indígena del pueblo shipibo ubicada en Ucayali, se enfrentan a una empresa de palma aceitera que opera en sus tierras ancestrales. DW los visitó para retratar su vida cotidiana.
Imagen: DW/L. García Casas
Nuestro hogar, la selva amazónica
Santa Clara de Uchunya está situada a pocos kilómetros de Pucallpa. Esta comunidad indígena de la Amazonía peruana forma parte del pueblo shipibo y habita a orillas del río Aguaytía, afluente del Ucayali. Desde hace años, sin embargo, se han visto involucrados en un conflicto territorial con una empresa de palma aceitera.
Imagen: DW/L. García Casas
El reto de liderar una comunidad en lucha
Efer Silvano es el jefe de la comunidad uchunya, un cargo que se renueva cada tres años y se elige por votación. Aunque no hay veto alguno a las mujeres, en la práctica, ninguna ha sido escogida aún para ser jefa. En la imagen, el actual líder viste las ropas tradicionales de este pueblo que, no obstante, han sido excluidas de la indumentaria cotidiana del lugar.
Imagen: DW/E. Anarte
Imagen paradisíaca, realidad más compleja
La cabaña de la imagen da una idea de cómo son las viviendas de Santa Clara. El suelo tiene que estar elevado porque las inundaciones pueden convertir el claro en el que está construida la población en un lago. La elección del techo es muy importante a la hora de hacerse un hogar: la chapa puede proteger mucho mejor de la lluvia, pero también puede producir un calor insoportable.
Imagen: DW/E. Anarte
Un coche para la selva
En la selva amazónica peruana también hay vehículos a motor. Los “motocars” como el de la imagen son esenciales para la movilidad entre las poblaciones más aisladas de la región, especialmente si llueve, porque los caminos se vuelven intransitables para otros medios de transporte. Eso sí, la contaminación de la gasolina y el ruido que producen son el precio a pagar, y difícil de pasar por alto.
Imagen: DW/E. Anarte
La “cocha” es la respuesta a todo
El lago Uchunya, al que los locales se refieren como “la cocha”, es una pieza clave de la organización económica de la comunidad. Cuando no tienen agua corriente, vienen aquí a bañarse o a lavar la ropa. Además, de sus aguas obtienen el pescado que tanto les gusta desayunar. Por supuesto, también es un agradable lugar para pasar su tiempo libre.
Imagen: DW/L. García Casas
Bien acompañado se trabaja mejor
Aunque cada uno tiene sus tierras (las "chacras"), en muchos sentidos la vida aquí requiere de colaboración. Las redes familiares de apoyo son de vital importancia, pero también la cooperación entre miembros de la comunidad. En la imagen, varios uchunya -mujeres, hombres e incluso menores- pelan yuca conjuntamente.
Imagen: DW/E. Anarte
Plátano para desayunar, almorzar y cenar
El plátano no es solo una fruta o un complemento para la ensalada en estas latitudes. La banana es la base de la dieta local y se come en multitud de formas, a menudo frita o machacada. Por eso muchas de las tierras que cultivan los uchunya están repletas de los árboles que dan estos frutos, los cuales resisten muy bien el calor de la zona.
Imagen: DW/L. García Casas
Las reglas del partido son las mismas
El deporte también está enormemente presente en el día a día de la comunidad. Cada tarde, al terminar las labores, se organizan partidos de fútbol masculino entre los vecinos. Las mujeres, mientras tanto, juegan al vóleibol, aunque algunos hombres también se les unen. Como en Europa, el fútbol femenino en igualdad de condiciones sigue siendo un asunto pendiente.
Imagen: DW/E. Anarte
Una iglesia vacía en medio de la selva
Hace años que la comunidad carece de un líder religioso cristiano. De acuerdo con los locales, el último misionero, de nacionalidad estadounidense, abandonó la población por problemas de alcoholismo. En la actualidad, los uchunya no tienen un credo oficial, aunque algunos de sus miembros profesan el cristianismo a título individual.
Imagen: DW/E. Anarte
Soldando bajo el calor amazónico
Neiser es el único mecánico de la comunidad. Aunque la mayoría de los hombres uchunya son autosuficientes y saben construir su casa, cazar, cultivar y pescar, el desarrollo de nuevas necesidades, como la de reparar los motocars, fomenta una relativa especialización del trabajo en esta población indígena.
Imagen: DW/E. Anarte
Frontera y fuente de vida
El río Aguaytía es clave para la economía local, ya que es una importante fuente de pescado. Al otro lado, donde se encuentra en esta imagen el comunero Walter, están las tierras ancestrales donde opera la empresa de palma aceitera. Como consecuencia de la disputa, los uchunya ya no pueden obtener tantos alimentos de la caza como antes.
Imagen: DW/E. Anarte
Arte para comer
La popular artesanía shipibo también está presente en Santa Clara de Uchunya, aunque todos dicen que mucho menos que en el pasado. Cuencos cuidadosamente elaborados como los de la imagen se utilizan para comer y beber, además de ser motivo de orgullo local.
Imagen: DW/L. García Casas
La mejor arma: la sonrisa de un niño
Aunque los uchunya llevan años enfrentados a la empresa que, dicen, les ha arrebatado parte de sus tierras ancestrales, la alegría es un don que nadie ha logrado robarles aún. Tampoco la ilusión de los más pequeños, que pronto tendrán que decidir si continuar con el modo de vida tradicional o intentar estudiar y tomar caminos que los llevarán, al menos a corto plazo, lejos de la comunidad.