Dos años después del secuestro masivo, aún no hay rastro de 219 niñas nigerianas desaparecidas a manos del grupo terrorista Boko Haram. Los padres enfrentan solos el dolor, el miedo y la rabia.
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“Te damos gracias Señor por estar vivos. Te damos gracias por habernos salvado de los peligros en el camino a Chibok”. Las palabras de la oración que pronuncian varias decenas de hombres y mujeres a orillas del pueblo del norte de Nigeria son simples, claras y conmovedoras. Marcan el inicio de un evento histórico. Casi todos los participantes son padres que en la noche del 14 de abril de 2014 perdieron a sus hijas cuando la milicia terrorista secuestró a cientos de alumnas en una escuela local. Dos años más tarde, aún no hay rastro de 219 de ellas.
Es la primera vez que los padres se reúnen en el lugar del crimen. Mónica Stover, madre de una de las víctimas, ha perdido la esperanza de volver a ver a su hija Saraya. Guarda como un tesoro una de las pocos fotos que le quedan de su niña, que en el momento del secuestro tenía 16 años.
Dos años del secuestro de 200 niñas por Boko Haram
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No obstante, no solo la aflige la pérdida de su hija, sino también el comportamiento del Gobierno: “Nadie habló con nosotros. No vimos ni escuchamos nada del Gobierno. Únicamente obtuvimos informaciones a través de las noticias. Pero los padres que vivimos en Chibok no recibimos nada”, dice.
Presión política y memoria
La Fundación Murtala-Muhammed, que también organizó el encuentro en Chibok, brinda apoyo a las familias de las desaparecidas. Según sus propias informaciones, la fundación intercede a favor de la buena gobernanza y la educación escolar para niñas. Su directora, Aisha Muhammed-Oyebode, es hija del difunto general Murtala Muhammed que gobernó Nigeria entre 1975 y 1976, año en que fue asesinado.
Tras el secuestro masivo, la fundación también apoya a los padres de Chibok. Apenas la semana pasada, el Gobierno autorizó la ceremonia conmemorativa que tuvo lugar este jueves (14.04.2016) en el pueblo de las desaparecidas. Escoltada por militares fuertemente armados, Muhammed-Oyebode viajó a Chibok. Y es que en la lejana región del norte de Nigeria es fácil secuestrar a personas. Aisha asegura que seguirán luchando hasta encontrar a las niñas. Además propone reconstruir la escuela en la que fueron raptadas. “Sería un importante símbolo”, señala.
Desprotegidas en Chibok
En los últimos años, miles de niñas, jóvenes y mujeres fueron secuestradas por Boko Haram. Nadie conoce el número exacto de los desaparecidos. Con suerte, algunos logran escapar o son liberados. No obstante, no es casualidad que hace dos años fuera atacado el pueblo de Chibok.
Yakubu Nkeki, representante de los padres, critica que el Gobierno primero ordenara cerrar las escuelas en el estado de Borno por cuestiones de seguridad y dos semanas después las volviera a abrir sin haber adoptado medidas de seguridad. “Las niñas estaban solas y desprotegidas. Solo había 15 soldados en Chibok”, dice lleno de rabia. De ahí que las alumnas hayan sido una presa fácil para el grupo terrorista.
Exrehenes de Boko Haram: "Todavía duele"
Casi 300 mujeres que fueron liberadas de las garras de Boko Haram viven por ahora en campamentos para refugiados, pero su sufrimiento aún no terminó. Desde Nigeria, Jan-Philipp Scholz nos ofrece estas imágenes.
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
Sonrisas ausentes
“Aquí uno enseguida se da cuenta de una cosa: los niños no sonríen”, cuenta un ayudante en el campamento de refugiados de Malkohi, cerca de la ciudad nigeriana de Yola. Allí viven cerca de 300 personas que fueron liberadas la semana pasada de las garras de la organización terrorista Boko Haram. Casi la mitad de ellas es menor de 18 años. Uno de cada tres niños está subalimentado.
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
"Solo pude abrazar a mi hija"
Lami Musa es la madre de la habitante más joven del campamento. La semana pasada dio a luz a una niña, y unos días más tarde fue rescatada por soldados. Durante la liberación, los terroristas mataron a varias mujeres. “Solo pude abrazar a mi hija contra mi pecho y cubrirla para protegerla”, recuerda Lami Musa.
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
Halima perdió un hijo
Halima Hawu tuvo menos suerte: uno de sus tres hijos fue atropellado y murió mientras los terroristas la secuestraban. Durante la liberación de los rehenes, un soldado le disparó en la pierna mientras un miembro de Boko Haram la usaba –como a tantas otras mujeres- como escudo humano. “Todavía duele, pero tal vez ya pasó lo peor”, espera Halima.
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
Casi no hay alimentos para los niños
Durante seis meses, Babakaka, de tres años, tuvo que vivir con los miembros de Boko Haram. Solo algunas veces había suficiente comida para los niños, cuentan las madres. Cuando lo liberaron, el niño estaba por morir de inanición, y ahora sigue estando muy débil. En el campamento no se le pudo dar el tratamiento médico adecuado.
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
Escapar a pesar de todo
La madre de Babakaka fue transportada con cerca de otros 20 heridos graves al hospital cercano, en Yola. Uno de los rehenes que caminaba delante de ella pisó una mina terrestre. La explosión fue tan fuerte que la mujer perdió al bebé que traía amarrado a su cuerpo y sufrió heridas de gravedad
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
Falta personal médico
A excepción de algunas donaciones de ropa usada, aún no ha llegado demasiada ayuda internacional para las mujeres y niños en el campamento de Malkohi. Les falta de todo, especialmente personal médico. No hay ningún médico, sino solo dos enfermeras y una partera que tratan de ayudarlos en lo que pueden.
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
Importante ayuda de voluntarios
“No entiendo por qué nuestras autoridades responsables de casos de emergencia no hacen nada”, se queja la trabajadora social Turai Kadir, que logró que una especialista en niños subalimentados se hiciera cargo de ellos en el campamento. “En realidad, es tarea de NEMA, la oficina nigeriana para ayuda en casos de catástrofe, pero sus capacidades han sido superadas”, explica.
Imagen: DW/Jan-Philipp Scholz
"Resistencia increíble"
Regina Musa volvió hace poco de EE: UU. para enseñar Psicología en la Universidad de Yola. Ahora ayuda a asesorar a mujeres y niños. “Las mujeres han demostrado una resistencia increíble a la adversidad”, dice Musa, y cuenta que muchas incluso se ocuparon de niños de otras mujeres durante su cautiverio. “Tenemos que lograr que entiendan lo que fueron capaces de hacer”.