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Religión

Terremoto en la Iglesia católica chilena

18 de mayo de 2018

La renuncia ofrecida por los obispos chilenos en el marco del escándalo de abusos sexuales y encubrimiento, como el caso Karadima, deja ahora en manos del Papa la tarea de decidir sobre las responsabilidades.

Vatikanstadt - Chilenische Bischöfe legen die Niederlassung Ihres Amtes in die Hand von Papst Franziskus wegen Kindesmissbrauchsskandal
Imagen: Getty Images/AFP/V. Pinto

Algunos hablan de la más grave crisis en la historia de la Iglesia Católica chilena. Otros destacan la oportunidad que se abre para un nuevo comienzo. Los escándalos de abuso sexual y de poder, y el igualmente escandaloso encubrimiento de estos hechos durante años, han estremecido hasta los cimiento de esa institución. La renuncia ofrecida ahora por el pleno de la Conferencia Episcopal de Chile, después de tres días de reuniones de los prelados con el Papa Francisco en el Vaticano, tiene un impacto profundo y consecuencias aún no del todo mensurables.

Paso sin precedentes

"Hasta donde yo sé, es la primera vez en la historia de la Iglesia Católica Romana que una conferencia episcopal nacional ofrece en pleno su renuncia. Es un caso único, en efecto”, subraya Michael Ramminger, académico del Instituto de Teología y Política de Münster. En ello coincide Christian Weisner, del movimiento católico de base "Somos Iglesia” (Wir sind Kirche) de Alemania. "En Estados Unidos, en Australia, en Irlanda, en Bélgica, en Alemania, ha habido grandes escándalos sobre violencia sexual, pero en todas partes se habían visto involucrados solo determinados obispos. El hecho de que ahora una Conferencia Episcopal completa diga que hay un gran problema que debe ser acometido por todos, es algo sin precedentes”, apunta.

A la hora de evaluar las implicaciones, la Conferencia Episcopal alemana, consultada por DW, no quiso comentar el paso dado por los obispos chilenos. La agencia de noticias católica germana KNA se preguntó si era un gesto de decencia o de cobardía, y si podía ser considerado como un reconocimiento colectivo de culpabilidad. Aunque en su declaración los obispos piden "perdón por el dolor causado a las víctimas, al Papa, al Pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones”, Ramminger aventura una sospecha: "La Conferencia Episcopal chilena le impone al Papa algo que en realidad él no quiere, que no pertenece a su teología. El instó a los obispos chilenos a aclarar las cosas entre ellos, en un proceso sinodal, y a asumir específicamente la responsabilidad.  Y me parece que a eso se rehúsan ahora”, dice, y explica: "Mientras tenían la protección del Papa, no se movieron ni un milímetro. Solo ahora, bajo la presión del Papa, reconocen que algo anduvo mal. Y ahora ofrecen en conjunto su renuncia, lo que también podría significar –y es solo una hipótesis- que por esta vía a fin de cuentas se quieran zafar de su responsabilidad”.

Protesta en la catedral de Osorno contra el obispo Juan Barros, acusado de encubrir a Karadima (2015).Imagen: picture-alliance/dpa/F.Trueba

"Oportunidad desperdiciada”

El teólogo católico de Münster dice comprender reacciones como la de José Andrés Murillo, quien sufrió los abusos del sancionado sacerdote Fernando Karadima y dijo a la prensa: "Ojalá el Papa acepte la renuncia a todos los obispos, porque ninguno fue capaz de golpear la mesa y decir 'me voy a poner del lado de las víctimas'". Según Ramminger, "es comprensible como reacción espontánea, pero lo que eso significa desde el punto de vista de política de la Iglesia es otra historia. Y no soy tan optimista en cuanto a que esta forma de enfrentar el asunto vaya en la dirección correcta para la iglesia chilena”. A su juicio, "en el fondo, los obispos chilenos desperdician una oportunidad de decir ‘ahora asumimos efectivamente nuestra responsabilidad y determinaremos entre nosotros que porción le corresponde a quién'. Esa tarea se traspasa al Papa”.

Christian Weisner reconoce que el Vaticano no puede resolver todos los problemas en el mundo, pero subraya que el paso de los obispos ha dejado de manifiesto que la violencia sexual es un problema existencial de la Iglesia Católica en Chile y plantea la necesidad de que una comisión independiente aclare todo lo sucedido. Por otra parte, califica de "notable que el mismo Papa Francisco haya aprendido de este caso y que se preocupe personalmente de la situación de la Iglesia en Chile”. En su opinión, ese es "el único camino, tras los grandes conflictos en Chile, para que la Iglesia Católica recupere allí la confianza de los afectados y de los fieles”. Además, con ello se envía a su juicio un mensaje muy fuerte también a otros países que ni siquiera han reconocido aún el problema de la violencia sexual.

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