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‘The Swan’: Cuando el patito feo se transforma en cisne

Cristina Papaleo11 de noviembre de 2004

¿Qué tiene que ver Frankenstein con El Patito Feo? ¿A qué sacrificios no se someterían algunas mujeres para lograr ser otra? Las respuestas pueden encontrarse en la nueva serie que presenta un canal privado alemán.

A la medida.Imagen: BilderBox

De dudoso tenor, y realizada con métodos casi infalibles para atrapar la atención del espectador, como buena muestra de ‘reality-tv’, la serie ‘The Swan’ pone en pantalla la transformación de 16 mujeres en lo que ellas consideran sería su versión más bella.

Las candidatas elegidas para protagonizar este calvario en ocho capítulos, que las llevará al cuerpo deseado, no parecen especialmente feas. Sin embargo, ansían ser modeladas de cuerpo entero para llegar a un ideal de belleza al que aspiran. Se alejarán de sus familias durante dos meses, y un equipo, conformado por un cirujano plástico, un odontólogo, un entrenador físico, un nutricionista y una psicóloga les darán apoyo y consuelo durante el proceso, que no estará exento de sufrimiento, y del real. Fiel a una temática que espera elevar el rating y no escatima golpes bajos, ‘The Swan’ cuenta también con un ingrediente competitivo, ya que, al finalizar el concurso, los expertos decidirán quién es el ‘Cisne’ ganador. La moderadora es Verona Pooth, la boliviana más famosa de Alemania, quien no se cansa de vender una imagen de mujer que todo lo puede, y todo lo hace bien. Ya sea moderar un talk-show o tener un hijo, su vida está diseñada para ser puesta en pantalla.

Por favor, háganme otra

Verona Pooth, presentadora de 'The Swan'Imagen: AP

El componente de la serie que da una vuelta de tuerca al eterno tema femenino de la insatisfacción con la propia apariencia, es que esta vez las participantes no sólo prueban dietas, nuevo vestido o maquillaje, sino que, en competencia consigo mismas, se someten a operaciones de todo tipo, que no son para nada inofensivas. En una carrera contra sus debilidades y contra su cuerpo, e identificándose con un ‘yo’ exterior, su cara y su cuerpo al final ya poco tienen que ver con la mujer original.

En la creación de la nueva personalidad, que implica cortes de pelo y tinturas, transplantes de encías, corrección de mandíbulas, liposucción, peligrosas operaciones de abdomen, extracción de costillas y claro, el infaltable implante de siliconas en pechos y glúteos, el despertar en la sala de operaciones de estas versiones’ light’ de “Frankenstein” es, obviamente, extremadamente doloroso. Aunque ellas lo nieguen, probablemente presionadas por una cláusula en su contrato, está a la vista que poner el cuerpo ‘como si no pasara nada’ poco tiene que ver con la realidad del dolor al que se someten, voluntariamente, claro.

Silke, una de las dos protagonistas del primer capítulo, es una mujer de unos treinta años, de ojos claros, y un rostro que condice con su personalidad. No es gorda, pero tampoco demasiado delgada, tiene una hermosa sonrisa, dos hijos que ha criado sola, y muchas ganas de vivir. Nada la haría más feliz que cambiar su aspecto físico, acortando su nariz, agrandando su mentón, cambiando la forma de su boca, y elevando su busto. Al finalizar su transformación, el rostro de Silke es más bien una máscara. Es Silke, pero ya no lo es. Su deseo se ha hecho realidad: es otra. Cabe preguntarse cómo se siente alguien que estrena nueva cara, y ya no encuentra su imagen conocida en el espejo. Ella llora al ver el resultado; lo que no sabremos nunca, es si las lágrimas son verdaderamente de felicidad.

Reality-shows: ¿nada más alejado de la realidad?

Imagen: AP

Desde que surgieron los primeros programas de la llamada ‘tv-realidad’, los empresarios de la pantalla chica parecen no cesar en su empeño de enajenar cada vez más la sensibilidad del espectador, si es que alguna le queda. ¿O deberíamos decir: ‘consumidor’? Partiendo de la idea de acercar la tv a casa, y hacer protagonista a hombres y mujeres de la calle para hacerlos vivir sus ‘cinco minutos de felicidad’, se han pergeñado todo tipo historias, apelando siempre a las características más primitivas del ser humano, como el instinto de supervivencia, y la imposición del más fuerte.

La reflexión y la posibilidad de identificación del televidente se producen en un nivel primigenio, con el soporte de un equipo tecnológico que, paradójicamente no propicia la evolución sino la regresión. Esta vez le ha tocado a las mujeres, quienes, como si ya no tuvieran suficientes luchas por ganar en la vida de todos los días, se someten ahora al abandono de su personalidad para caber en un molde que da por resultado la pérdida de su individualidad, de aquello que las hacía ser quienes eran.

De la lucha feminista a la mesa de operaciones

Basta ya de promesas de igualdad en el hogar y en el lugar de trabajo. Nada de revoluciones en la cama, y mucho menos de hacer oír su voz en la política. Ahora la tv ofrece a las mujeres con deseos de cambio las bondades de la cirugía estética total. Teniendo en cuenta que la edad de las mujeres que se someten a cirugía estética es cada vez más temprana, y que las quinceañeras sueñan con su primera operación de nariz como regalo de cumpleaños, no sorprende el éxito de estas producciones. El canal privado Pro Sieben espera poder seguir manteniendo el rating gracias a ‘The Swan’, en un horario en el que “Sex and the City” aseguraba el éxito y la fidelidad de las espectadoras alemanas. Está por verse si a ellas les dará lo mismo unas caras hinchadas y llenas de hematomas que los diálogos inteligentes y el ‘savoir vivre’ de las cuatro amigas neoyorquinas.