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Trump y el castrismo: cubanos a las rejas

17 de junio de 2017

Trump reencauza algunas aperturas de Obama, da marcha atrás a otras y el resultado es: el pueblo cubano será la principal víctima, de estos cambios y de los que ya anuncia el gobierno de Raúl Castro, opina Amir Valle.

Kuba - Flagge - Alltag in Havanna
Imagen: picture alliance/NurPhoto/A. Widak

El presidente estadounidense Donald Trump ha actuado siguiendo una verdad que todos los gobiernos y foros internacionales reconocen: si bien es verdad que cinco décadas de medidas restrictivas y de condenas públicas contra el régimen cubano no dieron ningún resultado en la democratización de la isla, también es innegable que La Habana ha mal entendido como "legitimación" la postura de acercamiento y de distensión de Obama y la Unión Europea y se ha comportado aún más agresiva con sus opositores y más prepotente con quienes le han tendido la mano.

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¿Alguien puede dudar de esa prepotencia? Hay cientos de ejemplos de ello: "Esta es una batalla más de la Revolución, el enemigo se ha tenido que sentar en la mesa de negociaciones", repitieron los medios de prensa de la isla tras la visita de Obama, ó "la rancia Europa cede ante la dignidad de Cuba, ahora tenemos que arrodillarlos", dijo un reconocido portavoz del gobierno en una de las mesas redondas informativas de la televisión luego de la visita a La Habana de la jefa de la diplomacia europea Federica Mogherini. O, más recientemente, el cinismo de los representantes cubanos ante Naciones Unidas exigiendo que Internet debe ser un servicio accesible para todos en el mundo.

Una pequeña guerra económica

En el plano económico interno, los estrategas del castrismo encontraron rápidamente el antídoto contra la más letal estrategia de Obama: fortalecer al pequeño empresario creándole concesiones a empresas y entidades financieras norteamericanas para que negociaran directamente con ese sector de la población cubana. El antídoto acaba de ser establecido como Ley en la reunión más reciente del Parlamento cubano: se prohíbe la acumulación de propiedades y de riquezas, una resolución que sigue la tesis de Fidel Castro de ver como delincuente y enemigo de la Revolución a cualquier cubano que logre acumular riqueza aunque sea a partir de los escasos negocios particulares legalizados por el gobierno.


Pero nada dice esa nueva resolución del castrismo sobre la concentración de la economía nacional en manos militares y, más específicamente, en poder del grupo GAESA, dirigido por un alto oficial que estuvo emparentado con Raúl y que posee inversiones en más del 60% de la economía nacional y controla más del 80% del sector turístico.

Amir Valle.

Solo basta este último ejemplo, el del turismo, para ver cuán contradictoria son las medidas de Trump. Su ataque principal va contra la economía regida por los militares, pero se elimina el viaje individual autodirigido y los viajes para fines educativos no académicos se limitarán a los viajes en grupos. ¿Y dónde se hospedan en la isla esos grupos? En hoteles controlados por GAESA, o de empresas como Cubanacán y Gran Caribe, también gubernamentales.

Trump, por cierto, parece seguir el equívoco de la Unión Europea en este aspecto. En una entrevista para DW, Knut Fleckenstein, vocero de la fracción socialdemócrata del Parlamento Europeo, establece como estrategia "que las ganancias del turismo no vayan a parar a los consorcios estatales, sino que sean utilizadas para apoyar a todos los pequeños empresarios que abren sus negocios y aportan a la formación de una economía". Habría que preguntarle, ¿y cómo pretenden que eso se logre si, hasta donde muestran los hechos, todas las negociaciones y convenios establecidos hasta hoy por el bloque son precisamente con quienes ostentan el poder económico en Cuba, es decir, con el gobierno y los empresarios militares?

Más ataduras para el pueblo

En lo social e ideológico, Obama había logrado minar el pretexto de la guerra permanente contra Estados Unidos con el que Fidel y Raúl tuvieron engañados al pueblo por décadas. Trump ahora le devuelve esa justificación a Raúl Castro, y a quien lo sustituya en febrero de 2018, de modo que volverán los tiempos en que todos los errores económicos, políticos y sociales del gobierno se le achacaban al bloqueo y al ataque del eterno enemigo del Norte. Aún peor, en la realidad cubana actual no existe modo de que las nuevas medidas favorezcan al sector empresarial independiente, por lo cual ya ese sector en la isla dice esperar malos tiempos. También ese regreso a la imposición y el condicionamiento recrudecerá la represión, pues otra vez será valida, para los admiradores nostálgicos del castrismo y para el gobierno, la necesidad de defenderse de "los enemigos internos, mercenarios del imperialismo", etiqueta que, como reconocen los mismos opositores, había empezado a perder credibilidad en el ámbito nacional e internacional.

Los cubanos se ven arrastrados otra vez hacia tiempos difíciles. Ahora es peor.  A la falta de pericia y obstáculos de la oposición para movilizar a un pueblo acostumbrado a la inopia política, se sumaba la incapacidad de la Unión Europea y de otras naciones en encauzar su acercamiento en beneficio del pueblo y no del gobierno. Ahora se suman tres graves peligros: la crisis venezolana, el reposicionamiento de Rusia en la isla y la insistencia de Washington en forzar cambios con fórmulas fracasadas.

"Cuando los cubanos den pasos concretos, estaremos listos y preparados para volver a la mesa para negociar ese acuerdo", dijo Trump en Miami, olvidando que el castrismo jamás ha entendido ese discurso de presión y, sobre todo sin saber que, como confirma La Habana en una declaración oficial, está lanzando a millones de cubanos, otra vez, a una trinchera que no desean.

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