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Siembran páramo de Colombia con cenizas de víctimas de covid

29 de junio de 2021

Desde 2015, en el Páramo de Guerrero, Colombia, han sido sembrados miles de árboles con cenizas de fallecidos. Hoy se suman las de víctimas de covid.

Vista general del Páramo de Guerrero, cerca de Bogotá, Colombia
Vista general del Páramo de Guerrero, cerca de Bogotá, ColombiaImagen: Raul Arboleda/Getty Images/AFP

Las cenizas de casi mil víctimas del covid-19 reposan imperturbables en una colina de la Reserva Natural El Pajonal de Cogua, a 70 kilómetros de Bogotá, donde han sido sembrados en su memoria 3.000 árboles que dan vida al Páramo de Guerrero, el más destruido de Colombia.

Hasta allí, en lo más alto de la reserva, a 3.400 metros sobre el nivel del mar, camina sin ningún asomo de fatiga Carlos Eduardo Gutiérrez para sembrar, junto a cuatro árboles, las cenizas de su esposa María Emilse Rodríguez, fallecida a los 64 años el pasado 20 de mayo por covid-19.

Se despide de ella lejos del ambiente lúgubre de los cementerios. Toma aliento, empuña una pala sin perder su semblante sereno y empieza a remover la tierra negra, espesa y húmeda en la que esparce sus cenizas.

Cuando la urgencia no da tregua

12:38

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Lo hace en medio de la risa rimbombante de sus nietos gemelos que ayudan a sembrar los cuatro árboles en honor a su abuela, mientras a pocos metros la familia de Alejandra planta entre un llanto amargo las cenizas de dos de sus seres queridos, ambos víctimas de la pandemia.

Alternativa desde 2015

"En homenaje de mi amada esposa que falleció por covid (...) me pareció excelente y fabuloso venir a dejar las cenizas en un espacio libre y creo que va a estar en paz", dice Gutiérrez a Efe después de afirmar con una sonrisa que "nunca había visto una tierra tan hermosa" como en la que acaba de esparcir los restos de María Emilse.

Un colombiano esparce las cenizas de su esposa fallecida, cerca de BogotáImagen: Ivan Valencia/AP Photo/picture alliance

En este camposanto, enquistado en el Páramo de Guerrero, recurso vital del embalse del Neusa, que abastece de agua a la sabana y el norte de Bogotá, miles de familias han encontrado desde 2015 una alternativa para despedir a sus seres queridos al tiempo que rehabilitan el ecosistema, devastado por la explotación desenfrenada del suelo.

"Duramos un mes y cuatro días con las cenizas en el apartamento, y con la ansiedad de venir a dejarlas en un espacio libre, hermoso y sembrando vida para el bien de todos", reconoce Gutiérrez. Él y su esposa, ambos de la misma edad, enfermaron de coronavirus pero ella ingresó a una unidad de cuidados intensivos en la que no sobrevivió.

Desde hace seis años, cuando fue sembrada la primera planta, en este lote han echado raíces unos 6.700 árboles, todos ellos marcados con placas blancas en las que las familias honran la memoria de sus muertos.

EL(efe)

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