Viajar a Santa Clara de Uchunya, en la Amazonía peruana, es como hacerlo a otro planeta. Pero uno con antenas parabólicas y celulares, en el que su cultura ancestral se diluye poco a poco.
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En la comunidad nativa de Santa Clara de Uchunya, en la Amazonía peruana de la región del Ucayali, se vive entre dos mundos. Uno es el de su cultura tradicional shipibo, con una lengua y una cosmovisión propias, en un constante choque cultural con el que traen las antenas parabólicas, los celulares y los visitantes de la ciudad. Ese otro mundo habla castellano. Primero, el de los jesuitas y franciscanos encargados de la evangelización de esta región. Luego, el de los medios masivos de comunicación, con programas de televisión como 'El chavo del ocho' y las telenovelas.
En otras comunidades, más inaccesibles, el choque cultural está mucho más amortiguado por la densidad de la selva. Pero aquí, en Santa Clara de Uchunya -a donde durante la mayor parte del año se puede acceder por carretera, hay agua corriente y llega el suministro eléctrico-, está la falla donde rozan estas dos placas tectónicas culturales. "Acá es una mezcladera ya, usted viene a Uchunya y la mayoría hablan castellano... pero tú vas por el Ucayali y toditos hablan su lengua, puro shipibo", nos dice un comunero mestizo que, tras más de cuarenta años en la comunidad, no entiende el idioma indígena.
Choque cultural y brecha generacional
Su nieto Delcy Daniel, de 14 años, quiere estudiar derecho y hacerse abogado para volver y "defender a la comunidad de los invasores de terrenos". "No tenemos harto dinero, así que no podemos ir a estudiar más que aquí a Pucallpa", explica. Pero no todos los de su edad quieren volver. Cali Yonaldi, de 8 años, quiere ser doctora. Su hermana, de 24 años, trabaja en Lima "haciendo vacunas". Allí quiere vivir ella. Y volver, como su hermana, solo de visita: "va a venir para el cumpleaños de mamá".
Esa tensión entre el deseo de irse a la ciudad y forjarse un futuro profesional y el de quedarse en la comunidad está presente en la mayoría de los niños uchunya. Toda generación, en cualquier sociedad, sigue dos posibles tendencias ante su predecesora: continuar su legado o enfrentarse a él. En esta comunidad, situada en la frontera entre lo indígena y la ciudad mestiza de Pucallpa, la brecha generacional se hace todavía más patente. "La culpa es nuestra, por no enseñarles", admite el sabio de la comunidad, Manuel Silvano.
Continuidad y cambio
El clásico de la antropología Claude Levi Strauss distinguía entre sociedades "frías", que tratan de anular el efecto de los acontecimientos sobre su equilibrio y su visión del mundo, y sociedades "calientes", que interiorizan el devenir y hacen de él el motor de su desarrollo. Es difícil definir en esos términos a esta comunidad en concreto.
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"Hemos pasado por procesos de discriminación, estigmatización y racismo que nos han hecho pensar que nuestra cultura es menos, nuestra lengua es menos", se queja Geiser Suárez Maidas, periodista shipibo, para quien es tiempo de reivindicar su cultura. Lamenta que muchos jóvenes hayan dejado de hablar su idioma "no por vergüenza, sino por temor". "El otro también tiene que entendernos, reclama, "¿por qué yo tengo que aprender castellano y el otro no me puede entender? Somos un país diverso, multilinüe y pluricultural y como tal debemos sentirnos orgullosos".
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Y pide resaltar los "valores culturales" de cada parte, "desde el respeto, del uno y del otro, para tener un mundo más equitativo y una sociedad mucho más justa". Y es que la mentalidad occidental siempre ha viajado a la Amazonía pensando, en el mejor de los casos, en enseñar o evangelizar a los indígenas, pero no en aprender de ellos.
Y sin embargo, se mueve
Uno de aquellos misioneros jesuitas, que llegó a ser supervisor del Ministerio de Educación para el Bajo Amazonas en las décadas de 1960 y 1970, José Luis Jordana, piensa que es mucho lo que deberíamos aprender de ellos. "Sobre todo sus grandísimos valores, muchas veces superiores a los nuestros", nos explica. Y pone como ejemplo: "Hay mucha más solidaridad que acá... Aquí somos egoístas por encima de todo".
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La Iglesia católica tardó más de tres siglos y medio en readmitir a Galileo y, con él, que la Tierra se mueve. Este verano admitió también, en un histórico sínodo sobre la Amazonía, que sus doctrinas se tienen que adaptar para ser difundidas en la selva. Y habló de un "pecado ecológico" como un pecado "contra las generaciones futuras".
Pero no olvidemos que no es la teología católica, ni la avanzada ciencia occidental, ni la filosofía de Hegel las que compiten por diluir la cultura indígena en Santa Clara de Uchunya. Son los medios y las nuevas tecnologías. Esperemos que su cultura, que ha soportado los embates de coloniadores y colonos, de evangelizadores y de guerrilleros marxistas, pueda aguantarlos.
(cp)
Enrique Anarte participó en la elaboración de este reportaje.
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Santa Clara de Uchunya, un pueblo en lucha en la Amazonía peruana
Los uchunya, una comunidad indígena del pueblo shipibo ubicada en Ucayali, se enfrentan a una empresa de palma aceitera que opera en sus tierras ancestrales. DW los visitó para retratar su vida cotidiana.
