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Tito: una leyenda yugoslava

4 de mayo de 2010

Al cumplirse 30 años de la muerte de Tito, no existe el esquema bipolar que intentó minar, ni la Yugoslavia que gobernó. ¿Cómo se aquilata hoy su figura? Conocedores de la política y la historia del país dan su versión.

Ofrendas florales en la estatua de Tito en Sarajevo, el 25 de mayo de 2005.Imagen: picture-alliance / dpa/dpaweb

Josiph Broz Tito fue una figura carismática, que cometió un error decisivo: el líder de los partisanos de la antigua Yugoslavia, que después de la II Guerra Mundial gobernó al país por 35 años, prohibió hablar sobre las corrientes fascistas y nacionalsocialistas en el interior de sus propias filas. La razón aducida fue que sólo eran influencias externas provenientes de Italia y Alemania. En consecuencia, tras su muerte rebrotaron los antiguos conflictos.

Foto de la segundasesión del Consejo Antifascista de Liberación de Yugoslavia. (Tito al centro, en el sillón)Imagen: Museum AVNOJ Jajce

Si en ese entonces se hubiera elaborado mejor la historia, la guerra civil yugoslava en parte no habría discurrido como lo hizo. Así lo cree Hans Koschnik, ex parlamentario alemán, quien fuera el primer administrador internacional de Mostar. A su juicio, Tito desempeñó un papel importante en la política internacional y europea: “Se apreciaba a Tito, porque se había zafado de las redes de Moscú. Pero no se estaba a favor suyo, porque era comunista. Así de simple, puede decirse. Pero en realidad él era uno de los pocos que estaban en condiciones de tender puentes entre los bloques, con los que se podía trabajar. En Europa, esos (países ‘puente’) eran Finlandia, Yugoslavia y Austria”.

Hans Koschnik.Imagen: AP

Luces y sombras

La versión de que tras la muerte de Tito se produjo el desmoronamiento de Yugoslavia debido al atávico odio entre las etnias, que él había reprimido, no es considerada correcta por Holm Sundhausen, profesor de historia del sudeste europeo. Con la superación del conflicto este-oeste, emprendida por Gorbachov, también perdió sentido el Movimiento de los No Alineados, fundado entre otros por Tito. Además, su sistema de autogestión de los trabajadores resultó económicamente ineficiente, de manera que el sistema instaurado por Tito fue perdiendo paulatinamente su legitimación. A juicio de Sundhausen, la guerra fue luego manipulada por políticos de Tito e intelectuales. Pero, subraya, la figura de Tito personifica “la liberación del país de las garras de los nacionalsocialistas y sus aliados; personifica la exitosa resistencia contra Stalin, el desarrollo de Yugoslavia desde comienzos de la década del 50, la apertura hacia Occidente, el modelo de autogestión de los trabajadores, el status del país como líder de los No Alineados y un relativo bienestar con que los habitantes de otros países socialistas ni podían soñar”.

Sin embargo, la cosa es diferente en lo que respecta a los medios con que Tito impuso su política, según hace notar Sundhausen, recordando las represalias contra miembros de la ocupación, sus parientes y colaboradores al término de la guerra. El historiador opina que “si en ese entonces hubiera existido un tribunal para los crímenes de guerra en Yugoslavia, seguramente Tito habría sido citado por esa corte”.

Tito, durante su estadía en Brijuni.Imagen: Nationalpark Brijuni

Falta de democracia

A Tito le corresponde el mérito de haber organizado la guerra de los partisanos contra el ejército alemán y los otros ocupantes, y el de haber liberado al país, apunta Harald Potempa, del Centro de Investigaciones Histórico-militares de Potsdam. No obstante, los estudios más recientes han llevado a una reevaluación de la guerra de los partisanos. Según Potempa, lo que ocurrió fue resultado de una combinación de las actividades de los partisanos y los movimientos de repliegue de las tropas alemanas, que querían evitar quedar aisladas por el Ejército Rojo en los Balcanes.

“Es meritorio que Tito haya emprendido la senda de la no alineación pero, obviamente, la Yugoslavia de Tito no era con seguridad una democracia en el sentido occidental”, indica Potempa, puntualizando que “en este sentido, es valiente, interesante y digno de valorarse que haya tratado de poner coto a la influencia de Stalin”.

Autora: Selma Filipovic/ERS

Editor: Pablo KUmmetz

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