Siria: salvando vidas sin morir en el intento
5 de octubre de 2013 La exigencia que el Consejo de Seguridad de la ONU le hizo al Gobierno sirio es inequívoca: su líder, Bashar al Assad, se vio emplazado a tomar “medidas inmediatas” para darles libertad de maniobra a las organizaciones médicas y humanitarias con miras a que puedan ayudar a las personas heridas y traumatizadas por la guerra civil. La declaración emitida por ese gremio demandó la abolición de todas las “trabas burocráticas y demás obstáculos”. El problema es que, al contrario de una resolución de la ONU, una declaración no es vinculante.
En eso insiste Hassan Ahmed, portavoz de la Asociación Sirio-Alemana para Libertad y los Derechos Humanos, que tiene su sede en Weiterstadt, Estado federado de Hesse. A sus ojos, demasiadas personas han perdido la vida en Siria intentando socorrer a quien lo necesitaba, no a causa de obstáculos abstractos, sino bajo una lluvia de balas. Algunos miembros de ese grupo procuran llevar medicamentos a Alepo cruzando la frontera turca hacia Siria; ellos se exponen a que disparen contra ellos en el momento menos esperado.
Operando en sótanos y cuevas
Hasta ahora, Assad ha rechazado categóricamente la entrada de misiones humanitarias a Siria bajo el pretexto de que las entregas de medicamentos consolidan la posición de los rebeldes. Y Ahmed no cree que una declaración de la ONU convenza a Assad de cambiar de opinión. “Los Estados pueden aceptar una declaración o ignorarla. Esa no es una medida concreta que ayude a la gente de Siria”, sostiene Ahmed, cuya asociación está recibiendo respaldo de otra índole en territorio germano.
La organización Action Medeor, con sede en Tönisvort bei Krefeld, Renania del Norte-Westfalia, aportó un lote de medicamentos valorado en 190.000 euros para dotar a una unidad de cuidados intensivos que funciona secretamente en Alepo desde hace meses: los médicos operan en el sótano de un hospital que fue destruido por un cohete de largo alcance. La organización Médicos sin Fronteras intenta ayudar a los sirios de una manera similar. En 2012, su presidente, Tankred Stöbe, construyó una sala de operaciones en una cueva.
“Pausas humanitarias”
En septiembre, Stöbe pasó cuatro semanas en la frontera sirio-iraquí, donde una carpa había sido transformada en una estación de asistencia médica. Stöbe asegura que cientos de refugiados sirios cruzaban la frontera todos los días, no sólo por temor a los ataques aéreos, sino por la falta de servicio médico: se estima que la mitad de los hospitales sirios han sido severamente dañados o completamente destruidos durante la guerra civil. Los enfermos crónicos, como los diabéticos y los hipertensos, enfrentan a enemigos dentro y fuera de sus cuerpos.
Médicos sin Fronteras tiene seis clínicas en el norte de Siria, que está controlado por los rebeldes, y suple de medicamentos a varias docenas de clínicas en otras zonas, con todo y que, oficialmente, sus miembros no tienen permitido entrar al país. La prueba irrebatible de que la misión es altamente riesgosa es la muerte del un cirujano de Médicos sin Fronteras, quien fue baleado en septiembre. Jens Laerke, vocero en Ginebra de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), confirma la proliferación de los ataques.
Laerke aplaude la declaración emitida por el Consejo de Seguridad de la ONU. Después de todo, también él trabaja para las Naciones Unidas. Pero, a su juicio, lo más efectivo sería instaurar “pausas humanitarias” de una duración determinada y exigir tanto al Gobierno de Assad como a los rebeldes armados que respeten esos armisticios. “Eso permitiría que las organizaciones médicas y humanitarias hicieran su labor sin el desgastante temor a ser objeto de ataques, y que socorrieran a quienes lo necesitan”, señala Laerke de OCHA.
Autor: Cornelia Wegerhoff (ERC)
Editor: Diego Zúñiga