Las tumbas con códigos de respuesta rápida pueden facilitar la tarea de mantener viva la memoria de los muertos, pero también obligarnos a lidiar con la protección de sus datos. Los cementerios entran a la era digital.
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Hace algunos años, cuando la tendencia llegó desde Asia, haciendo escala primero en Dinamarca y Austria, los europeos contemplaron con cierta reserva la idea de dotar las lápidas funerarias con códigos de respuesta rápida (QR-codes), signos bidimensionales susceptibles de ser descifrados mediante una aplicación del teléfono inteligente para acceder a información (textos, audios, fotos o videos) sobre la persona sepultada dos metros más abajo. Inventados en Japón en 1994 y usados ampliamente en la industria publicitaria, estos códigos pueden darle un giro insospechado a lo que se conoce como “mantener viva la memoria de los muertos”.
Entusiastas y escépticos
Hace casi cuarenta años, cuando el disco compacto revolucionó el mercado de la música popular, se celebró que en su reducida superficie cupieran muchos más datos que en el disco de vinilo tradicional; pero no faltó quien augurara que el arte sufriría bajo el empeño de llenar los CDs de canciones, en su mayoría mediocres. Un debate similar tiene lugar ahora, aunque con otros argumentos, en torno a las tumbas con códigos de respuesta rápida: los entusiastas enfatizan que éstas pueden decir mucho más de los difuntos y de sus familias que las escuetas inscripciones de las lápidas de antaño. Para los escépticos, ese es precisamente el problema.
Aunque existen mecanismos para asegurar que sólo las personas autorizadas tengan acceso a ese tipo de material, la protección de datos es un tópico espinoso con el que pocos operadores de cementerios están dispuestos a lidiar, sobre todo tras la reciente entrada en vigor de directrices internacionales más severas. Según Gerd Merke, profesor de Derecho en la Escuela Superior Rin-Meno y perito en el ámbito del Derecho de Cementerios, el problema no son los derechos del difunto –que los sigue teniendo, aunque no sean vinculantes–, sino las querellas legales que un QR-code puede propiciar entre familiares y otros dolientes.
De querellas y estrellas
“Seres queridos pueden terminar demandándose mutuamente”, subraya Merke. Y la falta de precedentes en las cortes no le facilitaría las cosas a ninguna de las partes en discordia. No obstante, estos QR-codes han sido bien acogidos en camposantos donde están enterradas personalidades de relevancia histórica, como el artista plástico Alberto Durero, cuyos restos yacen en Núremberg, o el dramaturgo Bertolt Brecht, que está sepultado en Berlín. La Fundación Cementerios e Iglesias Históricas, en Berlín-Brandeburgo, auspició una aplicación digital que ofrece información sobre 1.200 tumbas.
“Las tumbas con QR-codes vienen siendo promocionadas desde hace unos cinco años, pero no se puede decir que se hayan puesto de moda”, cuenta Michael C. Albrecht, el co-director de la Federación Alemana de Administradores de Cementerios a cargo de todo lo relacionado con nuevos medios. “Y es que una lápida con código de respuesta rápida no tiene sentido para quienes no saben diseñar ni actualizar la página web respectiva”, agrega el experto, señalando que los familiares más viejos de los difuntos son los menos interesados en esta innovación; para ellos es de por sí estresante coordinar los turnos para mantener las tumbas.
(ERC/ERS)
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Célebres cementerios alemanes
Hoy los alemenes recuerdan a sus seres queridos muertos y aprovechan para visitar sus tumbas. De Colonia a Berlín, de Weimar a Múnich, estos son los cementerios más conocidos de Alemania.
Imagen: picture-alliance/Dumont
Honrando la memoria de los muertos
En territorio germano, los protestantes celebran el Día de los Muertos en el último domingo de su calendario litúrgico, es decir, el domingo antes del primer Adviento. Este año, los evangélicos visitarán masivamente los cementerios del país este 24 de noviembre. A continuación, DW pasa revista a los cementerios más célebres de Alemania.
Imagen: DW/ Maksim Nelioubin
Cementerio de Dorotheenstadt en Berlín
Los cementerios no sólo son visitados para honrar la memoria de los desaparecidos, sino también para pasear por sus jardínes o para regodearse en la belleza de la arquitectura y en su historia. En este sentido, el cementerio de Dorotheenstadt tiene mucho que ofrecer; allí están enterrados el dramaturgo Bertolt Brecht y su esposa Helene Weigel.
Imagen: picture-alliance/ZB
Cementerio Ohlsdorf en Hamburgo
Con una superficie de 391 hectáreas, el cementerio Ohlsdorf de Hamburgo es el más grande de mundo. Desde su inauguración, en 1877, se han realizado 1,4 millones de sepelios en ese cementerio. Dos de las 235.000 tumbas visibles pertenecen al actor Gustaf Gründgens y al escritor Wolfgang Borchert.
Imagen: picture-alliance/BREUEL-BILD
Cementerio Melaten en Colonia
El cementerio Melaten de Colonia aparece mencionado por primera vez en un documento histórico del año 1243. En la Edad Media sirvió como albergue para leprosos y también como sitio de ejecuciones. Hoy acoge unas 55.000 tumbas; no todas de aspecto solemne. Antes de morir, un difunto pidió que su tumba reflejara su amor por el Carnaval...
Imagen: DW/ Maksim Nelioubin
Cementerio Histórico de Weimar
El cementerio inaugurado en 1818 fue reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1998. Allí han sido enterrados miembros de las casas reales de Sajonia-Weimar y Sajonia-Weimar-Eisenach, y también los restos de Goethe. La tumba de Schiller está vacía desde que una prueba genética determinara que la osamenta allí enterrada no pertenecía al célebre poeta.
Imagen: picture-alliance/DUMONT
Cementerio St. Georg en Múnich-Bogenhausen
Quien desee ser enterrado en este cementerio debe cumplir con algunos requisitos. Y es que las 208 tumbas de este pequeño cementerio están ocupadas por lo más granado de la cultura bávara y alemana. Entre los prominentes artistas allí enterrados figuran el escritor Erich Kästner, el controvertido director Rainer Werner Fassbinder y el productor cinematográfico Bernd Eichinger.
Imagen: picture-alliance/dpa
El Waldfriedhof en Múnich
Entre los alargados árboles de la capital bávara no pasa un día sin que se recuerde al dramaturgo Frank Wedekind, al director Fritz Kortner o al escritor Michael Ende, enterrados en el Waldfriedhof. Inaugurado en 1905, este fue el primer cementerio de su tipo: en él se ha prescindido por completo de las formas geométricas más severas. En sus 170 hectáreas hay espacio para unas 59.000 tumbas.
Imagen: picture-alliance/dpa
El cementerio judío en Berlín-Weißensee
Abierto en 1880, el de Berlín-Weißensee es el cementerio judío más grande de Europa. Amparado por la ley alemana de protección a los monumentos históricos, este cementerio acoge a 11.600 tumbas. Una de ellas está ocupada por los restos del escritor Stefan Heym.
Imagen: DW/R. Pelzl
El "Heiliger Sand" o cementerio judío de Worms
De entre los cementerios judíos que aún se conservan, el "Heiliger Sand" es considerado el más antiguo de Europa. Se estima que fue abierto en 1034, el mismo año en que abrió sus puertas la primera sinagoga de Worms. En "Heiliger Sand" se encuentran unas 2.000 tumbas; la más antigua de ellas data de 1058. A sus 2.000 años, Worms es una de las ciudades alemanas más antiguas.