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Trump vs. Bannon: ¿El fin del monstruo de Frankenstein?

Martin Muno
4 de enero de 2018

Tras los reproches de Steve Bannon contra su familia, a Donald Trump no le quedó otra cosa que romper con él. Y eso tiene considerables repercusiones para el presidente y para los republicanos, a juicio de Martin Muno.

Donald Trump und Stephen Bannon
Imagen: picture alliance/AP/dpa/E. Vucci

La respuesta fue rápida y despiadada. "Steve Bannon no tiene nada que ver conmigo ni con mi presidencia. Cuando fue despedido no sólo perdió su empleo, sino que también perdió la cabeza", señala la declaración del presidente Donald Trump, quien además anunció medidas judiciales contra Bannon. De esta forma reaccionó a la publicación anticipada de algunos pasajes del libro del periodista Michael Wolff titulado "Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump", que saldrá la próxima semana.

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Allí se cita a Bannon diciendo que el contacto con Rusia del hijo de Trump, Donald junior,  y de su yerno, Jared Kushner, durante la campaña presidencial de 2016, fue traición y algo "antipatriótico". Trump se encuentra bajo considerable presión desde hace tiempo debido a estos presuntos contactos ilegales de su equipo electoral.

De este modo, Trump repudia definitivamente al hombre que lo llevó a la Casa Blanca, tras volver a impulsar con consignas populistas de derecha la entonces trastabillante campaña, y al que la revista The Atlantic calificó recientemente de "el monstruo de Frankenstein" de Trump.

Lo privado y lo político

Martin Muno

Trump tenía dos motivos para romper con Bannon. En primer lugar, uno privado: en los pasajes del libro que se conocen, Bannon arremetió contra su familia y, entre otras cosas, tildó a Ivanka Trump de tonta. Y sabido es que su familia es sagrada para Trump. Su biógrafa Gwanda Blair señaló en una entrevista con DW que, en el fondo, no confía verdaderamente en nadie fuera de su círculo más estrecho. Bannon debe haber tenido claro que sus palabras representaban la mayor provocación posible para Trump. Impulsivo como es, la reacción tenía que ser en extremo devastadora.

El otro motivo es de índole política, y por lo tanto más relevante para todos los ajenos al círculo familiar: marca el definitivo alejamiento de Trump del ala ultraderechista de los republicanos. Al final de la declaración de Trump se indica que hay "muchos maravillosos congresistas republicanos detrás de la agenda de "make America great again". Al igual que al presidente, les importa "levantar el país, en lugar de querer arrasarlo todo". De esa forma, Trump se pone de parte del establishment republicano, el grupo al que Bannon había declarado la guerra desde el comienzo.

Política arriesgada

El detonante de este cambio de actitud puede haber sido el resultado de la elección senatorial en Alabama, en diciembre pasado, en la que Bannon había respaldado al ultraderechista Roy Moore. El resultado es conocido: el escaño fue conquistado, por primera vez en dos décadas, por el Partido Demócrata.

Trump detesta semejantes derrotas y por lo menos los republicanos moderados atribuyen la responsabilidad a Bannon. Ahora Trump –que se había presentado como reformador radical- se apoya para las elecciones intermedias de noviembre en las viejas elites del partido, odiadas por muchos de sus electores. Está por verse si la idea resulta exitosa o si las huestes del "monstruo de Frankenstein" arrastran al partido al abismo. Trump ha decidido. Pero el riesgo se mantiene en este partido profundamente dividido. Esa por lo menos es la buena noticia para todos quienes piensan que este hombre no es un inquilino apropiado para la Casa Blanca.

Martin Muno (ERS/VT)

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