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Sobredosis de corrupción anestesia al elector brasileño

Geraldo Hoffmann 24 de septiembre de 2006

Corrupción y frustración política marcan la campaña electoral en el Brasil. Lula aspira a ser reelegido, pero un nuevo escándalo de su Partido de los Trabajadores puede depararle aún una sorpresa.

Lula hablando en un acto electoral.
Lula por dos: ¿quién le gana al Presidente?Imagen: AP

Unos 126 millones de brasileños acudirán a las urnas el 1 de octubre. De entre unos 19.000 candidatos deberán elegir un presidente, 27 gobernadores, 25 senadores, 513 diputados federales y 1059 diputados de los Estados.

En el foco se halla la carrera por la presidencia, a la que se postulan ocho candidatos. Brasil está considerada la tercera entre las mayores democracias del mundo, luego de los EEUU y la India. Si ir a votar no fuera obligatorio, menos de la mitad de los brasileños acudirían a las urnas.

Electores desilusionados

Como razón principal de la frustración política es mencionada la corrupción, que existe en todos los partidos políticos. Casi todos los días se han descubierto en los últimos años nuevos escándalos. Ello ha dejado huellas. A pesar de que al país le va bien económicamente, poco antes de las “megaelecciones” la “fiesta de la democracia” brilla por su ausencia.

Geraldo Alckmin: pocas chances.Imagen: AP

“El elector brasileño está anestesiado por la sobredosis de escándalos de corrupción. No siente el dolor, pero sabe que está allí y que existen razones para ello”, dice Gilberto Calcagnotto, expertos en cuestiones de Brasil en el Instituto de Estudios Iberoamericanos, en Hamburgo.

Calcagnotto ha observado las últimas semanas la lucha electoral en Brasil: “Se tiene la impresión de que la compra de votos se practica en todos los partidos políticos.” Por ello, en el primer plano de la lucha electoral no se hallan los programas de los partidos políticos, sino que la opción es sobre todo entre los candidatos que en el propio partido se disputan las mejores posiciones.

“Ese sistema de listas abiertas debe ser eliminado con una reforma política. De lo contrario, Lula deberá comprarse las mayorías para cada proyecto que presente en el Parlamento”, dice Calcagnotto.

La supuesta inocencia de Lula

Justamente esa práctica le cayó mal a Lula en su primer periodo. Su Partido de los Trabajadores (PT) pagaba supuestamente dinero todos los meses a diputados para que votaran a favor del Gobierno. Además, el PT ha financiado aparentemente la campaña electoral 2002 con dineros provenientes de cajas negras.

Toda la cúpula dirigente del PT y el director de la Oficina de la Presidencia, José Dirceu, fueron entonces despedidos de sus cargos por Lula. El propio Presidente permaneció en funciones, porque no pudo probársele que supiera de los escándalos. No obstante, su popularidad cayó en picada en las encuestas. Hace un año, nadie contaba con la reelección de Lula. Intelectuales e incluso la Iglesia Católica, muy poderosa en Brasil, que lo apoyaron en las elecciones de 2002, se distanciaron.

Favela Nuevo Mundo, en San Pablo: los pobres, beneficiados con la "beca familiar".Imagen: AP

Hasta ahora, la oposición no ha logrado beneficiarse mucho de la crisis de Lula y los escándalos del PT. Desde hace meses, Lula cuenta con un 50 % de las simpatías en las encuestas. Su principal desafiante, Geraldo Alckim, del partido socialliberal PSDB, sólo llega al 29 %. Los demás seis candidatos presidenciales, entre ellos seis mujeres, atraen menos del 10 % de las simpatías cada uno y no tienen chance alguna de pasar a la segunda vuelta.

Programas sociales salvan a Lula

Los programas electorales de los principales adversarios casi no se diferencian entre sí. Lula sumó muchos puntos sobre todo durante su primer periodo. “El costo de vida ha disminuido, la economía marcha bien, la inflación está bajo control, los intereses disminuyen y los programas sociales del Gobierno llegan a los necesitados. Y eso es lo que cuenta para el electorado”, dice Calcagnotto.

Sobre todo entre los pobres fue bien recibida la “beca familiar”: familias con ingresos menores a 120 reales (45 euros) por mes, reciben del Estado hasta 95 reales complementarios (35 euros) del Estado, si envían a sus hijos a la escuela.

Once millones de familias se benefician de ese programa. Lula también ha ganado simpatías con su carisma, a diferencia de su adversario Alckim: el ex gobernador brilla por sus capacidades administrativas, pero no arrastra multitudes, ni siquiera a los votantes tradicionales de su partido.

El principal problema: la seguridad pública

Alckim tampoco pudo llevar agua para su molino con el tema de la violencia callejera. A pesar de que los déficits de seguridad preocupan a muchos brasileños, en la campaña electoral ha desempeñado sólo un papel secundario.

Desde mayo han muerto en San Pablo –donde gobernó Alckmin los últimos cuatro años – más de 180 personas, como consecuencia de 1000 ataques de la mafia de las cárceles y la droga PCC. La mayoría de las víctimas eran policías. La ola de violencia no sólo sacude a los brasileños, sino que también atemoriza a los inversionistas extranjeros.

Hasta ahora todo parecía ir a pedir de boca para Lula. Pero de pronto salió a luz un nuevo escándalo en relación con el PT. Miembros del partido son acusados de haber pagado el equivalente de unos 600.000 euros en sobornos para recibir informaciones sobre casos de corrupción que ponen en aprietos al PSDB de Alckim.

Varios sospechosos, entre ellos un organizador de la campaña electoral de Lula y uno de sus más cercanos asesores ya han renunciado a sus cargos. Ello sucede en un momento en el que el Presidente redescubre la “guerra contra la corrupción” como arma electoral. Que el nuevo escándalo pueda dar, sin embargo, la victoria a Alckmin, es muy dudoso.

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