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"Todos quieren dejarle un mundo mejor a sus hijos"

26 de mayo de 2011

¡Un futuro sostenible, justo y pacífico es posible! Eso cree Jakob von Uexküll, Fundador del World Future Council, el Consejo Mundial para el Futuro.

Der Initiator des World Future Councils (Weltzukunftsrat), Jakob von Uexküll, aufgenommen am 22.05.2008 während einer Pressekonferenz im Rahmen des Weltzukunftsrates im Rathaus von Hamburg. Foto: Jens Ressing +++(c) dpa - Report+++
Fundador del Consejo Mundial para el Futuro, Jakob von Uexküll.Imagen: picture-alliance/dpa
Jakob von Uexküll es un “soñador” con todas las de la ley. Luego de instituir en 1980 el llamado Premio Nobel Alternativo –el Right Livelihood Award de Ecología y Coraje Civil– fundó además, hace cuatro años, un Consejo Mundial para el Futuro, el World Future Council.
“Apostamos por el pensamiento y la acción sostenibles, en interés de las futuras generaciones. Informamos a los políticos sobre legislaciones con perspectiva de futuro y los asesoramos en la introducción de esta ‘mejor política’, pues los problemas de nuestro mundo tienen solución”, se lee en la página web del Consejo.
La organización está integrada por hasta 50 miembros de todos los continentes –muchos de ellos han obtenido el Nobel Alternativo –el Right Livelihood Award– en los últimos años. Jakob von Uexküll es fundador de este Consejo que, como fundación sin fines de lucro, se financia con donaciones.
DW-WORLD.DE: Sr. von Uexküll, a través de su labor con el Consejo Mundial para el Futuro usted trata de contribuir a un futuro sostenible, justo y pacífico, en el que se respete a las personas. ¿Es realmente posible algo así?
El World Future Council desarrolla propuestas de políticas para un futuro sostenible.Imagen: picture alliance/dpa
Jakob von Uexküll: Posible es. La pregunta es sólo: ¿en qué condiciones? Vivimos en un mundo en el que cada vez más personas parecen creer que se puede sencillamente ignorar o cambiar las leyes de la naturaleza, que todo puede continuar como hasta ahora. No estamos hablando de limitaciones económicas, sino naturales, de recursos. O sea que, para poner un claro ejemplo, si no somos capaces de evitar el cambio climático y el nivel del mar sube, habrá que construir diques con el mismo cemento con el que, de lo contrario, se construirían viviendas para las nuevas generaciones.
Por supuesto que debemos hallar un modo más justo de vivir. No podemos creer que seguiremos viviendo sin consecuencias a costa de los pobres, mientras ellos se ven cada vez más afectados por las sequías y las catástrofes naturales. Por este camino, millones y millones de desplazados por los problemas del medio ambiente nos invadirán desde los países pobres, especialmente desde África. Y no tendremos cómo sostenerlos.
Pero el mundo gira en torno a un orden económico que evidentemente se basa en el principio de que sobrevive el más fuerte...
Hace décadas que nos guiamos por reglas que estimulan el egoísmo. Normas que no promueven la solidaridad y la justicia, que ponen por encima de todo la ganancia, el crecimiento económico. Y eso ha sido posible hasta ahora porque creímos que el crecimiento económico garantizaría que todos pudiesen vivir como nosotros en el futuro. Ahora sabemos que no es así. Ahora vamos hacia lo que los ingleses llaman el "Global Peak Everything" (el agotamiento mundial de los recursos). Y no es algo que van a sufrir quizás nuestros nietos, lo vamos a sufrir nosotros.
El Pentágono ha predicho que la crisis energética global nos alcanzará en los próximos cinco años. Entonces nos veremos obligados a adaptarnos, a vivir de una forma más justa, a tratar a los demás de una forma más humana. No tenemos otra opción que respetar los derechos humanos.
Jacob von Uexküll entrega el Premio Nobel alternativo al ambientalista David Suzuki.Imagen: picture-alliance/dpa
¿Puede decirse que una sociedad “sana” debe defender determinados valores?
Frecuentemente se habla de valores occidentales, orientales, de izquierda, verdes, conservadores... Pero hay un valor en el que todos estamos de acuerdo. Si uno le pregunta a la gente en los más diversos países, todos dirán que quieren dejarle un mundo mejor –o al menos no uno peor– a sus hijos. Eso es algo que nos une.
Seguramente hay otros valores, pero es en éste en el que se basa mi trabajo. Y claro que se puede decir que cada sociedad interpreta los valores de un modo diferente. Nosotros no apostamos por construir un mundo homogéneo, donde todo sea igual. Pero el principio de que no tenemos ningún derecho a sacrificar el mundo, el futuro, por nuestra propia comodidad, es fundamental y vale para todos.
¿Deberían los derechos humanos valer también para todos?
Justamente por eso tenemos que preguntarnos a qué llamamos derecho humano, a qué llamamos justicia. ¿Qué necesitamos para vivir? Sin agua no podremos sobrevivir, eso lo sabemos, pero el agua se está transformando en un recurso escaso. Es por eso que tenemos que ocuparnos de defender un derecho al agua, un derecho básico al agua. Tiene que haber también un derecho a la alimentación. Y se trata, en general, de garantizar las condiciones en que estos derechos puedan realizarse.
En el Consejo Mundial para el Futuro establecimos un premio a las mejores políticas, a las políticas con perspectivas de futuro, el “Future Policy Award”. En la ciudad brasileña de Belo Horizonte hallamos un paquete de leyes que garantizan que cada habitante tenga al menos el derecho a una comida sana diaria. ¡Cuesta el dos por ciento del presupuesto de la ciudad y desde su introducción la mortalidad infantil ha bajado un 60 por ciento! Cuando uno ve eso no hace falta preguntarse mucho cuántos programas de ayuda se necesitarían para tener tal éxito. Creo que lo más importante ahora es esa lucha por conseguir condiciones de vida más humanas.
Entrevista: Christine Harjes / Rosa Muñoz Lima
Editora: Emilia Rojas-Sasse
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