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¿Son efectivas las normas humanitarias en una guerra?

Rodion Ebbighausen
13 de mayo de 2022

Hacer cumplir las normas en la guerra y limitar los daños es casi tan difícil como prevenir los conflictos. DW habló sobre el tema y los sucesos en la guerra rusa en Ucrania con el historiador militar Takuma Melber.

Tumbas en el cementerio de Bucha.
Tumbas en el cementerio de Bucha.Imagen: Metin Aktas/AA/picture alliance

DW: En una entrevista exclusiva con DW, Andrei Fedorov, ex viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, dijo, poco después de que se conocieran las atrocidades en Bucha, que la guerra en Ucrania era justa. ¿Es cierto que la guerra siempre es igual  y que no hay diferencias?

Takuma Melber: No, por supuesto que no es tan simple como lo dijo aquí la parte rusa. El derecho de guerra ha cambiado mucho con el tiempo. Las leyes del derecho internacional humanitario moderno son comparativamente recientes, y mucha gente quizás no es consciente de ello. La obligación de proteger a la población civil se reguló apenas después de la Segunda Guerra Mundial con la modificación de los Convenios de Ginebra, en 1949. Solo desde entonces se exige un cierto grado de protección para los civiles y se les distingue de los soldados. A eso se añade la protección de las mujeres, especialmente contra la violencia sexual, y el acuerdo de que las instalaciones civiles, como los hospitales, no son objetivos de guerra legítimos.

Takuma Melber investiga en el Centro de Estudios Transculturales de Heidelberg.Imagen: Takuma Melber

En vista de esas obligaciones, es casi seguro que en Bucha se cometieron crímenes de guerra, posiblemente incluso de carácter genocida. Los civiles fueron las principales víctimas, pero eso es exactamente lo que se supone que hace el derecho de guerra: proteger a los civiles.

Ha habido y hay muchos intentos de someter la guerra a reglas. Usted ya ha mencionado los Convenios de Ginebra, pero también está la Convención de La Haya, que regula aspectos de la guerra, o la Convención sobre Armas Químicas, que, entre otras cosas, prohíbe el desarrollo, la producción, el almacenamiento y el uso de armas químicas. ¿Qué éxito han tenido estas normas y acuerdos internacionales?

Tras la Primera Guerra Mundial, se prohibió el uso de armas químicas y biológicas en 1925, y, sin embargo, Japón, por ejemplo, desarrolló y utilizó ese tipo de armas en la Segunda Guerra Mundial. El problema básico es siempre: ¿hasta qué punto se sancionan esas violaciones? O ¿hasta qué punto pueden sancionarse en absoluto?

Esto puede hacerse en el marco de la legislación nacional. Pensemos, por ejemplo, en los Jemeres Rojos de Camboya, cuyo reino del terror entre 1975 y 1979 se cobró la vida de hasta 2,2 millones de habitantes. Sin embargo, solo fue posible contar con un tribunal para tratar estos crímenes cuando el régimen ya no estaba en el poder. Esos castigos también puede determinarse en un contexto internacional, por ejemplo en La Haya, donde los líderes serbios Slobodan Milosevic y Radovan Karadzic fueron juzgados en el Tribunal Penal Internacional por genocidio y crímenes de guerra durante las guerras yugoslavas de los años 90.

Pero tenemos que constatar que, actualmente, no hay forma de sancionar a Putin. Si la hay, será después de la guerra. Hasta entonces, solo podemos intentar evitar que la espiral de violencia empeore.

Deseo y realidad

Por lo tanto, la sanción suele presuponer la derrota de los perpetradores. ¿Así que los convenios siempre regulan algo a posteriori?

No necesariamente. El acuerdo sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra durante la Segunda Guerra Mundial ya tuvo efecto durante el conflicto. Después de la Primera Guerra Mundial, se llegó a un acuerdo sobre el trato que debían recibir los prisioneros de guerra, y Estados Unidos y Gran Bretaña también respetaron esos acuerdos con pocas excepciones. Sin embargo, Alemania, a pesar de ser signataria del acuerdo, no lo cumplió, como tampoco lo hicieron Japón y la Unión Soviética, que no habían firmado.

