Trump y la paz: ¿realmente ha terminado con ocho guerras?
16 de diciembre de 2025
"Hoy hemos triunfado donde tantos otros han fracasado", declaró jubiloso el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, cuando los presidentes de Ruanda y la República Democrática del Congo (RDC) firmaron a principios de diciembre de 2025 un acuerdo de paz que, según los cálculos de la Casa Blanca, supone el octavo fin de una guerra logrado por el líder estadounidense.
Pero el término "paz" sigue siendo algo difícil de alcanzar en muchas partes del continente africano, incluida la RDC. En lugar de celebrar el acuerdo firmado el 4 de diciembre, la población del noreste de la RDC permanece refugiada en sus hogares, presa del miedo a lo que pueda suceder a continuación, mientras continúan las animosidades.
Solo en la semana siguiente al acuerdo de paz, más de 500.000 personas se vieron desplazadas en toda la región, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA).
¿Conflictos reales?
De hecho, de las ocho guerras que Trump afirma haber terminado, dos ni siquiera eran conflictos reales: no había estado de guerra entre Egipto y Etiopía, ni entre Serbia y Kosovo, sino simplemente desacuerdos diplomáticos.
En otros lugares, incluso los aliados de Trump parecen estar alejándose de su esfera de influencia: en lo que respecta a las tensiones entre la India y Pakistán, Nueva Delhi busca debilitar la participación de Estados Unidos. Pakistán, por su parte, sigue cortejando a la administración Trump.
El único conflicto que el Gobierno Trump puede afirmar de forma demostrable que ha ayudado a resolver es la disputa entre Armenia y Azerbaiyán, donde la participación proactiva de Estados Unidos condujo de forma efectiva a poner fin a una tensión que ya duraba casi 40 años.
"Lo que él llama 'paz' se trata la mayor parte de las veces de pausas temporales, acuerdos de normalización o victorias mediáticas que ignoran las causas fundamentales del conflicto. No se trata de acuerdos de paz duraderos, sino de soluciones políticas a corto plazo que posponen, en lugar de prevenir, una nueva guerra", afirma Medea Benjamin, fundadora del grupo pacifista estadounidense Code Pink.
No es oro todo lo que reluce
No es ningún secreto que Trump tiene ganas de pasar a la historia como el quinto presidente estadounidense en recibir el Premio Nobel de la Paz. Pero el historiador Theo Zenou cree que hay una fuerza mayor que impulsa los esfuerzos del presidente durante su segundo mandato en la Casa Blanca: su "deseo de ser aclamado mundialmente como un gran líder".
"Sabe que no hay nada más noble que ser considerado un pacificador, pero no quiere hacer el arduo trabajo de ser un pacificador, algo que implica supervisar largos procesos de reconciliación entre naciones en guerra", explica Zenou a DW.
Eugenio Costa Almeida, investigador del Instituto Universitario de Lisboa (ISCTE-UL), cree que hay una táctica en el papel diplomático de Trump que va más allá de la dimensión del prestigio personal, y que opera "en la intersección de la estrategia geopolítica, los intereses económicos y una lógica de afirmación del liderazgo personal y electoral".
Benjamin, por su parte, cree que los esfuerzos de Trump por construir la paz tienen poco que ver con un interés genuino en sanar un mundo fragmentado, sino que son más bien un reflejo de los deseos de su base política. Poniendo fin a conflictos en el extranjero, Benjamin cree que el presidente de Estados Unidos cumple con el lema "America First", que le valió la elección por parte de sus seguidores del MAGA: Trump puede justificar de esa manera el cese de la ayuda militar, al desarrollo y otras ayudas financieras en países extranjeros.
La paz como herramienta de coacción
Pero aún hay otra cuestión: la competencia cada vez más hegemónica de Estados Unidos con China. Según el Plan de Estrategia de Seguridad Nacional presentado recientemente, combatir el poder de China en la escena internacional es ahora el principal objetivo del Gobierno estadounidense.
La firma de los llamados acuerdos de paz por todas partes permite a Trump "afirmar su liderazgo mundial y posicionar a Estados Unidos como mediador indispensable en un momento en que China está ampliando su influencia diplomática y económica en África, así como en otras regiones", afirma Costa Almeida.
"La competencia entre las potencias mundiales, especialmente por el acceso a recursos estratégicos como los minerales críticos y los minerales de tierras raras, sugiere que el objetivo de reducir la esfera de influencia de rivales como China puede ser un factor subyacente", añade.
Por su parte, el historiador Theo Zenou añade que Trump está dispuesto a utilizar "todos los medios que le parezcan aceptables" para alcanzar sus objetivos y los de Estados Unidos, y afirma que no dudaría en recurrir a "la coacción o la intimidación para conseguir lo que quiere".
Los acuerdos facilitados por Trump podrían servir simplemente al objetivo principal de las naciones involucradas, que es "ganarse el favor de Trump y garantizar aranceles más bajos o una cooperación más estrecha con Estados Unidos en materia económica y de seguridad".
(gg/ms)