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Trump contra China: la locura de los aranceles punitivos

Henrik Böhme jov/ers
31 de mayo de 2019

Washington y Pekín imponen cada vez más aranceles. La guerra comercial ha llegado a un punto crítico, y no se vislumbra una solución, dado que Trump acaba de volver a azuzar una pugna con México que parecía superada.

Imagen: picture-alliance/chromorange/C. Ohde

Condones, perfumes, vinos, pianos, violines y tequila: esta lista de productos  que se verán afectados por nuevos aranceles chinos es la muestra de que a los chinos se les acabó la pólvora. Estuvieron analizando a qué mercancías estadounidenses podían aplicarles todavía aranceles punitivos y encontraron bienes por un valor de 60 mil millones de dólares.

Donald Trump podrá responder con facilidad, sobre todo después de haber ordenado aranceles punitivos para productos chinos valorados en 200 mil millones de dólares. Un castigo a las importaciones chinas que en la Casa Blanca ya están considerando endurecer aún más. Y lo único que Pekín podrá hacer ahora es aumentar las tarifas arancelarias. ¿Y después qué?

Recrudecimiento

Por lo pronto, los chinos solo han atinado a amenazar a Washington: "No vayan a decir después que no les advertimos”, editorializó el oficialista Diario del Pueblo, resaltando la probable escasez de tierras raras. Sin estos metales no hay industria de alta tecnología, ni teléfonos inteligentes, ni autos.

EE. UU. depende, en extremo, de China en este aspecto. El 80% de esos metales con que opera la industria de EE. UU. proviene de China.  La agencia estatal de noticias Xinhua le pone un tono más militante a la disputa comercial: "En toda su historia, la República Popular de China nunca ha inclinado la cabeza, ni le ha temido a nadie". La última jugada de Pekín: una lista de empresas extranjeras "no confiables".  Nada que pueda asustar a Trump.

Se supone que el presidente de China, Xi Jinping, es su mejor amigo, justo después del de Corea del Norte. Pero la intrincada disputa ha escalado tanto que será difícil dar marcha atrás. Ni la planificada reunión durante la próxima cumbre del G20 a fines de junio en Osaka, Japón, será suficiente para resolver el caso.

Lo que los estadounidenses le exigen al hombre fuerte de China es un imposible: una real apertura del mercado y dejar de robar el know how de las empresas occidentales. Eso pondría en peligro el objetivo declarado de Xi de convertir a China en la potencia mundial número uno.

Henrik Boehme, de DW

¿Qué va a pasar ahora?

China es, después de todo, el mayor prestamista de Estados Unidos. ¿Sacará Pekín a relucir las facturas pendientes que tiene por pagar Estados Unidos? China posee 1,13 billones de dólares en títulos de deuda estadounidense. Estados Unidos, la economía más grande del mundo, vive a crédito, y de que otros financien su bienestar. ¿Dejará  China de comprar bonos estadounidenses? ¿O lanzará incluso sus haberes al mercado?

Sería imaginable, más no inteligente. Si bien China ha vendido recientemente bonos estadounidenses, ha sido principalmente para apoyar la economía nacional, que sufre más la guerra comercial que la de EE. UU. Si el banco central chino arrojara grandes cantidades de bonos estadounidenses al mercado, su valor caería drásticamente. Y ¿quién sería el más afectado? El mayor propietario de bonos estadounidenses. China.

¿Quién pagará la cuenta…?

Queda todavía la posibilidad de una guerra de divisas. El hecho de que el dólar sea la moneda líder, le molesta a los chinos. Los estadounidenses, por su parte, acusan a Pekín de debilitar artificialmente su propia moneda.

El 60% de las reservas de divisas del mundo están en dólares. Los chinos son los culpables de esta situación con sus compras masivas de bonos estadounidenses. Por el momento, solo los mismos estadounidenses pueden debilitar el dólar. Cuando empiece a mermar el impacto de los regalos fiscales de Trump, la economía de EE. UU. empezará a resentirse, y la Reserva Federal echará a rodar las impresoras de dinero, lo que devaluará el dólar.

La situación es complicada. Actualmente no se vislumbra una solución, especialmente porque Trump acaba de volver a emprender con México una pelea comercial que se creía superada. Los daños que la economía global ya está sufriendo terminarán afectándonos a todos. La cuenta, como de costumbre, la terminarán pagando los obreros, los empleados, consumidores y contribuyentes.

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