Si en la misma UE el número de venezolanos ha aumentado, en América Latina representan un reto. Sobre todo para Colombia. En Bruselas, autoridades colombianas tocaron las puertas pidiendo cooperación para gestionarla.
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"Para nosotros no son refugiados, son migrantes venezolanos. No queremos excluirlos, queremos incluirlos, que se incorporen al sistema laboral, que paguen impuestos”, explicó a DW en Bruselas Felipe Muñoz, gerente de la frontera entre Colombia y Venezuela.
Pero no es que en las instituciones europeas el tema de la crisis humanitaria y la emigración venezolana hacia la región no esté presente. En abril de 2018, el propio comisario europeo de Ayuda Humanitaria, Christos Stylianides, se desplazó a la frontera para comprobar las necesidades de las comunidades de acogida.
Aparte de los esfuerzos por lograr que la ayuda humanitaria -con estándares internacionales y no politizada- entre al país, en Bruselas es alta la conciencia de que la emigración venezolana constituye un riesgo de desestabilización en la región. Según las últimas cifras de Eurostat, la agencia europea de estadísticas, en este momento los venezolanos van en segundo lugar en la lista de solicitantes de asilo en la Unión Europea, después de los sirios.
¿Qué hacer? Para plantear soluciones regionales y buscar canales de financiación, las autoridades europeas se reunieron esta semana con delegados de diez países de América Latina. La búsqueda de soluciones comienza con permisos de residencia, con estatus de refugiado o de inmigrante, y con la concesión de permisos de trabajo.
Pedido de socorro
Los 1,3 millones de venezolanos que se encuentran en este momento en Colombia y los 800.000 que han atravesado el país han supuesto un peso adicional para las comunidades de acogida, para el sistema de atención pública que "va dando síntomas de agotamiento”, apuntó Muñoz.
Los 140.000 niños venezolanos que estudian en las escuelas colombianas, los 20.000 niños de madres venezolanas que han nacido en los últimos dos años en tierra colombiana, la concentración del 33% en las poblaciones de frontera y el 67% que se ha distribuido por diferentes capitales del país suponen, así la autoridad colombiana, un peso muy grande para el gobierno, pero sobre todo para los municipios.
En esa medida, Muñoz habla de una crisis sin parangón, a la que ni Colombia ni la región pueden hacer frente sola. "Hemos contado con la ayuda de ECHO, con la solidaridad de la Unión Europea, pero necesitamos más cooperación”, explicó a la prensa.
Dimensión sin parangón
"En lo que va del año, los 28 países de la UE han recibido a 50.000 migrantes. Colombia recibe en este momento un promedio de 2000 personas al día”, explica Muñoz. La cooperación internacional sólo estaría cubriendo un 9% de las necesidades de esa población.
A pesar de ser Colombia un país de renta media alta que no califica para los programas de cooperación bilateral europeos, la cooperación europeo se había centrado en el proceso de paz y en estabilización de, por ejemplo, la población desplazada por el conflicto interno del país y en el desarrollo rural. La crisis migratoria venezolana se centra, no obstante, en las zonas urbanas.
"De los 1,3 millones de venezolanos, en este momento están regularizados 600.000”, cuenta Muñoz. Su acogida se da en todo tipo de albergues que han puesto a disposición las ciudades y las iglesias. "Somos reacios a la visión europea del campamento, no queremos tenerlos excluidos, sin embargo hemos montado un primer campamento de carácter transitorio en Maicao, para las familias más vulnerables”, detalló Muñoz.
Aunque la sociedad colombiana tiene una vasta experiencia en refugiados y desplazados por el conflicto interno del país, este esfuerzo adicional -"generoso y solidario”, subraya Muñoz- va a costarle a Colombia entre el 0,4% y el 0,5% de su Producto Interno Bruto. Y puede poner en riesgo el logro de los objetivos de desarrollo de la agenda 2030.
"No creemos que si mañana hubiese un cambio en Venezuela, la gente se va a ir. Creemos que han llegado para quedarse y necesitamos ayuda para convertir esta crisis en una oportunidad, pues Colombia ve esto como un reto fundamental a su desarrollo en los próximos años”, concluyó.
