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El consumo privado sufrió un drástico descenso. Las empresas ya no pueden pagar las cotizaciones de sus empleados. Y el Estado también es culpable de ello, ya que tiene una deuda con las empresas de alrededor de 100 mil millones de euros en mercancías y servicios. Los únicos que salen beneficiados de la recesión son las casas de subastas: cada vez subastan más propiedades procedentes de pequeñas empresas y particulares.