Arabia Saudita se ha convertido ya hace tiempo en uno de los blancos predilectos del extremismo islámico. La violencia de los últimos acontecimientos, en que las fuerzas de seguridad irrumpieron en el lugar en que se hallaban secuestradas unas 50 personas, no hace más que recordar lo que ya todos sabían: que los terroristas simpatizantes de Al Qaeda no son sutiles, ni hace mayores distinciones a la hora de asestar sus golpes.

La monarquía saudita, pese a su riguroso carácter musulmán y a haber apoyado a más de alguna agrupación radical islámica, no se salva de las iras de los fanáticos. Su alianza con Washington es "pecado" suficiente. Así, los atentados apuntan también contra sus propias bases de sustentación, comenzando por la industria del petróleo: y, desde luego, contra los extranjeros que representan todo aquello que se quiere "extirpar" de la tierra del profeta Mahoma.

Alemania no se libra

Tampoco entre los extranjeros hay mayores diferencias para los terroristas. Occidente es un todo que representa al "enemigo". Y eso incluye, evidentemente, también a Alemania. Es algo obvio, pero hasta el momento los círculos afines a Al Qaeda no lo habían planteado expresamente. Ahora sí. Lo comprobaría la primera víctima fatal germana cobrada por presuntos extremistas en Arabia Saudita. Se trata de un ciudadano alemán que trabajaba en la compañía aérea Arabian Airlines, abatido a tiros el 22 de mayo en Riad.

La página de Internet Maaskar el Battar, cercana a la red de Bin Laden, atribuye ese asesinato a "muyahedines" de Riad y lo justifica aludiendo al papel de Berlín el escenario político internacional, según la versión online de la revista Der Spiegel . La página árabe cataloga a Alemania como "uno de los países fundamentales den la alianza internacional contra el Islam", señalando que colaboró vigorosamente tanto en la invasión de Afganistán como en "el proyecto estadounidense de ocupación de países islámicos". Los extremistas islámicos no dejan pues nada que desear en cuanto a maniqueísmo. Y Arabia Saudita se ha convertido de momento, una vez más, en el escenario en que esa visión en blanco y negro se traduce en derramamiento de sangre.