Las acusaciones son graves, vienen de los mismos Estados Unidos y señalan una flagrante contravención de la Convención de Ginebra. Un científico acusa a los galenos militares de la temida cárcel de Abu Ghraib, en inmediaciones de Bagdad, de permitir y encubrir vejaciones y asesinatos de reclusos iraquíes. Los médicos estadounidenses, afirma Steven Miles, expedían y manipulaban partidas de defunción para ocultar la causa violenta de la muerte de las víctimas en prisión. Tanto médicos como enfermeros habrían destruído además pruebas fehacientes de la tortura sistemática practicada contra los civiles mantenidos en la cárcel de Abu Ghraib. Miles, él mismo médico y profesor estadounidense, hizo públicas sus denuncias en la revista británica “The Lancet”.

Contra la ética profesional

Según Miles, los intimidatorios interrogatorios eran creados, realizados y aprobados por un psiquiatra y otros médicos al servicio de las fuerzas militares de los Estados Unidos. Este profesor de medicina de la Universidad de Minnesota cita el caso de un prisionero que fue torturado hasta perder el conocimiento y que luego de una breve vista de un enfermero siguió siendo maltratado. Médicos militares habrían incluso aplicado suero a algunos muertos para dejar la impresión de que habían sido atendidos. “Los galenos militares de Abu Ghreib expedían con frecuencia certificados falsos por muerte a causa de síncopes, insolación u otra muerte natural”, asegura Miles.

AI-Alemania pide investigación civil

Las reacciones a las nuevas acusaciones de tortura en Irak no se han hecho esperar en Alemania. “El deber ético y médico debe estar por encima del deber militar”, dijo a DW-World Anabel Bermejo, vocera de la sección alemana de Amnistía Internacional (AI). En nombre de dicha organización no gubernamental, Bermejo exigió “una investigación de los abusos y crímenes de las tropas de ocupación en Irak por fuera de los muros militares y a cargo un ente neutral”. Entretanto, Barry Johnson, vocero de las Fuerzas Militares estadounidenses, que “tales acusaciones eran ya investigadas por el pentágono”.

Pero los “caballeros” británicos en Irak no parecen ser mejores. La central londinense de AI imputa a las fuerzas británicas de haber causado la muerte a 37 ciudadanos iraquíes y obstruír el esclarecimiento de las causas de su deceso. El caso del asesinato de una niña de apenas 8 años es simbólico para la violación de los Derechos Humanos e impunidad reinantes en Irak. Precisamente este 21 de agosto, hace un año que la chica fue muerta por un disparo de un soldado británico que afirma haber oprimido el gatillo sólo como señal de advertencia. AI ha recogido empero testimonios que prueban que el inglés le disparó directamente a la menor.

Víctimas inocentes de la “democracia” importada

Casarse y celebrar con balazos al aire ha demostrado ser mortal por estos tiempos en Irak y Afganistán. El argumento de sentirse amenazados por disparos no es la primera vez que lo utilizan las fuerzas de ocupación. Así fue como Ghanem Kadhem Kati‘, de 22 años de edad, fue abatido por las ráfagas de una patrulla británica al frente de su casa. Aún más grave: la víctima desarmada e inerme fue muerta por la espalda.

La desaparición del empresario Sattam Hameed Farhan al-Ga’ood, el 19 de abril de 2003, es otro de los muchos casos de violaciones más propios de una dictadura que de la democracia que las fuerzas de ocupación anunciaron introducir al mundo árabe. El “crimen” de al-Ga’ood: haber criticado la ocupación en una entrevista al canal árabe Al-Yazira. Dicho empresario fue sacado de su casa por soldados estadounidenses y nunca más se ha vuelto a saber de él.

Sin investigación no hay culpables

Pero las acusaciones de AI no son las únicas. El secretario británico de Defensa, Geoffrey Hoon, no ha logrado explicar por qué su Gobierno no ha reaccionado al informe sobre violaciones de tropas británicas en Irak presentado por la Cruz Roja Internacional. Entretanto, al otro lado del Atlántico, tras comparecencia en el pentágono sobre el mismo caso, George W. Bush felicitaba a su propio secretario de Defensa, Donald Rumpsfeld, por su “excelente trabajo” en Irak.