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Suicidio asistido: ¿hágase mi voluntad?

17 de abril de 2019

¿Tienen derecho los enfermos terminales a que se les ayude a morir? Alemania necesita un debate sincero sobre el suicidio asistido, y un claro pronunciamiento del Tribunal Constitucional, opina Astrid Prange de Oliveira.

Hospizbewegung Sterbebegleitung Hände
Imagen: picture-alliance/dpa/N. Försterling

¡Por fin! Alemania debate sobre el suicidio asistido. Y está bien que lo haga. Porque la muerte es parte de la vida. Y también el cuidado de las personas que padecen una enfermedad terminal. ¿Qué es lo que está en discusión? Se trata del deseo de pacientes terminales  de poner término por sí mismos a su vida, con un medicamento proporcionado para tal fin por un médico. El asunto central es si cada persona tiene derecho a decidir sobre su propia muerte y a recibir "ayuda profesional” para ello. Aclaremos: no se trata de una "eutanasia activa”, en la que médicos intervienen y dejan morir a enfermos a su arbitrio.

Desde 2015, el artículo 217 del código penal alemán sanciona el "apoyo sistemático del suicidio”. La ley apunta, entre otras cosas, a impedir el trabajo sistemático de asociaciones de eutanasia.  La norma jurídica no solo sanciona la búsqueda de lucro sino también la práctica reiterada. Las personas que ofrecen repetidamente asistencia al suicidio cometen por lo tanto un delito. Pero ¿es eso compatible con los derechos individuales consagrados en la Constitución?

La muerte, un tabú

Dado que la formulación legal deja espacio a dudas en la práctica, varias personas –entre ellas familiares de pacientes, especialistas en medicina paliativa y partidarios de la eutanasia- pidieron una aclaración al Tribunal Constitucional. Una aclaración que hace mucha falta. Porque quien atiende a personas mortalmente enfermas necesita respaldo y seguridad jurídica.

¿Comete un delito el médico que, a pedido de su paciente, suspende el tratamiento? ¿O el taxista que lleva regularmente a personas que desean suicidarse a un lugar donde se les brinda asistencia en Suiza? ¿O un cuidador que accede al deseo de un paciente y le proporciona una dosis adicional de morfina?

El debate evidencia que Alemania tiene dificultades con el tema de la muerte. Es paradójico: cuanto más envejece la población, más difícil se vuelve el debate al respecto. En realidad, debería ocurrir justo lo contrario. Pero no: al término de la vida, una maraña de resguardos jurídicos dificulta una partida serena.

Esta situación es indigna y lamentable. Y demuestra cuán urgente es el debate y cuán imprescindible resulta un fallo del tribunal. Porque, junto al lecho de muerte, los familiares, médicos y cuidadores tienen que preocuparse de otras cosas que los asuntos legales.

Ayuda sin hipocresía

Alemania necesita reglas claras sobre suicidio asistido y no abogados especializados en "derecho de muerte”. Alemania necesita asistencia médica y atención para los enfermos terminales, y no debates filosóficos de autodesignados asistentes de suicidas o defensores de la vida. Alemania necesita menos hipocresía y más ayuda para pacientes que sufren al final de sus días.

Astrid Prange.Imagen: DW/P. Böll

Morir puede ser terrible. Nadie puede quitarnos el miedo a la muerte, pero sí el miedo a ser abandonados al morir.

No hay palabras suficientes para alabar lo que hacen asilos, especialistas en medicina paliativa y cuidadores por los enfermos terminales. Pero hay personas que no quieren ir por ese camino. El Tribunal Constitucional debe decidir ahora si el Estado puede seguir negándoles la asistencia al suicidio. Claro que es necesaria una precisión: si un enfermo teme convertirse en lastre para su familia, ese es un problema social que de seguro no se puede resolver con eutanasia.

Lo reconozco: espero de todo corazón no llegar nunca a tener la idea de querer recurrir a la muerte asistida. Para mí, la vida es dada por Dios y es sagrada. Pero no quisiera imponerle a nadie este punto de vista. Al término de la vida, lo importante no es la postura filosófica, sino una actitud humanitaria. Forzar a alguien a vivir, no ayuda en el lecho de muerte, aunque así lo dicte la ley.

(er/gg)

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