(cp)
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Naturaleza amenazada en Venezuela
Ante la magnitud de la crisis humanitaria que vive Venezuela, los efectos sobre la biodiversidad han sido invisibilizados o ignorados. Científicos alertan sobre el daño a la flora y fauna del país.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Antiguo reducto de biodiversidad
Venezuela posee una rica diversidad que hoy está amenazada de diferentes formas. La crisis económica del país ha intensificado la presión sobre los recursos naturales, con riesgo para los hábitats, las especies de flora y fauna y, a la larga, también para el ser humano.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Delfines perseguidos
La necesidad ha llevado a los venezolanos a buscar nuevas fuentes de ingreso y alimento. Aunque su captura y consumo están prohibidos, el delfín es cazado para la venta y consumo. También el que se enreda en las mallas de pesca es aprovechado. En el lago Maracaibo se registran cada vez más muertes de la especie Sotalia guianensis, uno de los delfines más pequeños del mundo.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Víctima de las redes
Esta tonina fue hallada flotando en el lago de Maracaibo sin su aleta caudal, la que fue removida con un cuchillo. Los biólogos que la encontraron presumen que el animal se enredó en una red y, al no poder aprovecharlo, cortaron su cola para liberarlo. Como este ejemplar, muchos caen en las mallas que los pescadores que, con la crisis, intensifican sus tareas.
Imagen: María Puerto
Los últimos manatíes
El manatí está en la Lista Roja de la IUCN como especie severamente amenazada. Ha sido cazado por largo tiempo y su captura se ha intensificado en los últimos años, a medida que la crisis se ha vuelto más severa. Los lugareños recurren a su carne como fuente proteica y para la venta.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
El mercado de las mascotas
Las nutrias, como la neotropical (foto), son muy codiciadas como mascotas. La venta de uno de estos animalitos puede reportar fácilmente el equivalente a un sueldo. La nutria gigante o perro de agua está calificado en peligro de extinción por la IUCN. Diferentes especies de aves silvestres también son cazadas y traficadas en el mercado ilegal.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Falta de control y vigilancia
Bajos recursos, falta de medios, escasez de personal. Los parques y reservas no son vigilados y protegidos como corresponde, según relatan investigadores. En sus salidas a terreno comprueban la impunidad con que se comenten delitos ambientales.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Investigación restringida
La falta de recursos afecta también a proyectos de estudio. Muchos científicos han abandonado el país y los que quedan no cuentan con medios para salir a terreno o realizar sus investigaciones. Los datos sobre el estado de conservación de la fauna y flora venezolana están desactualizados o incompletos. Así también es difícil promover planes de protección.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Pobreza y sobreexplotación
“La presión económica se exacerba en las zonas costeras de Venezuela, que son muy deprimidas, sobreexplotadas y viven de la pesca. El pescado se vende muy barato y muchas veces tampoco quieren consumirlo, buscan otra fuente proteica”, dice la bióloga Yurasi Briceño, del programa de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Urge proteger a las especies
Existen 24 especies de delfines y ballenas en Venezuela, y en todo el país actualmente sólo hay seis personas trabajando en ellas, de las cuales dos no tienen financiamiento para ir al campo, dice Yurasi Briceño: “Esto es extremadamente peligroso para la biodiversidad. Necesitamos con urgencia datos oficiales para hacer un informe para proteger estas especies. Mientras tanto, la cacería continúa”.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Especies vulnerables
Un amplio espectro de especies están amenazados por la caza, el tráfico, la contaminación o la reducción de sus hábitats. El caimán del Orinoco está catalogado en peligro crítico, de acuerdo con la lista roja de la IUCN.
Imagen: Federico Mosquera Guerra/Fundación Omacha
Derrames petroleros
“En el lago de Maracaibo, área de extracción petrolera desde 1920, en los últimos 10 años no se ha vuelto a hacer revisión a las miles de torres petroleras. Durante todas mis salidas en embarcación, desde el 2015, siempre he encontrado derrames petroleros. Son diarios, constantes y algunos de magnitudes muy significativas”, denuncia la bióloga Yurasi Briceño. Para muestra, esta foto.
Imagen: Olga Herrera
Minería y contaminación
Preocupan también las descargas en el medio ambiente de contaminantes de la minería, como el mercurio. “El drama es que es un enemigo invisible, los síntomas aparecen después de años de acumularlo y puede producir enfermedades graves. Es urgente evaluar las concentraciones de mercurio en Venezuela”, afirma Fernando Trujillo, biólogo y director científico de Fundación Omacha.
Imagen: Fernando Trujillo/Fundación Omacha
Optimismo ante todo
Los investigadores en Venezuela se las arreglan con los medios que tienen y hacen su mayor esfuerzo por evitar o disminuir en parte la tragedia. “Si no tenemos aceite para salir en la lancha o es peligroso, hacemos campañas educativas para que los pescadores conozcan la fauna y las leyes, y sepan cómo puede repercutir la cacería de estos animales”, dice la bióloga Yurasi Briceño.