Aunque las guerras de agresión están proscritas y prohibidas en el derecho internacional desde 1928 por el pacto de París, también conocido como pacto Briand-Kellog -cuyos firmantes fueron, entre otros, Alemania y el Gran Imperio de Japón-, la realidad es que el derecho de guerra es, en cierto modo, una especie de obligación autoimpuesta. Corresponde a los políticos y a los militares decidir si quieren acatarla o no.

En la guerra de Ucrania, es bastante obvio que Vladimir Putin hace caso omiso del derecho internacional. Y con respecto al derecho internacional, escoge lo que le conviene. Cuando Putin tiene que defenderse verbalmente, se refiere, por ejemplo, a Estados Unidos, que tampoco se ha comportado en el pasado de acuerdo con el derecho internacional. En otras palabras, invoca el derecho internacional sin adherirse a él en su propia guerra.

¿Existen determindas razones por las cuales algunas partes beligerantes tienden más que otras a violar los Convenios de Ginebra y el derecho internacional humanitario?

En mi opinión, la probabilidad de que se respeten esos convenios está relacionada principalmente con el trasfondo ideológico y político de las partes confontadas. La historia demuestra que los Estados democráticos con un fuerte Estado de derecho y valores liberales son más propensos a cumplir el derecho de guerra que, por ejemplo, los Estados autoritarios.

¿Qué tendría que cambiar para que las guerras se sometieran a normas más eficaces?

La idea de que las guerras modernas deben estar sujetas a normas tiene dos vertientes. En primer lugar, existen normas para los actos de guerra, el jus in bello. ¿Qué está permitido en la guerra? El jus ad bellum, a su vez, regula lo que sucede de antemano. ¿Cuándo está una guerra moralmente justificada y es legítima?

En realidad, nuestro objetivo debe ser -y ya habíamos avanzado mucho en ese sentido en el pasado- evitar la guerra. Fue el zar ruso Nicolás II quien reunió a las potencias europeas a finales del siglo XIX para celebrar la primera conferencia internacional de paz en La Haya, con el gran objetivo de evitar las guerras. Es un paso atrás para la humanidad que ahora tengamos que volver a hablar de las reglas según las cuales se libra una guerra.

"¡Vemos lo que está sucediendo!

Lo que es muy importante es la visibilidad. La razón por la que las cuestiones sobre el derecho de la guerra se debatieron en el siglo XIX fue que las guerras se hicieron más visibles. Cada vez se informa más sobre las guerras y sus consecuencias. La guerra de Vietnam fue la primera guerra que los medios de comunicación cubrieron de forma exhaustiva. Y hoy, en la guerra de Ucrania, estamos, por así decirlo, en directo, presentes a través de las redes sociales. Creo que es crucial, y también considero que los medios de comunicación tienen la obligación de hacerlo, abordar acontecimientos como el de Bucha de forma muy clara y sin ambigüedades. El mensaje a Vladimir Putin, a los políticos y también a los militares en Rusia debe ser: "¡Vemos lo que está sucediendo! Son crímenes de guerra los que están cometiendo. ¡Paren de hacerlo!".

Usted dice que sería mejor prevenir la guerra que regularla. Pero, al mismo tiempo, los gastos militares aumentan en todo el mundo. Alemania ha anunciado un cambio de rumbo y 100.000 millones adicionales para la Bundeswehr. La creencia de que las guerras se pueden prevenir parece ser obsoleta. ¿Por qué?

Eso se debe a que no tenemos ningún organismo reconocido internacionalmente, ninguna institución que tenga el mandato de prevenir la guerra y pueda hacerla cumplir y sancionarla. Después de la Segunda Guerra Mundial, teóricamente habría habido una oportunidad única de crear una institución de ese tipo, pero la Guerra Fría y las diferencias ideológicas lo impidieron.

El Consejo de Seguridad de la ONU, creado para garantizar la paz y evitar las guerras, está bloqueado por el poder de veto de los cinco miembros permanentes. Al estallar la guerra, en febrero, Rusia llegó a presidir el Consejo de Seguridad. Quien encuentre la manera de superar ese bloqueo se merecería, en mi opinión, el Premio Nobel de la Paz.

Takuma Melber es investigador en el Centro de Estudios Transculturales de Heidelberg. Su especialidad es la Historia Militar, especialmente en Asia.

(gg/cp)

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