Imagen: DW/L. García Casas
Nuestro hogar, la selva amazónica
Santa Clara de Uchunya está situada a pocos kilómetros de Pucallpa. Esta comunidad indígena de la Amazonía peruana forma parte del pueblo shipibo y habita a orillas del río Aguaytía, afluente del Ucayali. Desde hace años, sin embargo, se han visto involucrados en un conflicto territorial con una empresa de palma aceitera.
Imagen: DW/L. García Casas
El reto de liderar una comunidad en lucha
Efer Silvano es el jefe de la comunidad uchunya, un cargo que se renueva cada tres años y se elige por votación. Aunque no hay veto alguno a las mujeres, en la práctica, ninguna ha sido escogida aún para ser jefa. En la imagen, el actual líder viste las ropas tradicionales de este pueblo que, no obstante, han sido excluidas de la indumentaria cotidiana del lugar.
Imagen: DW/E. Anarte
Imagen paradisíaca, realidad más compleja
La cabaña de la imagen da una idea de cómo son las viviendas de Santa Clara. El suelo tiene que estar elevado porque las inundaciones pueden convertir el claro en el que está construida la población en un lago. La elección del techo es muy importante a la hora de hacerse un hogar: la chapa puede proteger mucho mejor de la lluvia, pero también puede producir un calor insoportable.
Imagen: DW/E. Anarte
Un coche para la selva
En la selva amazónica peruana también hay vehículos a motor. Los “motocars” como el de la imagen son esenciales para la movilidad entre las poblaciones más aisladas de la región, especialmente si llueve, porque los caminos se vuelven intransitables para otros medios de transporte. Eso sí, la contaminación de la gasolina y el ruido que producen son el precio a pagar, y difícil de pasar por alto.
Imagen: DW/E. Anarte
La “cocha” es la respuesta a todo
El lago Uchunya, al que los locales se refieren como “la cocha”, es una pieza clave de la organización económica de la comunidad. Cuando no tienen agua corriente, vienen aquí a bañarse o a lavar la ropa. Además, de sus aguas obtienen el pescado que tanto les gusta desayunar. Por supuesto, también es un agradable lugar para pasar su tiempo libre.
Imagen: DW/L. García Casas
Bien acompañado se trabaja mejor
Aunque cada uno tiene sus tierras (las "chacras"), en muchos sentidos la vida aquí requiere de colaboración. Las redes familiares de apoyo son de vital importancia, pero también la cooperación entre miembros de la comunidad. En la imagen, varios uchunya -mujeres, hombres e incluso menores- pelan yuca conjuntamente.
Imagen: DW/E. Anarte
Plátano para desayunar, almorzar y cenar
El plátano no es solo una fruta o un complemento para la ensalada en estas latitudes. La banana es la base de la dieta local y se come en multitud de formas, a menudo frita o machacada. Por eso muchas de las tierras que cultivan los uchunya están repletas de los árboles que dan estos frutos, los cuales resisten muy bien el calor de la zona.
Imagen: DW/L. García Casas
Las reglas del partido son las mismas
El deporte también está enormemente presente en el día a día de la comunidad. Cada tarde, al terminar las labores, se organizan partidos de fútbol masculino entre los vecinos. Las mujeres, mientras tanto, juegan al vóleibol, aunque algunos hombres también se les unen. Como en Europa, el fútbol femenino en igualdad de condiciones sigue siendo un asunto pendiente.
Imagen: DW/E. Anarte
Una iglesia vacía en medio de la selva
Hace años que la comunidad carece de un líder religioso cristiano. De acuerdo con los locales, el último misionero, de nacionalidad estadounidense, abandonó la población por problemas de alcoholismo. En la actualidad, los uchunya no tienen un credo oficial, aunque algunos de sus miembros profesan el cristianismo a título individual.
Imagen: DW/E. Anarte
Soldando bajo el calor amazónico
Neiser es el único mecánico de la comunidad. Aunque la mayoría de los hombres uchunya son autosuficientes y saben construir su casa, cazar, cultivar y pescar, el desarrollo de nuevas necesidades, como la de reparar los motocars, fomenta una relativa especialización del trabajo en esta población indígena.
Imagen: DW/E. Anarte
Frontera y fuente de vida
El río Aguaytía es clave para la economía local, ya que es una importante fuente de pescado. Al otro lado, donde se encuentra en esta imagen el comunero Walter, están las tierras ancestrales donde opera la empresa de palma aceitera. Como consecuencia de la disputa, los uchunya ya no pueden obtener tantos alimentos de la caza como antes.
Imagen: DW/E. Anarte
Arte para comer
La popular artesanía shipibo también está presente en Santa Clara de Uchunya, aunque todos dicen que mucho menos que en el pasado. Cuencos cuidadosamente elaborados como los de la imagen se utilizan para comer y beber, además de ser motivo de orgullo local.
Imagen: DW/L. García Casas
La mejor arma: la sonrisa de un niño
Aunque los uchunya llevan años enfrentados a la empresa que, dicen, les ha arrebatado parte de sus tierras ancestrales, la alegría es un don que nadie ha logrado robarles aún. Tampoco la ilusión de los más pequeños, que pronto tendrán que decidir si continuar con el modo de vida tradicional o intentar estudiar y tomar caminos que los llevarán, al menos a corto plazo, lejos de la comunidad.