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Juicio a traficante de armas

12 de septiembre de 2011

El juicio a Viktor Bout, presunto traficante de armas, comienza en Nueva York. Se lo acusa de venta de armas a las FARC colombianas y a los talibanes de Afganistán.

Viktor Bout: "Uno de cientos".
Viktor Bout: "Uno de cientos".Imagen: AP

Las consecuencias de los negocios de Viktor Bout se extienden desde Afganistán hasta Colombia. Se lo acusa de presunto tráfico de armas durante casi dos décadas a algunos de los países más pobres del mundo, contribuyendo así a llevar a cabo guerras devastadoras. Según se informó, Bout también transportó a cascos azules de la ONU a Somalia, voló aviones de carga a Irak para EE. UU. y entregó cargamentos de flores desde Sudáfrica hasta Dubai.

Por lo general, los traficantes de armas no poseen una determinada ideología ni alianzas duraderas. Tampoco creen en grandes causas políticas, sino que representan un nihilismo que busca consuelo en el dinero, obtenido por cualquier medio, ya sea legal o ilegal, moral o inmoral.

Viktor Bout fue arrestado en Tailandia  después de haber intentado vender armas a agentes secretos de EE. UU. que se hacían pasar por miembros de las FARC colombianas. Finalmente, Bout fue extraditado a los EE. UU., con el consecuente disgusto de las autoridades rusas, dado que el presunto traficante de armas es de nacionalidad rusa. Ahora se enfrenta a un tribunal estadounidense en Nueva York.
 

Armas: la ley de la oferta y la demanda

Durante la Guerra Fría, la disputa entre EE. UU. y la Unión Soviética le dio a los conflictos en los países pobres –al menos superficialmente- un marco ideológico común. “Hasta 1989, un rebelde de un país en desarrollo averiguaba, básicamente, con quién estaba aliado el gobierno para el cual estaba luchanndo y llamaba a la KGB, a la CIA o a los Servicios Secretos británicos”, explica Nicholas Marsh, experto en tráfico de armas de bajo calibre del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo, a Deutsche Welle. “A menudo, podían obtener armas sin tener que pagarlas”, agrega.

Luego del colapso de la Unión Soviética y del fin del conflicto Este-Oeste, las dos principales superpotencias perdieron su interés en el mundo en desarrollo y finalizaron sus generosas entregas de armamento. Pero los derramamientos de sangre no terminaron. En muchos países, el beneficio económico remplazó a la persuasión ideológica como factor impulsor de los conflictos. Eso transformó a la guerra en una empresa sometida a los dictámenes del mercado con una demanda importante de armas de bajo calibre.

Comercio de armas en Mogadishu.Imagen: dpa

Mientras tanto, los ex países comunistas, altamente militarizados, fueron cayendo en el caos social. Sus reservas de armamento, destinadas originalmente a ser usadas contra los ejércitos occidentales, ya no tenían una función práctica. Y los oficiales militares, mal pagados y desilusionados ideológicamente, hicieron dinero vendiendo armas que eran propiedad estatal.

Viktor Bout, que sirvió a la Fuerza Aérea Soviética y, como él, otros traficantes de armas, vieron allí una oportunidad de unir la oferta con la demanda. Aprovecharon esa oportunidad y comenzaron a construir una red ilegal de vendedores de armas.

“Es un negocio global como cualquier otro, en el que rigen las leyes de la oferta y la demanda”, dice Hugh Griffiths, experto en armas de bajo calibre del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), a Deutsche Welle. “Viktor Bout tiene razón al decir que él es sólo un hombre de negocios. Y no mintió al decirlo. Hay más de 30 o 40 individuos como él”, añade el experto.

Los traficantes a menudo comparten características comunes: son ex pilotos, tienen vínculos con el ejército, son buenos en matemática y hablan varios idiomas. “Son jugadores, personalidades atractivas y divertidas”, dice Griffith, quien ya entrevistó a traficantes de armas durante sus trabajos de campo para la ONU, la Unión Europea y numerosos gobiernos. “Han trabajado en África, por lo cual poseen un punto de vista diferente acerca de la vida humana, al contrario de los cómodos europeos que no comprenden que, a veces, una vida no vale nada”, acota Griffith.

