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Sororidad latinoamericana contra la violencia de género

Enrique Anarte
24 de noviembre de 2017

La violencia de género afecta a todas las mujeres, pero cada organización busca estrategias para su realidad específica. La cooperación latinoamericana, sin embargo, es un denominador común de esta lucha.

Mexiko Tag der Toten Frauen Protestmarsch Femizid
Imagen: picture-alliance/AP/R- Blackwell

Los datos son escalofriantes. Al menos 1.831 mujeres fueron víctimas de feminicidios en América Latina y el Caribe en 2016. En las Américas, el 29,8% de las mujeres han sufrido violencia por parte de su pareja, mientras que un 10,7% la han sufrido fuera de una relación. En un país como Perú, la violencia contra las mujeres tiene un costo aproximado del 1,2% del producto interior bruto. Los datos presentados esta semana por la ONU son escalofriantes. Y, sin embargo, representan una realidad cotidiana. La violencia de género es, para mujeres y niñas de todo el mundo, el pan de cada día.

América Latina es "la región más peligrosa del mundo para la mujer"

Pero son muchas las que no se conforman con un día a día de violencia, discriminación y desigualdad. En los últimos años, Latinoamérica y el mundo han visto multitud de iniciativas feministas. Desde el "Ni Una Menos” nacido en Argentina hasta la campaña #MeToo para denunciar el acoso sexual en las redes sociales, pasando por la mediática denuncia de las reinas de la belleza peruanas. Mujeres de toda clase y condición han dicho basta a una injusticia que se remonta siglos atrás en la historia.

"El número de feminicidios ha ido al alza en los últimos años”, explica a DW Georgina Castaño, integrante de la Red Plural de Mujeres de Puebla (México). A su juicio, las autoridades han minimizado la cuestión de los feminicidio: "Se les da seguimiento, pero no hay investigaciones profundas”.

"Me Too": la etiqueta contra el acoso sexual

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Esto llevó a la joven organización de mujeres a pedir recientemente que se decrete una alerta por violencia de género. Se trata de una especie de protocolo que permite activar diferentes herramientas contra esta lacra social, entre ellas el despliegue de mayores recursos. Pero también cuestiones mucho más simples, aunque no por ello menos importantes: "Por ejemplo, es importante el tema de la vialidad, que una mujer conduciendo un auto puede saltarse el alto para escapar de una situación en la que se sienta insegura sin por ello recibir ninguna sanción”, ilustra la activista mexicana.

La "normalidad” del maltrato a las mujeres indígenas

La violencia de género afecta a todas las mujeres, sea cual sea su origen o condición. Pero no siempre lo hace de la misma forma, y a veces se entrelaza con discriminaciones por razones de etnia, orientación sexual o estrato socioeconómico, entre otros factores.

Un ejemplo de ello son las mujeres indígenas, que desde hace años han articulado demandas específicas a su realidad local y cultural. "El maltrato hacia las mujeres indígenas pasa como algo normal”, subraya la presidenta de la asociación indígena peruana ONAMIAP, Ketty Marcelo. En Perú, afirma, el maltrato hacia las mujeres indígenas pasa como algo normal: "Tienes que estar con un pie en el cementerio o en el hospital para que te tomen la denuncia”. Se queja, además, de que a menudo las autoridades comunales hacen caso omiso de las denuncias y demandas de las mujeres.

El trabajo de su organización consiste en visibilizar las diferentes formas de violencia de género. Pero también abordan cuestiones más íntimas, como la autoestima de estas mujeres: "Queremos que recuperen la autoestima, que sepan quiénes son, que no dependen de nadie. Se piensa que las mujeres son el objeto del varón y que este tiene derecho a golpearlas”.

Combatir la violencia desde un limbo legal

Otro colectivo que sufre formas específicas de violencia de género es el de las trabajadoras sexuales. "El principal perpetuador de la violencia de género  contra nuestro colectivo es el Estado”, critica en una entrevista con DW Eli Luna, integrante de la organización argentina AMMAR, que defiende los derechos de las mujeres que se dedican a esta actividad económica. "El propio Estado, al no reconocer nuestros derechos como trabajadoras, no nos permite denunciar los casos de violencia de género que sufren nuestras compañeras”.

El principal problema de estas mujeres, cuenta Luna, es lo que llama violencia institucional: "No solo desde las fuerzas de seguridad, sino también entendiendo violencia institucional como aquella que se ejerce desde cualquier institución del Estado, ya sean de salud, educativas, la justicia, etcétera”. Por eso las organizaciones de base de AMMAR, además de tratar de proteger a las trabajadoras sexuales frente a las fuerzas de seguridad, tratan de abrirles las puertas que la sociedad les cierra en temas tan básicos como el acceso a la salud o el asesoramiento jurídico.

Contra el machismo, sororidad

En América Latina hay cientos de organizaciones de mujeres dedicadas a combatir de una forma u otra la violencia de género. A menudo, sin embargo, enfrentar un enemigo que no conoce fronteras implica tejer alianzas internacionales.

Las tres mujeres entrevistadas por DW coinciden en la importancia de esta cuestión. "Es importante generar esos vínculos, esa sororidad entre mujeres más allá de la dimensión local”, apunta la mexicana Castaño. Su asociación poblana apenas tiene un año de vida, pero ya están planeando cómo despegar a nivel nacional e internacional.

En el mismo sentido se pronuncia Luna, cuya organización forma parte de la red latinoamericana y caribeña RedTraSex, que remite a una "idea de patria grande y de construcción regional”. Para ella, como lo son las redes indígenas para la peruana Marcelo, esta cooperación transfronteriza es una vía fundamental de intercambio de experiencias, contactos y herramientas. Una "unión latinoamericana” que les permite fortalecerse localmente. Una unión latinoamericana contra el machismo.

Autor: Enrique Anarte (VT)