Dilemas de traductores
3 de febrero de 2013 “El día menos pensado”. Frases tan sencillas como ésta para un hablante del español, pueden ser un verdadero dolor de cabeza para un traductor literario. Así ilustra la alemana Svenja Becker, traductora desde 1999, parte de las dificultades de un trabajo tan incógnito como complejo. “Esa frase es una cosa muy simple y básica, para la cual no he encontrado una solución satisfactoria”, cuenta entre risas. “Para traducirlo al alemán se necesita algo muy complicado”.
“Hay que rendirse a la idea de que hay cosas que no se pueden traducir, como dichos, expresiones o alusiones a un contexto cultural específico", dice Becker. "La voz del autor, el tono, es lo que se debería tratar de salvar, que es lo que al final hace la literatura”.
Svenja Becker –formada en la Universidad del Sarre y en la de Valencia– ha traducido unas 20 novelas del español al alemán, 10 de ellas de la escritora chilena Isabel Allende. También ha transcrito textos del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, del uruguayo Juan Carlos Onetti, del guatemalteco Augusto Monterroso y de los chilenos Hernán Rivera Letelier y Carla Guelfenbein.
A Isabel Allende, superventas internacional y muy querida por los lectores alemanes, la conoció hace diez años y se han mantenido en contacto. “Es una persona impresionante. Mide 1.50 y mueve el mundo. Es muy fuerte, simpática y muy amable con sus traductores”, señala.
Vivir el idioma
Durante un mes, Svenja Becker pudo nutrirse en terreno de las particularidades de la lengua española en Buenos Aires. Como parte del programa “En Tránsito”, del Goethe Institut, la fundación argentina TyPA y el Coloquio Literario de Berlín, fue seleccionada para hacer una residencia y continuar allí su trabajo de traducción de la novela “El oficinista”, del argentino Guillermo Saccomanno.
Allí pudo despejar dudas con el propio autor, participar en talleres y encuentros con colegas que traducen del alemán al castellano y empaparse del habla en ese país: “Se aprenden a veces cosas pequeñitas, diferencias que luego me topo en textos y digo ¡es eso!”.
Como complemento, una traductora argentina tuvo la misma experiencia en Berlín. Esta es la primera vez que se realiza este programa en el país sudamericano, de gran tradición literaria y traductora y esperan repetirla. La presencia de Argentina como invitada de honor en la Feria del Libro de Frankfurt el 2010 fue un gran impulso a esta actividad.
“La literatura es una forma de conocer la idiosincrasia, los paisajes, las formas de pensar, los procesos de un pueblo o una cultura, y de ahí lo necesario de buenas traducciones. A veces es difícil imaginar el tiempo y las vueltas de tuerca que requieren”, dice Carla Imbrogno, del Goethe Institut de Buenos Aires. El programa “En Tránsito” fomenta la traducción como uno de los pilares fundamentales para el intercambio y el enriquecimiento cultural.
Bichos raros
De regreso en Saarbrücken, Svenja Becker continúa con su trabajo. Acaba de entregar la novela de Saccomanno y recibió el original de“Mi nombre es Malarrosa”, de Hernán Rivera Letelier, un escritor que le encanta, pero que a veces le causa algunos problemas: “Él es un coleccionista de expresiones de la región de la Pampa chilena. Cuando no las encuentro, le pregunto a él y me explica”.
Por delante tiene una ardua labor, a un ritmo de 80 a 100 páginas por mes. Primero da una lectura completa del libro para hacerse una idea del mismo, luego comienza la traducción paso a paso, vienen las correcciones y luego una revisión de la primera versión que puede durar casi el mismo tiempo que la traducción misma. Para terminar, una tercera lectura del texto en alemán para verificar el resultado final.
“Los traductores de literatura somos bichos raros. Te rompes la cabeza por una expresión o frase que no entiendes y ya no encuentras gente con qué hablar... Nadie comprende dónde está el problema”, dice Becker. En este trabajo solitario, las residencias e intercambios son una gran ayuda, pues permiten la colaboración con otros profesionales que a veces tienen las mismas interrogantes. Como, por ejemplo, resolver el dilema de los verbos ser y estar: distintos en español, pero uno solo en el alemán (sein). “Algunas veces el autor lo usa de manera estilística con cierto significado, pero en alemán no tenemos ese recurso”.
Estos y otros insospechados afanes viven a diario los traductores, cuyo trabajo con un organismo vivo y no estático como el idioma, exige estar en permanente intercambio y contacto con sus fuentes originales.
Autora: Victoria Dannemann
Editor: Diego Zúñiga