En materia de refugiados, los países balcánicos se preparan para el fin de la “cultura de bienvenida” en Alemania y Austria. Lo más seguro es que imiten a sus vecinos del norte, argumentando que no les queda otra opción.
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Mientras Europa intenta comprender cabalmente las implicaciones de la moción vienesa de restringir el número de refugiados que recibirá Austria, en la ruta de los Balcanes aumenta la inquietud: Eslovenia, Croacia, Serbia y Macedonia temen terminar como sardinas enlatadas, apretados entre la frontera austriaca cerrada y el constante flujo de refugiados procedente del mar Egeo. Y ninguna de las cuatro exrepúblicas yugoslavas desea convertirse en un campo de acogida.
Es ilegal, pero…
Desde que Austria anunció que limitará la entrada de refugiados a su territorio, los Estados balcánicos sólo dejan pasar a aquellos que declaran explícitamente querer solicitar asilo en Alemania o en Austria. “Esto va contra las convenciones internacionales, pero aún así lo haremos”, explicó el ministro del Interior croata, Ranko Ostojic. “Todo depende de Alemania. Croacia es un país de tránsito. La crisis se debe solucionar en la frontera exterior, entre Grecia y Turquía”, agregó.
A Pavle Kilibarda, investigador del Centro de Derechos Humanos de Belgrado, no le sorprende que los países de los Balcanes actúen ahora con más pánico y dureza. Todos los Estados son conscientes de que las nuevas reglas contravienen los Convenios de Ginebra. “Los países balcánicos occidentales se rigen por los grandes países de la Unión Europea (UE): cuando estos violan el derecho internacional público, los países de los Balcanes lo usan como una excusa práctica para, a su vez, violar el derecho”, dice Kilibarda en entrevista con DW.
Incluso el jefe del Gobierno serbio, Aleksander Vucic –uno de los mayores admiradores en la región de la “cultura de bienvenida” promovida por la canciller Merkel– afirmó que Serbia sólo podrá acoger como máximo a 5.000 refugiados, ya que todo lo demás perjudicaría a la economía local.
Efecto dominó
El “Plan B” de los Balcanes será tan rudimentario como su “Plan A”, opinan expertos. Hasta ahora se dejaba pasar a los migrantes, pero lo más probable es que pronto se cierren las fronteras.
El activista de derechos humanos Kilibarda cree que las élites políticas prestarán especial atención a la opinión pública: “En los Balcanes se es tolerante en el sentido de que ‘se tiene que ayudar a los pobres, pero, por favor, que no se queden aquí porque nosotros también somos pobres’. En caso de duda, los ciudadanos en Serbia y los países vecinos apoyarían más bien la construcción de una valla fronteriza que la acogida de refugiados”, señala Kilibarda. Y eso desataría un efecto dominó: imitar a los vecinos del norte e instrumentalizar sus argumentos como coartada.
Por su parte, el columnista esloveno Uros Esih teme lo peor: “De la noche a la mañana, el corredor humanitario se convierte en una mina de oro para los traficantes de personas. Ahora sólo aquellos que tengan suficiente dinero, podrán entrar a la fortaleza de Europa”, escribe en el portal Vecer.
El campo de refugiados de Moria
Los refugiados que llegan a Lesbos son enviados a Moria, para ser registados. Debido a las largas colas, las malas condicios higiénicas y la falta de recusos, algunos lo consideran el peor campo de refugiados del mundo.
Imagen: DW/D. Cupolo
Refugiados y refugiados
Al llegar a Lesbos, los refugiados son separados. Los sirios son enviados al campo de Kara Tepe, donde la mayoría dispone de un alojamiento sólido. Los de otras nacionalidades son llevados al campo de Moria, el primer centro para el registro de personas que dejaron sus países huyendo de la miseria. Allí, los refugiados duermen en carpas o a la intemperie, a la espera de poder viajar a Atenas.
Imagen: DW/D. Cupolo
Demasiada gente
El hacinamiento causa a menudo fricciones, como en esta cola para la comida. De acuerdo con un informe de la ONU, el campamento fue concebido para 410 personas. Sin embargo, hay allí entre 2000 y 4000 refugiados, dice Fred Morlet, que coordina el trabajo de los voluntarios en Lesbos. "Desde el principio faltaron recursos y ahora éste se ha convertido en el peor campo de refugiados del mundo".
Imagen: DW/D. Cupolo
Escasez de alimentos
Ramona Brongers, fundadora de la fundación Live for Lives, comenzó a trabajar con su ONG en Moria después de haber visto un llamado de auxilio en internet. "Preparamos 1.500 raciones al día, pero nunca basta para dar comida a todos", cuenta. Y agrega: "Ayudamos como podemos, pero los problemas son enormes y las organizaciones más grandes no asumen la responsabilidad".
Imagen: DW/D. Cupolo
"Dormir entre la basura"
Brongers relata que sus 36 voluntarios se vieron superados por las labores de aseo y recolección de desperdicios. "Mire a su alrededor, la gente duerme en la basura", dice Brongers. Acota que "es imposible mantener este lugar limpio; siempre estamos al borde de una epidemia". Hace poco se reportó un brote de sarna en el campo de Kara Tepe.
Imagen: DW/D. Cupolo
Falta de motivación
Morlet reprocha la actitud de los encargados del campamento. "Los funcionarios todas luces no está motivados y a veces no vienen a trabajar, lo que implica que los refugiados no son registrados, mientras sigue llegando más y más gente. Dos horas de dilación significan un desastre humanitario".
Imagen: DW/D. Cupolo
Caminante descalzo
"Caminé de Pakistán a Turquía sin zapatos", dice Fiaz Uddah (al centro), quien espera que llamen su número. "Dormimos así, en estas cajas de cartón. No tenemos mantas", dice por su parte su amigo Israr Ahmed. Y añade: "Hacemos esto porque no queremos que nuestros hijos vivan como nosotros".
Imagen: DW/D. Cupolo
¿Quién decide?
Arshid Rahimi, un afgano veinteañero de Ghazni, dice que su madre lo forzó a partir después de que su padre y su hermana fueran asesinados durante un ataque talibán contra una escuela cercana a su casa. "Mi vida se veía amenazada por los talibán, pero aquí la gente dice que he venido por razones económicas", señala, y pregunta: "¿Quién decide si soy un refugiado o no?"
Imagen: DW/D. Cupolo
"Se parece a Guantánamo"
Algunas familias pueden quedarse en las carpas de Moira, que son escasas, pero Morlet compara el campamento con una prisión. "Con cercos y alambrada de púas, se parece a Guantánamo", comenta. No obstante, predice que el número de refugiados no se reducirá. "Hay quienes dicen que el invierno los frenará, pero el mar es más calmado en invierno", apunta.
Imagen: DW/D. Cupolo
En manos de Dios
"Cuando estaba a bordo del bote en que vine hacia acá, en medio del océano, comprendí que estamos solos, en las manos de Dios", dice Pejman Usefi, un afgano que vivía en Irán. "Si Dios decide salvarte, entonces te salvarás. Así es como veo mi situación en este campamento".