 
 

Amnistía Internacional: Protesta contra el comercio con armamento.Imagen: picture-alliance/dpa

Una zona gris dentro de la legalidad

“Es una mezcla de legalidad, semi-legalidad o ilegalidad que puede aportar una enorme cantidad de armas”, señala Michael Ashkenazi, experto en venta de armas de bajo calibre del Centro Internacional de Bonn para la Conversión, a Deutsche Welle. “Es un mercado muy diverso, muy dinámico, muy difícil de rastrear. Y tratar de es muy difícil comprender cómo funciona en su totalidad, a no ser en términos generales”, dice Ashkenazi.

Las armas compradas legalmente abandonan, a menudo, las reservas estatales a través de sobornos. Para eso se falsifican los certificados de usuario final, que son los que documentan quién usará, en definitiva, esas armas. Los traficantes transportan las armas manipulando los controles laxos en el tráfico aéreo de los países pobres. Los aviones son desviados o simplemente se cambian los nombres de la nave y su matrícula.

“La cuestión es, para decirlo sin rodeos, que una escalada en la espiral de armamento en un país o sociedad frágil de por sí tiende a crear un conflicto que producirá muchas víctimas”, explica Ashkenazi. “No es que las armas en sí creen el problema. Pasa que, si el problema ya existe y llegan las armas, entonces se transformará en un asunto sangriento.”
 

Viktor Bout, uno entre cientos

Mientras la mayoría de los países reconoce el impacto desestabilizador de las armas de bajo calibre en sociedades frágiles, los expertos sospechan que los Estados son cómplices del mismo problema que denuncian.

Aunque EE. UU. y la Unión Europea poseen leyes de exportación relativamente estrictas, países productores de segunda clase, como Serbia, Ucrania, China, Turquía e Irán, frecuentemente tienen menos escrúpulos. Pero incluso EE. UU y Rusia tolerarán a los Bout del mundo hasta tanto sigan manteniendo un perfil bajo.

Se acusa a Bout de intentar vender armas a las FARC.Imagen: picture-alliance/ dpa

De hecho, Washington no había puesto la mira en Viktor Bout hasta que surgieron acusaciones con respecto a que éste había entregado armas a los talibanes. Fue la gota que colmó el vaso, ya que Bout ya se había cruzado antes con los intereses estadounidenses al intentar vender armas al grupo rebelde colombiano FARC, considerado por el Gobierno de EE. UU. como un grupo terrorista.

“Pero fue atrapado porque disgustó a los estadounidenses, y no porque alguien haya pensado que era un tipo malo”, afirma Ashkenazi. “Todo el mundo sabía que era un tipo malo, pero, de pronto, dio un paso en falso. Remplace ahora a Bout por Mr. XZY, multiplíquelo por cien y tendrá la cantidad existente de traficantes de armas”, ejemplifica.

Entretanto, Moscú ha criticado la extradición de Bout diciendo que tiene motivaciones políticas, y ha solicitado su retorno a Rusia. “Es un asunto de imagen nacional el no querer ver a un ciudadano de perfil alto siendo juzgado en el extranjero”, dice Marsh. “Hay rumores de que Bout está estrechamente vinculado a los servicios secretos rusos, pero no sé hasta donde son fundados. Si ese fuera el caso y se juzgase a Bout, probablemente eso saldría a la luz”, subraya.

Pero Bout no se enfrentará a la justicia porque, supuestamente, haya vendido armas, sino porque, si lo hizo, se las vendió a la persona incorrecta en el momento inapropiado.  “Es una necesidad de mercado”, dice Griffith. “Ese es el mercado que hemos creado, y esa gente está cumpliendo un servicio y una función que una amplia cantidad de actores y agencias creen que es necesario cumplir.”

Autor: Spencer Kimball/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse

 

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