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Obreros extranjeros en la RDA: exclusión y discriminación

Melina Grundmann
6 de noviembre de 2019

La desaparecida Alemania comunista también contrató a trabajadores extranjeros para impulsar su economía. Tras la repentina caída del Muro de Berlín, nadie se acordó de ellos.

Huong Trute, antigua trabajadora por contrato en la RDA y Angela Merkel, canciller.
Huong Trute, antigua trabajadora por contrato en la RDA y Angela Merkel, canciller.Imagen: Privat

La antigua República Democrática Alemana (RDA) tenía acuerdos con otros países socialistas para contratar a trabajadores que le ayudaran a impulsar su economía. Los llamados "trabajadores por contrato” debían cumplir jornadas largas y ser prácticamente invisibles ante los habitantes de la RDA. Tras la repentina caída del comunismo, muchos abandonaron Alemania inmediatamente. Otros permanecen hasta el día de hoy.

La señora Huong Trute sube las escaleras de su restaurante en Wernigerode, una pequeña ciudad en las montañas Harz, en el centro de Alemania. En la entrada, hay una foto suya con Angela Merkel tomada durante una mesa redonda. En aquella ocasión, Trute discutió con la Canciller sobre el rol de los trabajadores por contrato en Alemania.

Trute, que ahora  tiene 62 años, emigró a la RDA en 1976. Dejó Vietnam cuando terminó la escuela, justo un año después de que acabara la guerra. Recuerda que entonces su país estaba destruido y habían pocas oportunidades: "Cuando me dijeron que podía hacer un programa de educación vocacional en Alemania, acepté de inmediato. No sabía en lo que me estaba metiendo”. Trute se formó como técnica mecánica en el marco de un convenio de solidaridad entre la RDA y Vietnam. Luego estudió Pedagogía de la Ingeniería.

Aunque Trute vivía en una residencia apartada con sus colegas y tenía poco contacto con los lugareños, se sintió bienvenida en Alemania. Los vecinos les traían flores y frutas a la casa.

En 1981 terminó el programa y regresó a Vietnam. Sin embargo, debido a la creciente escasez de especialistas la RDA dependía de los trabajadores extranjeros. Es así que se firmaron nuevos convenios con Vietnam y otros países socialistas que facilitarían el ingreso de más trabajadores.

Clima de exclusión

Grupo de trabajadoras vietnamitas por contrato en la RDA. Imagen: Privat

En 1987, cuando Trute tuvo la oportunidad de volver a la RDA con un contrato de trabajo, aceptó la oferta. Pero a su regreso todo era diferente. "La gente nos evitaba. Siempre que íbamos de compras, los vendedores nos miraban mal, como si viniéramos de la selva. La cordialidad había desaparecido", comenta.

Ella y sus colegas extranjeros que trabajan en una fábrica de ropa se sentían marginados. El gobierno de la RDA incluso los amenazaba con expulsarlos si intentaban ponerse en contacto con los ciudadanos alemanes. Nadie hablaba de integración.

Cuando cayó el Muro en 1989, y Alemania celebraba con júbilo, no estaba claro lo que pasaría con los trabajadores por contrato de la RDA. Nadie les informaba nada, ni se preocupaba por ellos. Muchos perdieron sus puestos y sus hogares de la noche a la mañana. Reinaba un clima de incertidumbre. "Yo estaba desesperada. No sabía lo que estaba pasando. Todo se había terminado de repente y me sentía como si estuviera en el fin del mundo”', recuerda Trute.

Tras la reunificación, el Gobierno federal trató de expulsar a los trabajadores contratados por la RDA mediante acuerdos de repatriación. Trute tenía otros planes. Se casó con un alemán y decidió quedarse, pero pronto se dio cuenta que su presencia no era del agrado de muchos. Un día se encontró con un médico que le solía atender a ella y a sus antiguos colegas. El le preguntó que por qué seguía en Alemania si la RDA ya no existía y su trabajo no era necesario.

El odio llegó a su culmen durante los ataques de Hoyerswerda y Rostock-Lichtenhagen en 1992, cuando las casas y autos de migrantes vietnamitas fueron atacados por extremistas de derecha. Trute vio los ataques por televisión: "Mi marido lloró. Yo le dije que sería difícil para ambos y que quizás debía irme”.

A pesar de la hostilidad, se quedó en Wernigerode, abrió un restaurante vietnamita-japonés y fundó un programa de cooperación germano-vietnamita que organiza intercambios de expertos de ambos países. Aunque se siente a gusto en Alemania, mira semejanzas entre el pasado y el presente: "Veo con preocupación lo que sucede, pero espero que la gente que amo siga siendo más y que no haya peligro para nosotros. Todos deberíamos ser más abiertos y no temer a los que vienen de fuera porque ellos le dan sabor a esta sociedad".

Huong Trute conserva su pasaporte vietnamita, pero sólo quiere usarlo en caso de emergencia.

(lsp/jov)

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