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¿Tiene Irán la sartén por el mango?

Mirra Banchón16 de enero de 2006

Se trata hoy en Londres la crisis suscitada por el reinicio de la actividad nuclear de Irán. Si los unos ponen en duda sus fines benéficos, Irán pone en duda el poder y la autoridad de Occidente para impedírsela.

Mahmud Ahmadineyad, el presidente iraní, responde y desafíaImagen: AP

Representantes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas - Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Rusia y China- y Alemania se reúnen hoy en Londres para tratar la crisis suscitada por la decisión de Irán de reanudar la actividad en las plantas nucleares. La posibilidad de pasar el caso al Consejo de Seguridad y de imponer sanciones ha suscitado autosuficientes e iracundas respuestas del gobierno del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad: sanciones contra la República Islámica de Irán podrían tener como consecuencia una subida de los precios del petróleo.

La postura iraní se resume en que la Irán no persigue más que fines científicos y civiles y que en caso de sanciones económicas la comunidad internacional podría perder más que Irán. La postura de de Occidente -con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza- se resume en que los fines benéficos de la actividad atómica de Irán no están demasiado claros y que hay que impedir a toda costa que desarrolle armamento atómico. La cuestión latente es si occidente tiene autoridad, poder, derecho y medios para impedirlo.

Antecedentes de la nueva crisis

Pese a las advertencias de la comunidad internacional, Teherán decidió el martes romper los precintos de la ONU en tres de sus plantas y reanudar la actividad de investigación y desarrollo nuclear. Aunque aún no se ha detectado actividad concreta, Reino Unido, Francia y Alemania -la tríada de la Unión Europea (UE) encargada de las negociaciones con Irán- pidieron una reunión urgente del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que deberá elaborar un informe y que podría remitir el caso al Consejo de Seguridad de la ONU.

La rotura de los precintos atenta contra el Acuerdo de París, suscrito entre Irán y la UE, el 14 de noviembre de 2004, en el cual se estipulaba que Irán suspendería sus actividades relacionadas con el enriquecimiento de uranio mientras durasen sus negociaciones con la UE, y en las que se le ofrecería incentivos económicos a cambio de que Irán desista de su ambiciones atómicas. Pero las negociaciones han llegado a un punto muerto, y mientras que ni la UE ni la OIEA están convencidos de la bondad de los fines de la actividad nuclear iraní -pero tampoco han podido comprobar lo contrario-, Irán insiste en contar con energía nuclear, como los otros.

Concretamente, se sospecha que el programa de desarrollo de armamento nuclear habría estado siendo desarrollado paralelamente al otro con fines benéficos.En declaraciones a la televisión alemana, el ex ministro alemán de Ecología, Jürgen Trittin, se mostraba también muy preocupado por la tensa situación con Irán aseverando que el país de los mulahs no ha sido demasiado honesto con la OIEA y que el uso benéfico del material atómico es bastante improbable en un país que no posee ni siquiera una central de energía nuclear. Así, la sospecha de que Irán persigue, efectivamente, otros fines es así fundamentada.

"La diplomacia no excluye la violencia"

La planta nuclear de Natanz, en 2005Imagen: dpa

Mientras que el ex jefe de la Organización Internacional de Energía Atómica, Hans Blix, advierte de pasar el caso al Consejo de Seguridad de la ONU -pues esto acentuaría el dramatismo del conflicto-, el actual jefe de la OIEA, el premio Nobel de la Paz Mohamed El Baradei, declaraba el fin de semana al semanario estadounidense Newsweek que los medios de la diplomacia no son sólo las palabras, sino también la presión e incluso no excluye la violencia.

Mohamed El Baradei, director general de la OIEA

"Hay que intentarlo todo para conseguir que se cumplan las reglas, y si no logra se las impone", recalcó El Baradei. En su tono muy distinto el Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad de la UE, Javier Solana, reiteró por su parte que no está en la mente de nadie una intervención militar contra Irán. El propio presidente norteamericano, George W. Bush, reiteró ante la canciller alemana, Angela Merkel, que su meta es llegar a una solución diplomática, a través de Naciones Unidas.

La sartén por el mango

Irán, por su parte, no deja de asegurar que su fin es utilizar el material atómico con fines benéficos, algo a lo que tiene tanto derecho como los otros. Según el gobierno iraní, la República Islámica ha cumplido con lo pactado y ha permitido las inspecciones. De llegar el caso al Consejo de Seguridad, Irán amenaza con impedir las inspecciones y dejar, definitivamente de colaborar con Occidente, al que en caso de que el Consejo de Seguridad decidiera sanciones contra el segundo productor mundial de petróleo Irán podría salirle el tiro por la culata. Por su parte, el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, el príncipe Saud al-Faisal, si bien no favorece el armamentismo nuclear tampoco en el caso de Irán argumenta responsabiliza le de la actual crisis sería a la doble política de Occidente, que apoya a unos -léase a su aliado Israel- a desarrollar su armamento nuclear y a otros intenta con todos los medios impedirlo.

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