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"Sin la inclusión de las mujeres no hay democracia ni paz"

7 de octubre de 2011

Por primera vez en la historia del Premio Nobel de la Paz el galardón ha sido otorgado a tres mujeres; dos liberianas y una yemenita. Las activistas en cuestión vieron recompensadas su lucha por los derechos de la mujer.

“No puede haber democracia sin la inclusión de las mujeres”, comentó el presidente del Comité Nobel Noruego.Imagen: picture-alliance/dpa
El Comité Nobel Noruego anunció este viernes (7.10.2011) que el Premio Nobel de la Paz 2011 y los 1,5 millones de euros con que viene acompañada la distinción serán compartidos por la presidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf; su compatriota, la activista social Leymah Gbowee; y la periodista yemení Tawakkul Karman. Las tres galardonadas han sido reconocidas por luchar sin violencia para incrementar la seguridad de las mujeres en sus respectivos países, por defender su derecho a la plena participación política y por propiciar la paz.
 
“Hemos enviado una señal importante: no puede haber democracia ni desarrollo pacífico sin la inclusión de las mujeres”, comentó el presidente del comité, Thorbjørn Jagland, destacando la labor de Karman en Yemen al describir la exclusión de las mujeres de la política y otros ámbitos de la vida nacional como uno de los principales problemas en los países islámicos. Jagland exaltó también el trabajo de Johnson-Sirleaf y Gbowee, colocándolo en el contexto de la brutalidad a la que fueron sometidas mujeres y niños en la guerra civil de Liberia.
 
La canciller alemana, Angela Merkel, felicitó a las ganadoras del premio. A sus ojos, la elección fue una “decisión sabia“ porque pone de manifiesto que la lucha por los derechos de la mujer es una “auténtica misión por la paz”. Por su parte, el presidente federal de Alemania, Christian Wulff, coincidió con Jagland en que el reconocimiento de la labor de Johnson-Sirleaf, Gbowee y Karman es una “señal importante para que se consoliden los derechos de la mujer a escala internacional”.
 
El reconocimiento de Johnson-Sirleaf, ¿una decisión política?
 
Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta de Liberia.Imagen: dapd
Desde 2006, Ellen Johnson-Sirleaf, de 73 años, es la primera y única presidenta en el continente africano. Su carrera meteórica fue impulsada por una beca que le permitió estudiar Economía en la Universidad de Harvard. Esa experiencia allanó el camino que la condujo a ocupar posiciones en el Banco Mundial y la Organización de las Naciones Unidas. Su severidad en asuntos financieros le ha ganado el apodo de “la Dama de Acero”, un mote que ha calado por la seguridad que exuda en persona.
 
Un informe de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Liberia acusa a Johnson-Sirleaf de haber apoyado a Charles Taylor, presidente de ese país entre 1997 y 2003, en la década de los ochenta.
 
Pero la actual jefa del Gobierno liberiano siempre se ha defendido, alegando haberse distanciado de Taylor cuando salieron a la luz los crímenes contra la humanidad que cometió al intervenir en la guerra civil de Sierra Leona. El crecimiento de la oposición al régimen de Taylor culminó en la guerra civil de Liberia, que duró de 1999 a 2003.
 
El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Johnson-Sirleaf llega en un momento crítico para el país africano: el próximo 11 de octubre tendrán lugar elecciones parlamentarias y presidenciales. La actual mandataria está aspirando a la reelección y es probable que la condecoración influya sobre la intención de voto de muchos liberianos. Sólo el hecho de que el galardón en cuestión haya sido conferido a tres personas disipa la sospecha de que el Comité Nobel Noruego tomó una decisión política al laurear a Johnson-Sirleaf.
 
Gbowee: las mujeres de blanco y la “huelga sexual”
 
Leymah Gbowee, activista social liberiana.Imagen: dapd
Leymah Gbowee, de 39 años, tomó la decisión de involucrarse activamente en la lucha por la paz en Liberia cuando Taylor asumió el poder en 1997. La joven que hasta ese momento había atendido a niños y personas desplazadas, traumatizadas por la violencia que venía azotando al país desde hacía años, se alió con otras mujeres, tanto cristianas como musulmanas, para rezar y protestar pacíficamente en las calles; algo que pocos se atrevían a hacer. El emblema del movimiento eran las camisetas blancas que portaban durante las manifestaciones.
 
“Muchos liberianos creen que la guerra civil que le quitó la vida 250.000 personas no habría terminado si no hubieran existido ‘las mujeres de blanco’ ”, cuenta Gbowee en su autobiografía. No obstante, inspirada quizás por la obra Lisístrata del dramaturgo griego Aristófanes, la iniciativa más representativa de su movimiento fue el llamado que hizo en 2002 para que las mujeres participaran masivamente en una “huelga sexual”, negándose a tener sexo con sus esposos, novios o amantes para presionarlos a emprender políticas que favorecieran la pacificación del país.
 
Jagland elogió a Tawakkul Karman, de 32 años, describiéndola como la precursora de la serie de revueltas que sacude al mundo árabe desde principios de este año. “Ella ya se había levantado y mostraba valentía cuando la ‘primavera árabe’ todavía estaba lejos”, dijo el noruego, refiriéndose a la mujer que algunos yemenitas llaman “la madre de la revolución”. Karman tiene tres hijos, es musulmana, cubre su cabeza con un velo y su cuerpo, con un largo traje negro.
 
Karman: el velo no le quita lo valiente
 
Tawakkul Karman, periodista y activista política yemení.Imagen: dapd
Puede que esa no sea la imagen que Europa tiene de una mujer emancipada, pero ninguno de esos rasgos ha impedido que Karman sea miembro del partido islámico de oposición Islah, presidenta de la asociación Periodistas sin Cadenas o una activista que defiende los derechos humanos con el megáfono en la mano. Ya en 2007, Karman organizó protestas semanales contra el Gobierno del presidente Ali Abdullah Saleh –32 años en el poder– para exigir su salida y la democratización de la vida nacional, un atrevimiento por el que fue arrestada más de una vez.
 
Ella sabe que, siendo mujer, su presencia en la cúpula del movimiento democratizador de Yemen es una excepción no siempre bien tolerada. Por eso demanda también que, en el futuro cercano, uno de cada tres cargos públicos sean ocupados por miembros del mal llamado “sexo débil”.
 
Autores: Stefanie Duckstein, Rainer Sollich, Katrin Ogunsade / Evan Romero-Castillo
Editor: Enrique López
 

 

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