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Guerra en Ucrania: civiles huyen de Kúpiansk

Hanna Sokolova-Stekh
9 de octubre de 2025

Muchos esperan hasta el último momento para abandonar sus hogares en Kúpiansk. Los ataques de Rusia dificultan el acceso a la ciudad, la evacuación es extremadamente peligrosa. Una reportera de DW estuvo allí.

Brigada de la Guardia Nacional de Ucrania conducen un auto.
Artilleros de la 15.ª Brigada de la Guardia Nacional de Ucrania se dirigen a sus posiciones en el distrito de Kúpiansk, región de Járkiv, el 30 de septiembre de 2025.Imagen: Hanna Sokolova-Stekh/DW

El acceso a Kúpiansk está bloqueado desde finales de septiembre. Nadie puede entrar ni salir de la ciudad custodiada por soldados rusos, a quienes el Ejército de Ucraniaintenta expulsar. Tampoco los voluntarios, que podrían ayudar a evacuar a los residentes, pueden ya acceder a la ciudad. Aterrados, los habitantes huyen por su cuenta.

Esa fue la medida que tomó Valentina, de 75 años, quien vivía en el extremo norte de Kúpiansk. Con la ayuda de otro residente, llegó al pueblo de Shevchenkove, al oeste, y fue trasladada por voluntarios a Járkiv. Allí, en un centro de tránsito para desplazados, conocimos a la mujer.

Valentina cuenta que decidió huir después de que dos soldados rusos entraron a su jardín buscando a sus compañeros. Uno de ellos la amenazó con una granada. "Se notaba que ese ruso estaba muy borracho. Luego preguntó dónde estaban los soldados ucranianos. Yo le dije: 'Aquí no hay ni de los tuyos ni de los nuestros. Solo vivimos ancianos'", recuerda.

Valentina, una desplazada interna de Kúpiansk, en el centro de tránsito en Járkiv.Imagen: Hanna Sokolova-Stekh/DW

Desde hace cuatro meses, en la ciudad no funcionan ni las comunicaciones ni los servicios de electricidad, agua o gas, cuenta Valentina. Todas las tiendas están cerradas. "El bombardeo es terrible. Todo está destruido. Todo está negro y quemado", dice, "y los drones vuelan… Si detectan a alguien, se quedan quietos y luego se lanzan sobre esa persona. Muere mucha gente".

Ahora, con ayuda de voluntarios, Valentina será alojada en un albergue gratuito donde viven varios cientos de desplazados internos. Pero ya extraña su hogar. "Gente como nosotros se aferra a su casa, su patio y su jardín. La cosecha este año fue buena. Guardé todo en el sótano y lo cerré como debe ser. Pero, ¿se conservará? Esa es la pregunta", dice con tristeza.

Trabajadores sociales al rescate

Desde septiembre, ha aumentado el número de solicitudes de evacuación desde Kúpiansk: cada día llegan más de cien peticiones al centro ayuda humanitaria de Ucrania, Relief Coordination Center (RCC), informa el jefe de operaciones, Bohdan Jachno.

"Lamentablemente, muchos esperan hasta el último momento. Cada día aumentan las solicitudes, que no podemos atender, y si la gente intenta salir por su cuenta, pueden ser atacadas por drones".

Según ACNUR, hay actualmente unos 3,8 millones de desplazados internos en Ucrania; las autoridades ucranianas hablan de 4,6 millones. Son ucranianos que han huido de la agresión rusa hacia regiones más seguras desde 2014, tras la anexión de Crimea y el inicio de los combates en el este del país.

En su mayoría, son jubilados que no pueden pagar un alquiler y viven en residencias. Pero sus problemas no terminan ahí: sin apoyo, les cuesta organizar su vida diaria, hacer trámites o acudir al hospital.

Registro de desplazados internos en el centro de tránsito – Personas desplazadas de la región de Járkiv se registran en el centro de tránsito en Járkiv.Imagen: Hanna Sokolova-Stekh/DW

El Estado puede asignarles un trabajador social, pero la persona debe demostrar que vive sola y presentar los documentos correspondientes. "Hay una gran necesidad que el Estado no puede cubrir. El Estado está en guerra", explica Elvira Seidowa-Bohoslowska, directora de proyectos del RCC.

En varias residencias, trabajadores sociales atienden a los más vulnerables. Esto es financiado por la organización humanitaria internacional Help, "para que estas personas se sientan cuidadas y queridas", como destaca Seidowa-Bohoslowska. "Los trabajadores sociales les ayudan a superar traumas y eso es importante", dice.

"La calle de la vida" en Kúpiansk

En una residencia de Járkiv, el ambiente es sombrío. En los balcones se seca la ropa y de la cocina sale el aroma de carne hervida: la trabajadora social Viktoria prepara un tradicional borsch para un hombre gravemente herido de la región de Járkiv.

Desde la mañana, Viktoria ha estado ocupada: fue de compras y lavó ropa. Le encanta su trabajo. "Sé que estas personas no tienen a nadie que las ayude", comenta. Pero el proyecto de atención no cubre toda la residencia. Dos trabajadoras sociales atienden solas a diez mujeres mayores.

Cuando tiene tiempo libre, Viktoria ayuda ocasionalmente a otros residentes. También visita a Mykola, de 88 años, para escuchar sus historias. El anciano tiene problemas de visión y audición, pero disfruta de la atención.

Mykola vivía en el pueblo de Velyka Shapkivka, al norte de Kúpiansk. Siempre caminaba hasta la ciudad para visitar a su hijo de 65 años. "De repente, un dron me empezó a seguir. Abrí los brazos y dije: '¡Dispara ya!' Pero el dron giró, destruyó una casa y una granja. Yo me salvé", recuerda.

Mykola, un desplazado interno del pueblo de Velyka Shapkivka, del distrito de Kúpiansk, en una residencia en Járkiv.Imagen: Hanna Sokolova-Stekh/DW

En agosto, fue ingresado en un hospital en Chujúyiv, ya que en Kúpiansk no hay ninguno. Tras ser dado de alta, era demasiado peligroso llevarlo de vuelta a casa. Voluntarios lo trasladaron a una residencia en Járkiv.

"Al principio, no me dijeron la verdad. No estoy enojado con ellos, solo querían lo mejor", dice. Pero Mykola no aguantó y hace dos semanas tomó un autobús al distrito de Kúpiansk, caminó hasta su pueblo para buscar su ropa. "Llené la bolsa: dos chaquetas, camisas, pantalones. Todo lo que pude. Y una mochila", cuenta. En el camino de regreso se enredó en un alambre de púas y se lastimó.

Ahora, vive solo en una habitación y mantiene libre la segunda cama para su hijo, que aún está en Kúpiansk. No ha tenido contacto con él desde hace un mes y por eso quiere volver a Kúpiansk.

"Ahora hay postes de seis metros de altura y redes antidrón sobre la carretera. La llaman 'la calle de la vida'. Hay que pasar por ahí, no hay otro camino", dice Mykola. Pero Viktoria se lo prohíbe. "Quiero ir. Y si me matan, que así sea", dice Mykola, luchando por contener las lágrimas.

(os/rml)

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