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Transplantes de órganos, a costa de los pobres

Gudrun Heise / Peter Hummel / Rosa Muñoz Lima1 de junio de 2013

Las donaciones de órganos no dan abasto para la demanda mundial. Que alguien reciba el órgano que le salvará la vida y cuándo lo recibirá depende, demasiado frecuentemente, de su bolsillo.

Imagen: picture-alliance/dpa

Wiru tiene 13 años de edad y vive en un pequeño pueblo de la India. Allí, tres horas al sur de Nueva Delhi, un niño comprado o vendido puede ser algo cotidiano. Wiru costó 2.500 rupias (unos 38 euros). Ahora trabaja en una fábrica, en la que pega falsificaciones de carteras Gucci; 200 al día, de lo contrario, tendrá problemas con su dueño. “Cuando sea grande seré rico”, dice Wiru, “venderé uno de mis riñones y no tendré que volver a trabajar aquí”. Fue lo que hizo su padre, al que hace cuatro años que no ve.

Esta supuesta opción para salir de la pobreza se ha hecho popular en los suburbios de las grandes ciudades indias. Un riñón vale unas 55.000 rupias (800 euros) en el mercado negro, para muchos, una fortuna. El comercio de órganos está prohibido en el país. La pena por este delito fue elevada de dos a cinco años de prisión hace varios años. Pero el negocio es demasiado lucrativo y el riesgo de ser descubierto, menor. El “donante” se hace pasar por amigo del receptor y declara el dinero que recibe como un regalo. Así que la encuesta de la comisión gubernamental sobre los motivos de la donación termina siendo apenas una farsa.

Turismo de transplantes

110.000 órganos fueron transplantados en el mundo en 2011. De ellos, 76.000 fueron riñones.Imagen: Fotolia

La antropóloga Nancy Scheper-Hughes señalaba en 2003, en la revista médica The Lancet, que el “turismo de transplantes” se desarrolla como un verdadero factor económico en los países pobres y las “donaciones” ocurren siempre en la misma dirección: de sur a norte, de este a oeste, de pobre a rico, de un color más oscuro de piel a uno más claro.

Una década después, poco ha cambiado. La organización Organs Watch describe al receptor típico en Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita o Australia, como un hombre de 48 años e ingresos anuales de 53.000 dólares. El “donante” típico es también hombre, proviene de la India, China, Moldavia o Brasil, tiene casi 29 años e ingresos anuales por 480 dólares. Un riñón indio o africano cuesta unos 1.000 dólares en el mercado negro; uno rumano o moldavo, unos 2.700; uno turco, 10.000; uno adquirido en Estados Unidos, 30.000 y hasta diez veces más.

110.000 órganos fueron transplantados en el mundo en 2011. De ellos, 76.000 fueron riñones, precisa a DW el doctor Luc Noel, responsable de la seguridad y calidad de transplantes humanos en la Organización Mundial de la Salud, OMS. "El volumen de transplantes ilegales se ha reducido desde 2006, pues muchos países han legislado sobre el tema”, aclara Noel. Sin embargo, en algunos como Pakistán y Egipto, el mercado ilegal se ha sumido del todo en la clandestinidad.

“Estimamos que los transplantes pagados, o aquellos que ocurren por fuera de las estructuras establecidas y controladas, ascienden a un diez por ciento del total de transplantes de órganos” en el mundo, agrega Noel. Millones se mueven sin escrúpulos, negociando con la esperanza de los receptores y la falta de perspectivas de los “donantes”. Estos transplantes se realizan allí donde menos control existe. Si un hospital es descubierto en Sudáfrica o Brasil, los cirujanos se mueven al próximo país. Actualmente, están “de moda” las clínicas en Chipre y Kazajstán.

Donaciones en Alemania

La resolución SHA63.22 del 2010, de la OMS, regula la voluntariedad y gratuidad de la donación de órganos. Unos 150 expertos y representantes de gobiernos de todo el mundo firmaron tres años antes la declaración de Estambul contra el comercio de órganos y el turismo de transplantes. El Consejo Europeo y la Asociación Médica rechazan el tráfico de órganos, castigado en Alemania con hasta cinco años de cárcel, también para el receptor, sin importar si el transplante se llevó a cabo en el extranjero.

El éxito de un transplante depende también de cuán velozmente el órgano llega a su receptor.Imagen: dapd

Unos 8.000 pacientes aguardan actualmente en Alemania por un transplante de riñón. Pero, en este país, solo se permite la donación de órganos de personas vivas si es voluntaria y si ambos involucrados están unidos por una fuerte relación de parentesco o emocional, aclara la Fundación Alemana para el Transplante de Órganos.

La Fundación Eurotransplant, con sede en la holandesa ciudad de Leiden, coordina la asignación de órganos en Alemania, Austria, Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Croacia y Eslovenia. Allí se organizan las listas de espera, de acuerdo con los datos registrados en la cartilla de cada potencial receptor. Los resultados de los exámenes de laboratorio deciden el de cada quien en la lista. Cuando hay un riñón disponible, las computadoras de Leiden se encargan de asignarlo al receptor adecuado.

Obras cooperativas como Eurotransplant funcionan sobre todo entre países vecinos, pues el éxito de un transplante depende también de cuán velozmente el órgano llega a su receptor. Estas cooperaciones no surgen generalmente mediadas por políticos, sino por médicos. Ellos “han entendido que la posibilidad de encontrar el órgano correcto para el paciente correcto es mayor entre mayor sea la disponibilidad de órganos”, explica Noel.

¿Permitir o prohibir?

"La posibilidad de encontrar el órgano correcto para el paciente correcto es mayor entre mayor sea la disponibilidad de órganos”.Imagen: picture-alliance/dpa

Los expertos aseguran que se necesitan más donantes vivos en todo el mundo. Pues, incluso si todos los ciudadanos residentes en Alemania se declarasen dispuestos a donar sus órganos después de muertos, seguiría existiendo una demanda por cubrir. Friedrich Breyer, economista de la salud de la Universidad de Constanza, defendía recientemente en un artículo de prensa la necesidad de permitir y regular un mercado de órganos. Solo así podría cubrirse la actual demanda de riñones. “El libre mercado no sólo crea empleo y bienestar”, proclamaba Breyer, “también puede salvar vidas”.

Un sistema así es, para Breyer, incluso una obligación moral. Günter Kirste, expresidente de la Fundación Alemana para el Transplante de Órganos, opina diferente: "El comercio de órganos es una terrible forma de explotación de gente pobre, sobre todo del Tercer Mundo. Hay miles de personas que han donado sus riñones en Pakistán o Filipinas y tienen una vida miserable", insiste Kirste. Pero a Wiru, el adolescente indio que pega falsas carteras de Gucci le importa poco. "Con el dinero que me den quiero construirme una casa y no tener que trabajar más”, insiste él, que ignora que arriesgará la vida por un sueño bastante alejado de la realidad.

Autores: Gudrun Heise / Peter Hummel / Rosa Muñoz Lima

Editor: Diego Zúñiga

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